Comandante en búsqueda de compañeros de Rol...

Sector: Inner Orion Spur
Cuadrante: 20 : -220 : 60
Sistema: Michel
Localización: Estación Witt
Hora: 17:33:10 del 24 Dec 3303.
Cambio.


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La capataz Makena Mccoy me comentaba sobre el negocio local, sobre el clima social, la elevación de la economía gracias a la influencia de agentes independientes de Torval, como yo, en un nuevo (en otro...) esfuerzo a retomar el sistema. Para ella, era toda una alegría, la verdad. Dinero es dinero, al fin y al cabo. Sus ojos iban de aquí para allá, frenéticamente empecinada en llenar los minutos hasta que mi contacto local pudiese alistar el siguiente grupo de acuerdos comerciales (ni loca pagaría por ellos..., de por sí mi apoyo a esta facción ya es frágil...), porque, al fin y al cabo, le convenía que el sistema fuese absorbido por el enfermizo cariño de la Gran Burbuja de juegos políticos: billones y billones de personas en miles de sistemas galácticos, como fichas en un gigantezco ajedrez. Como sea. Estiré mis hombros en movimientos circulares y froté mis sienes, intentando ahogar la voz de la capataz.

—Comandante Snowsturm, ¿se encuentra bien? —comentó por primera vez fuera de su parloteo, intrigada, observándome de reojo.

—Perfectamente —murmuré a regañadientes observando la pantalla que se hallaba tras ella contar los segundos parsimoniosamente.

—¿Té, comandante? —Sonó casi contenta de tener una tangente por la cual desviarse. Me pareció que yo también podía disfrutar un poco de un ligero cambio en el ambiente.

—Café —respondí bajo, reposando mi rostro contra el dorso de mis manos entrelazadas. Alcé la vista justo sobre el envés de las mismas, manteniendo mis labios bajo cubierta... por decirlo así—. Negro —respondí asertiva al verla cómodamente alcanzando la crema.

Con el control remoto en mano, que era un dispositivo a forma de monitor digital, comencé a jugar con la susodicha pantalla, a explorar las opciones locales y recibí el café sin siquiera observarle. Estoy segura que eso me debió haber galardonado un gesto bastante desagradable de parte de Mccoy, pero al verme explorando la economía, más le convendría guardar sus modales frente a una potencial inversora. Eso me alegró, porque el dinero que tenía en el sistema podría cubrir el seguro de mi nave, y tal vez un par de regalos de navidad para mis conocidos, allá en Quince.

Y ahora que lo menciono, ¿qué demonios hacía aquí en navidad? No es por dinero ni causas políticas, no. Ni siquiera por causas benéficas. Por favor. No había nada en Michel para mí. Ni siquiera un co-piloto decente. ¿Pueden imaginarse que lo más decente que había era una escoria recién salida de prisión, quien perdió su nave en 'misteriosas consecuencias'? Por un 12% de mis ingresos más bien me pasaría por Sol y conseguiría un sirviente de raza.

—Ah, curioso —susurré para mí misma sobre la algarabía de las órdenes de montar las nuevas unidades disponibles, de acuerdos comerciales, a mi bodega de carga. Sorbiendo del café, vi en el monitor portátil un nuevo grupo de pilotos disponibles para contratar. Una Aurelia Sheppard atrajo mi atención. ‘Pionera de la primera expedición hasta la remota estación Beagle Point, al otro extremo de la galaxia.’ Silbé asombrada. ‘Calificada como Competent por la Federación de Pilotos.’— No tengo nada mejor que hacer, supongo.

Decidí descender a las bahías de carga y buscarla para plantearle una breve entrevista.

—Sheppard? No, no, Sheppard's gone to the bar, Ma'am Commanda'. She ain't around. You ought'a go and look for 'er ther' 'cause she 'ont be back 'till morrow. —me respondió un grasoso mecánico trabajando en lo que parece un motor de distorsión de al menos rango 6.

Forzada a ascender a la taberna... taberna... ¿cuál taberna? Deben haber cientos en este maldito traste.

—Which tavern though? —me doy vuelta, interrogando al mecánico.

—Prob's the one us mechs use, up in the second floor Ma'am Commanda'. —responde, señalando al elevador con una llave inglesa. Taberna, segundo piso. De acuerdo.

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¿Han estado alguna vez en un ascensor con al menos un increíblemente incómodo individuo en una situación ineludible donde sólo es cuestión de espera? Bueno, por la decencia de este relato, y por la poca justicia que se pudiese ofrecer al maltratado trasero de ese pobre hombre luego de lo que tuvo que haber pasado antes de llegar al elevador, yo tampoco. Hay cosas que es mejor no recordar. Por gracia y derivación, me aseguré de usar el sistema de saneamiento corporal. Tres veces. Sin incluso haberle tocado en lo más mínimo.

Con una imagen nueva quemada, y poco deseada, en mi mente ascendí hasta lo que le llamaban 'taberna' y descubrí que era más una extraña agrupación de partes de naves de antaño y corazas que ahora servían como barras y mesas. Las sillas eran butacas sacadas de bodegas de pasajeros de negocios y las mesas ondulares eran parte de cabinas de cazas, la mayoría marcadas con orificios quemados por láseres o magullados por cañones que habían grabado su historia. Aún con mi café en mano, decidí no ordenar una bebida. Tomé un sorbo, intrigada.

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—Mmmm. No está. —comenté decepcionada, a lo cual una voz me respondió—: Du hast verloren, fraülein? —llamó el barman, desde atrás mío.

Con mi poco alemán, negué con la cabeza y respondí—: Nein mir... mir geht es gut. —Debí haberle causado gracia con mi acento porque me respondió con una sonora carcajada.

—English? ¿Español? —gruñó de buen brío, así que le devolví una sonrisa.

—Either will do.

—Entonces hablaemos en español. English no ser muy bueno. Ich bin schrecklich! —aclamó con una mueca.

Terrible, ¿dice? Terrible era en ambas lenguas. Con ese acento podría espantar a los Thargoides de todas las Pléyades. Ahora era mi turno de reir.— Aurelia Sheppard —indagué sin rodeos, gesticulando una pregunta y observando a ambos lados para intentar dar a entender que le buscaba.

—Ah, jaaa! jaaa! —exclamó en su peculiar forma de hablar entre gruñidos y señaló hacia una de las mesas en la plataforma al frente del bar.

Luego de estrechar manos y despedirnos en un aleminglésañol horrorizante, ascendí lo que solían ser las escaleras de una nave Correo Imperial hasta llegar al nivel de la plataforma. Ahí la vi.

—¿Aurelia Sheppard? —la llamé por su nombre con firmeza. La primera impresión es la más importante. La tomé por sorpresa, claramente, porque saltó de su asiento al escuchar su propio nombre.

—Yesh? —respondió, temblando en cada extremidad, plantando sus manos en la mesa para darse balance al ponerse de pie.

—Sé que habla español. Lo vi en su reporte. Soy la comandante Snowsturm de la nave Silver Memory SNOW-1 estacionada en la bodega 14. —Fui brevemente interrumpida por un pequeño anuncio de mi controlador sobre mi nave, que estaba ahora al 50% de capacidad de carga. ‘Deben haber cargado más de las malditas cosas,’ pensé y fruncí el ceño.

—¿En qué le puedo ayudar...? —murmuró la señorita.

Mmmm. Era más joven de lo que pensaba. ¿…De verdad estuvo en la expedición pionera a Beagle?— ¿De verdad estuvo en la expedición pionera a Beagle Point? —disparé la pregunta en mi cabeza sin darme más vueltas.

—¿A-ah? ¿A qué viene la pregunta? —respondió confusa.

—Busco co-piloto, y usted parecía bien calificada, aunque parece más joven de lo que explica su anuncio —comenté, alzando ambas cejas.

—Ah, sí... sobre eso... —Ella apartó sus ojos.

Perdí mi sonrisa. Comenzó a desagradarme esto.

—¿Ex-empleada de la Agencia de Inteligencia Federal? ¿Qué puesto ocupaba? —seguí, sin darle tregua. Quería ver si alguna de sus calificaciones esta cierta.

—¡Sí, en el 2998! —respondió, aferrándose a lo que pudiese salvar lo que acababa de darse cuenta era una potencial entrevista de trabajo.

—¿Qué cargo ocupaba?

—Ah. Uh. Secretaria de servicios sociales... ¡Estuve mucho tiempo e hice buenas investigaciones sobre el...!

Me di la vuelta sin despedirme. Había perdido el interés. Mentira tras mentira, esta persona no funcionaría. Creo que estaba mejor plantada esperando a que se llenara mi bodega, en compañía de la desesperante capataz.

—Danke! —exclamé, alzando una mano hacia el barman quien a su vez me sonrió de buena gana.

Estaba mejor esperando a alguien que fuese capaz de llenar esos pedales en mi nave con botas experimentadas.

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Fin de la transmisión.

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Sector: Inner Orion Spur
Cuadrante: -20 : -60 : 40
Sistema:
HK Aquarii
Localización: Supercrucero
Hora: 0:39:02 del 28 Dec 3303.
Cambio.

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Ayudando a los rebeldes locales. Eso sí que no me lo esperaba. ¿Desde cuando este negocio de ser piloto se hizo tan extraño? Me froté la nariz. Para colmo de todo, estaba en un sistema gobernado por una potencia galáctica hostil hacia mí a razón de mi apoyo al Imperio. Adicional a eso, estaba… siendo buscada por un pequeñísimo incidente... Un cuento para otra ocasión. Estaba alentando vientos de guerra durante la época de navidad. ¿Ese es el espíritu? Jamás imaginé verme en tal situación en todos mis años de juventud en la estación Darkwater. Pero bueno. Hemos aterrizado en la estación. Un momento.

...

Localización: Estación Leestma Enterprise
Hora: 0:50:03 del 28 Dec 3303.
Cambio.


Habiendo atracado exitosamente en la estación, sin levantarme de mi asiento me apoyé contra el plato proyector holográfico frente a mí, descansando mi espalda. He pasado horas en esta silla hoy. No es la necesidad del dinero, no. Incluso Caterina opinó, con su poca opinión adquirida luego de meras horas de contratada, que parecía una comandante ejemplar. No lo creo así. No me siento particularmente ejemplar de ningún modo, mas hago lo necesario para sobrevivir en este crudo medio que es la Vía Láctea. ¿Verdaderamente siempre fue así, una desesperada carrera para recaudar más y más dinero para llevar consigo a la tumba? Tengo que admitirlo. Jamás he estado en Sol, ni tengo permiso siquiera para visitarlo. Fuera de poder observar los astros y sitios históricos con los cuales nuestros ancestros dieron luz a la tecnología antigua y decidieron alcanzar las estrellas, no tengo gran interés en visitar tampoco. Además, repudio a los federales. Lo que me pregunto es, una vez más... ¿ha sido siempre así, desde aquél entonces? No lo sé. Pero un terrible estremecimiento en mi abdomen me dice que no debería indagar más, por mi bienestar mental.

Sector: Inner Orion Spur
Cuadrante: -20 : -60 : 50
Sistema: Batz
Localización: Estación Bose Settlement
Hora: 0:59:23 del 28 Dec 3303.
Cambio.

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Agitando la mano en el clásico gesto de despedida, vi a los últimos pasajeros descender por la escalerilla azulada al lado de Caterina, quien parecía contenta de no tener que recoger basura dejada atrás por este grupo. Rebeldes bien comportados, hay que admitir. Decidimos transferir la nave al aparcamiento bajo suelo y fuimos por un café, para hablar sobre nosotras. Y a medida que fuimos charlando, el maravilloso aroma del café me hizo caer en cuenta de algo: eso es lo que debe llevarse consigo. No rangos, ni condecoraciones, ni dinero, ni fama. Pequeños sabores y memorias que llenen el alma. Sonreí por primera vez a Caterina, quien contenta me contaba sobre sus alucinantes experiencias en el sistema Ross 128 y así se nos fueron las horas. Y desde ahora, supongo, seguiré en búsqueda de eso. Pequeños sorbos de café.

Fin de la transmisión.
 
Last edited:
Sector: Inner Orion Spur
Cuadrante: 60 : -75 : 30
Sistema: Sowiio
Localización: Sowiio D 2, Estación Janszoon Prospect — Centro de detención
Hora: 13:58:09 del 02 Ene 3304.
Cambio.


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// ESTA TRANSMISION SERA REGISTRADA EN LA BASE DE DATOS DE LA PROCURADURIA DE DOMINION OF SOWIIO Y PODRA SER USADA LEGALMENTE EN SU CONTRA DURANTE PROCEDIMIENTOS CRIMINALES O ADMINISTRATIVOS //

// ¿ACEPTA LOS TERMINOS? Y / N //

// Y_ //

::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Algo terrible ha sucedido. Y todo es mi culpa.

Lo siento, Caterina. Lo siento tanto.

Estoy sentada en una celda, tras barras, sin nave ni dinero. Luego de un registro corporal, no tengo más a mi nombre que esta decrépita terminal monitoreada por la que estoy escribiendo estas palabras. Creo que, luego de canjear unos favores, me van a restar a lo sumo unos 80.000 créditos que se esfumarán en multas, papeleo y algún bocado de comida si es posible. Jamás pensé las cosas podrían dar un giro, tan drásticamente, en un segundo.

Si tan sólo hubiese previsto que terminaría así... Fue mi avaricia. No hay otro culpable.



La historia comienza hace dos días...



Sector: Inner Orion Spur
Cuadrante: 60 : -75 : 30
Sistema: Synteini
Localización: Estación William Sargent Vision
Hora: 23:28:18 del 31 Dec 3303.
Cambio.


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Caterina (mi subteniente) y yo estábamos analizando las diferentes trayectorias para poder maximizar nuestra influencia bajo el blasón de la senadora imperial Zemina Torval, de forma local y galáctica, antes del fin del ciclo de rotación de potencias galácticas en los próximos dos ciclos terrestres (dos días, para ser más claras). De esta manera, podríamos incrementar nuestros ingresos locales y renombre de manera substancial. Sentada ahí, no podía evitar ignorar varios de los comentarios de Caterina. Seguía algo molesta con ella, para ser sincera.

En nuestra previa misión, decidimos apoyar a un aliado que se aventuraba a surcar los cielos por primera vez: el comandante HakaBlack. Organizamos un par de vuelos sencillos, agradables y sin acontecimientos notables. Antes de partir con el comandante, le sugerí que se uniese a un entrenamiento rutinario de formaciones de combate, a lo cual accedió agradecido por todo nuestro apoyo durante el día.

—Caterina, voy a tomar un caza. —le notifiqué, levantándome de mi asiento. Nuestra nave, Silver Memory, era demasiado grande como para practicar la fineza de maniobras menores; era un mastodonte enorme que estaba planeado para usarse en una pelea más como un garrote que como una daga. Caterina me respondió con un saludo militar habitual. No pude evitar notar que esbozaba una sonrisa nerviosa en su semblante pero decidí no prestarle atención.

Descendí por la escalerilla hasta el hangar de cazas, y me monté en un pequeño modelo Taipán que estaba ya ensamblado—. Todos los sistemas funcionales, desplegando caza. —anuncié por el comunicador.

The commander is outbound. Second Liutenant Caterina Kirk has the deck. —anunció Celeste, mi Asistente de Voz de Cabina, mejor conocida como COVAS. Similar a una inteligencia artificial, Celeste anunciaba acontecimientos e incidentes importantes a bordo, al igual que ayudaba con tareas de mantenimiento y asistencia en combate. Toda una maravilla.

Una pequeña sirena. Me aferré a mis mandos. De un empujón seco, la pequeña nave se disparó súbitamente a toda velocidad por los rieles, emergiendo por la plataforma desplegada bajo la parte frontal de la quilla a más de 250 kilómetros por hora. Jamás podría cansarme de esa sensación.

Invertimos más de media hora entre el comandante y yo en maniobras básicas, rotaciones, maniobras evasivas y formaciones para vuelo en escuadrón en torno a Silver Memory. Al completar el giro final del entrenamiento exitosamente, el comandante HakaBlack rompió formación para aterrizar en la base local, la cual era demasiado pequeña para nuestra nave. Solté la palanca por un segundo, estirando ambos brazos a gusto, sin medirme al soltar un bostezo.

Una súbita y estrepitosa barrida de parpadeos brillantes me sobresaltó y, desde la cabina del caza, me horroricé al ver a Silver Memory aplacando al comandante HakaBlack a todo fuego.

—¡Alto al fuego! ¡Fuego amigo, fuego amigo! ¡Subteniente Kirk, cese fuego inmediatamente!

El fuego cesó. El silencio era horripilante. No hubo transmisión de vuelta de parte de la nave madre, así que me olvidé de Caterina por el momento. Ya lo dejaría para cuando regresase a bordo.

Silver Memory, mantenga posición y repliegue puntos fijos de inmediato. —le ordené agresivamente a la subteniente por el comunicador—. Comandante HakaBlack, reporte, ¿cuál es su estado?—

Hakablack, probablemente pasmado por la sorpresa, replicó que aún se encontraba vivo, para mi alivio.

—Proceda con una revisión de emergencia previa a su aterrizaje. —Confirmó, aún turbado, que el daño había sido suficiente para despedazar sus escudos y una fracción menor de la integridad de su casco, en una fracción de segundo. Afortunadamente había cesado justo a tiempo. Podría haber sido mucho peor. Luego de despedirme y escoltarlo muy de cerca hasta la estación, volé de vuelta a toda velocidad hasta la Silver Memory. Dispuse la señal para embragar con la nave madre y me alineé detrás. La plataforma receptora descendió paralela a la quilla, empujada por los cuatro pistones en las esquinas. Deslicé la nave cuidadosamente hasta la plataforma y, al sentir los ganchos tomar el caza, solté los mandos y observé el proceso de acoplamiento impaciente, esperando que la plataforma se elevase

Una vez segura en el hangar marché furiosa hasta la cabina, donde me encontré a una Caterina sollozante en su asiento de co-piloto, con el rostro hundido entre sus manos.

—Fue un accidente, lo siento. ¡Lo siento! ¡De verdad! Jamás había volado una Gutamaya y... —intentó abogar su caso frente a mí. Sentía el color llenando mis mejillas y los dobleces en mi rostro de la ferocidad de mi mirada ardiendo tras mis párpados.

—Fuera de la cabina. —ordené con una voz fría y firme como el hielo. Caterina ya había aprendido lo suficiente al volar conmigo como para saber que no podría hacer nada al respecto por el momento y aceptó retirarse en silencio.

. . .

—¿Qué le parece ese plan, comandante? —me despertó la voz de Caterina, haciéndome volver a la realidad.

—Suena adecuado, subteniente. Es lo mismo, supongo. Comience a cargar los primeros contratos y yo hablaré con los representantes del comité de misiones para dirigirnos exclusivamente al sistema Sowiio. Menos saltos entre sistemas estelares, menos tiempo desperdiciado.

Con la bahía de carga llena, con más de cuatrocientas toneladas de mercancía debo agregar, comenzamos el trayecto para incrementar nuestra reputación local, asegurándonos también de pasar por la estación espacial Lagerkvist Gateway en este mismo sistema antes del salto al sistema Sowiio para tomar más misiones.

Es conocimiento común y no creo que falte mencionarlo, pero el desplazarse por un mismo sistema estelar (el conjunto de astros que rotan alrededor de una estrella, tal como lo es el sistema solar) era ahora infinitamente más cómodo gracias a desarrollos hechos por la humanidad en tecnología de punta hace cientos de años. El motor de distorsión, un módulo especial montado al interior de todas las naves, pequeñas y grandes, induce la nave de forma segura a entrar en lo que llamamos comúnmente supercrucero, un estado en el cual puede alcanzar velocidades más altas que la de la luz, con una velocidad máxima de 2.001c (2.001 veces la velocidad de la luz), tomando aproximadamente 57 minutos para alcanzarla si se navega en dirección opuesta a cualquier masa, tal como estrellas, astros o agujeros negros. O sea, si se navega hacia la nada misma. Esta velocidad es proporcionalmente afectada, como puede asumirse, al efecto de la presencia de masas en el continuo del espacio-tiempo. Toda una barbaridad.

El mismo módulo, una pieza de tecnología de punta, permite que la nave trace una ruta entre un sistema estelar a otro, hendiendo un agujero en el continuo del espacio-tiempo y desplazando el navío completo a través del mismo a través del hiperespacio. Es todo un espectáculo asombroso. En general, el porcentaje de la humanidad que tiene o ha tenido previamente el placer de ver este tránsito interestelar es mínimo, ya que surcar el espacio es riesgoso y costoso. Adecuadamente, el prestarse para transporte de pasajeros es un negocio increíblemente lucrativo. Hoy en día, la gran mayoría de la humanidad lleva vidas regulares en estaciones o planetas terraformados. Aquellos que navegamos las estrellas somos pocos y afortunados.

Luego de saltar a Sowiio, comenzamos un trayecto de astro a astro, estación a estación, realizando entregas, coleccionando datos, recuperando cajas negras de batallas y mercancía extraviada a lo largo del trascurso. Como acabo de mencionar, no faltan aquellos que intentan hacer una ganancia rápida de comerciantes inadvertidos, interdictando sus navíos durante el trayecto de supercrucero, para regresarlos a velocidad regular a la fuerza, y asaltarlos. La piratería no tiene edad ni nombre propio, parece. Asimismo, fuimos presa de interdicciones algo frecuentes y mayormente molestas de naves menores y comandantes mediocres, de lo cuales hicimos breve labor. “Speak softly and carry a big stick,” una frase que mantengo muy presente. Continuamos así, avistando docenas de rostros y estrechando docenas de manos por las próximas horas.



Sector: Inner Orion Spur
Cuadrante: 60 : -75 : 30
Sistema: Sowiio
Localización: Sowiio ABC 9 D, estación Montrose Terminal
Hora: 10:01:54 del 01 Ene 3304.
Cambio.


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—Muchas gracias, y buen día para usted. —repliqué al comentario final del representante al recibir la carga de desechos biológicos. Jamás entenderé para qué alguien querría tanta basura. Y encima desechos de algo vivo. Puagh. Habíamos brevemente celebrado el cambio de año solar a bordo de Silver Memory, en tránsito de estación a estación. Un dígito más, 3.304. Hurra.

—¿A dónde ahora? —comentó Caterina tras de mí con una lista holográfica del inventario de los contenidos en la bahía de la nave.

—Estoy segura que este lugar debe tener al menos un bar decente. Ese último aterrizaje no se me dio muy bien, y creo que es buena señal que necesitamos ya descansar. ¿Vamos por algo de tomar, Caterina? —comenté, rompiendo protocolo militar, ya concluida nuestra labor. La observé notablemente aliviada luego de mi sugerencia. Supuse que había sido un día largo para ella también. Decidimos descansar en la estación, tomar algo y pasar la noche, tranquilas, en camas regulares con niveles agradables de gravedad. No estaba de mucho ánimo para celebrar más del año nuevo.


Hora: 20:07:12 del 01 Ene 3304.



Aseada y lista, me adelanté para hacer un inventario rápido de las misiones restantes e intentar buscar algunas misiones de vuelta a Synteini que fluyesen en un solo sentido sin forzarnos a regresar por el pago. No estábamos precisamente en la ventana de tiempo planeada, pero no era gran percance ir un par de horas rezagadas. Una vez Silver Memory estuvo inventariada y lista, le comuniqué a Control nuestra intención de despegar en los próximos minutos. Corriendo los protocolos de extracción de nave desde el hangar, preparé todo para el día de trabajo y tracé la ruta de vuelo. Al alzar la vista me di cuenta que Caterina ya estaba en posición y lista para zarpar, ocupada ya en detallar la ubicación de los siguientes puertos estelares en cada etapa de nuestro trayecto. Sonreí para mí misma.

—Permiso para despegar, Control.

. . .



Localización: Sowiio ABC 9 E
Hora: 02:57:54 del 02 Ene 3304.




—¿A qué se refiere que olvidó empacar el VRS? —vociferé molesta frente al menú holográfico de los vehículos desplegables de la nave. —Era obvio que teníamos que traerlo para poder descender al planeta, ¡obvio!

Estábamos aterrizadas en un astro planetario, y me estaba preparando para descender a la bahía del VRS (vehículo de reconocimiento terrestre) todoterreno Escarabajo cuando llegué al irritante descubrimiento que Caterina había olvidado solicitar que los estibadores en la estación cargaran los VRS en la nave.

—Si estamos cortas de tiempo, podríamos simplemente comprar uno en Reamy Landing, o... en Fowler Oasis, o incluso en Pittendreigh Asylum... tal vez. —respondió desesperadamente intentando enmendar la situación.

—No voy a desperdiciar más dinero en algo que ya tenemos en el sistema vecino, ni más faltaba. —resoplé enojada—. Trazar plan de vuelo de vuelta a Synteini... —murmuré exasperada, enviando más poder a los motores y observando cómo frente a mis ojos se iba alejando el objetivo de nuestra misión actual. Dando la vuelta, empezamos rumbo al sistema Synteini para recoger los malditos carritos de exploración. Ya me encargaría yo misma. Tiempo desperdiciado.

. . .



Localización: Sowiio ABC 9 E
Hora: 04:06:36 del 02 Ene 3304.




Comencé a acercarme al punto de misión para escanear desde el interior del VRS el punto de datos en la base terrestre, aún bastante molesta por el incidente. Decidí hacer una nota mental de reducirle el porcentaje de pago a Caterina cuando volviésemos a Synteini.

Warning, you're entering a trespass zone. —me advirtió Celeste con su melodiosa voz electrónica. Y yo con los pelos de punta. Rrr... qué más da. Lista para el combate, desplegué torreta del róver e inmediatamente, tras completar el objetivo de la misión que era el escanear un panel de datos confidenciales, la seguridad automática de la base respondió en furor completo. Las torretas locales cobraron vida, y una serie de drones de asalto se desplegaron en mi dirección.

Con maniobras practicadas, freí los drones y las torretas cercanas sin permitirles hacerme gran daño al escudo del todoterreno. Al volver a la nave, caí en cuenta que habían otras cinco misiones del mismo talante y decidí agruparlas todas primero. Una y otra vez, el mismo escenario que, desafortunadamente, no era del todo legal porque algunos alegaban que podía ser considerado como sabotaje. Qué remedio. A medida que descendíamos al último planeta para realizar el escaneo final decidí, azorada por las constantes notificaciones de botín creciente sobre mi cabeza, no aceptar más misiones riesgosas por hoy. No obstante, para mi sorpresa, había un pequeño grupo armado aguardando nuestra llegada.

—Commander Snowsturm, you are under arrest. Do not resist or we will be forced to use lethal force against you. —apareció con claridad en mi panel de comunicaciones entrantes, de parte de la nave en el medio del grupo. Anaconda. Rango de combate: Dangerous. Rrrr…

—Subteniente, despliegue caza de inmediato. —le ordené a Caterina, preparándome para el combate.

—Lo siento, comandante. Estamos demasiado cerca del suelo para que me pueda desplegar... —respondió impotente.

Ignorándola, desplegué anclajes de combate y comencé la pelea contra lo que eran dos Cobras, naves pequeñas pero ágiles, y una Anaconda, una nave similarmente pesada como Silver Memory, con un poder de fuego considerable. Estaba en clara desventaja. En un elegante y terrible vals, me mantenían bajo fuego desde mis puntos ciegos, por lo que descendí hacia la tierra a un nivel riesgoso para una nave de nuestro tamaño.

—Comandante, altitud es 350 metros, ¡elévese! —exclamó Caterina, a lo cual hice caso omiso.

Target destroyed. —anunció Celeste. Anaconda fuera, restaban dos. Sus rangos de combate otorgados por la Federación de pilotos eran igual de altos que el de su excompañero en la Anaconda. Mis escudos estaban ahora al 20%. Sudor frío corría por mi espalda.

Reaccionando de inmediato, las Cobras comenzaron maniobras evasivas y cambiaron su táctica de ataque a una inteligente rotación de fuego alternado durante sobre-vuelos.

"Demasiado rápidas," pensé, desactivando la asistencia de vuelo para lograr un giro más apretado y ganar distancia mientras obtenía un poco de visibilidad sobre ellas.

Shields offline. Taking damage. Hull breach attack.

Observé mi escáner. Sus escudos estaban casi en perfecto estado.

Qué hacer... qué hacer...

De pronto, vi algo que me dio una idea.

—Subteniente, ¡repliegue todos los módulos, apague las luces y corra la nave en modo silencioso! —ordené.

—¡Eso nos quitaría nuestra última forma de luchar, comandante! ¡Es suicidio! ¡No quiero morir! —gimió desesperada.

Hull integrity at 50%. —advirtió Celeste.

—¡Hágalo ya! ¡Es una maldita orden! —grité agresivamente, girando la nave en vertical y empecé a esparcir todo lo que hubiese en mis anclajes de apoyo: cantidades descomunales de señuelos y casi todos los eyectores térmicos creando una densa humareda caliente que, robando todo el calor de la nave, esperaba pudiese engañarlos al hacer perderles el objetivo fijado, siendo lo suficientemente vistosa como para pasar por lo que serían los rastros de mi nave luego de una explosión interna.

Silent running.

Ayudadas ahora por la ausencia de la alta vistosidad de luces externas que portaba Silver Memory, y que probablemente hacían de nuestra nave tan obviamente discernible en combate, viré el navío oscurecido hasta el interior de un cráter que se abría como caverna gracias al poderoso impacto de algún asteroide en antaño, estrellando la proa con violencia contra el muro del fondo de la cavidad.

Silencio.

Warning, temperature critical.

El modo silencioso efectivamente cerraba todas las pestañas de ventilación, atrapando el calor dentro de la nave, lo que la hacía difícil de fijar como blanco para las computadoras de vuelo enemigas y la hacía prácticamente invisible en los radares. El indicador de calor interno subía con urgencia. Tenía disipadores de calor aún que podrían capturar y eyectar todo ese calor inmediatamente, enfriando así la nave de forma instantánea, pero no podía arriesgarme aún con las naves sobrevolando. Los eyectores eran increíblemente brillantes y nos delatarían.

—¿Comandante? —murmuró Caterina aún impactada e inmóvil.

—¡Shh!

100% Calor. Aún no... aún no...

Warning. Taking heat damage.

200%. Aún no...

Module malfunction.

El tablero de comunicaciones se iluminó. —Bounty target has been destroyed. Returning to base, Control.

Temperatura sobrepasando el 230%.

Instantáneamente luego de dos destellos en el cielo que marcaban la entrada a supercrucero de las cobras, violentamente activé los refrigerantes, soltando los últimos tres en lugar de uno.

Heat sink deployed.

Un frío artificial heló la cabina con furia, congelando el vidrio de frente a nosotros el cual se oscureció bajo la influencia helada de los refrigerantes y, por un minuto, la luz cesó su presencia completamente al interior de la nave. El sonido de nuestros jadeos espantados luego de haberle hecho frente a la muerte y haber sobrevivido llenaba la cabina.

—De... desactive el modo silencioso y reinicie la nave para secuencia diagnóstica de reparación de emergencia, subteniente.

Thermal signatures restored. Diagnostic repair sequence initiated.

Todas las interfaces holográficas de la nave parpadearon momentáneamente antes de apagarse. Una serie de comandos comenzaron a aparecer en una de las pantallas holográficas, describiendo los exámenes automáticos que la nave estaba conduciendo durante el diagnóstico.

Diagnostic sequence successful. Shields online. Thrusters online.

—La... nave ha... ha... perdido el 94% de la durabilidad de su coraza y nuestro distribuidor de poder está gravemente averiado. Los otros sistemas parecen estar aún mayormente funcionales. —murmuró, desplegando anclajes para examinar daños articulares.

Eran buenas noticias.

—Repliegue todos los puntos fijos y ajuste curso a la próxima estación de misión. —ordené, intentando salir de este miasma mental que comenzaba a absorbernos.

—Pero comandante... —murmuró ella antes de cortar su propia respuesta y simplemente obedecer.

Crujiendo, la nave se deslizó fuera del cráter y con el poco poder que le quedaba, comenzó a alzarse. Con los demás módulos no esenciales desactivados, la energía que podía recibir iba redirigida en un 75% de eficiencia a los motores, lo cual fue suficiente para activar el motor de distorsión y entrar en supercrucero.

—¿Sabe?— susurró Caterina, intentando romper el hielo. —La comandante Maya Fey ha visto las ruinas Thargoides y las grabó en una de sus bitácoras. Me encantaría ir a verlas, pero me conformo pudiendo haberlo vivido con ella a través de su publicación. Quiero conocerla algún día, —murmuró más para sí misma— la admiro mucho. Fue una gran parte de la razón por la cual volví a volar luego de todo lo que pasó hace tanto en Ross 128... —El resto del vuelo fue silencioso.



Localización: Sowiio D 2, estación Janszoon Prospect
Hora: 06:12:08 del 02 Ene 3304.




Descendiendo del supercrucero a toda velocidad, inicié el post-quemador y solicité permiso de aterrizaje.

—Caterina, modo silencioso.

Silent running. —murmulló diligentemente Celeste.

Seguíamos siendo cazadas. A cada salto, un caza-recompensas. Sus naves y rangos ahora no eran nada de lo cual avergonzarse. Probablemente descubrieron que seguíamos vivas luego de que el par de pilotos de las Cobras intentasen reclamar recompensa por nuestras cabezas. No podíamos darnos el lujo de ser vistas. Por los parlantes, una advertencia de parte de Control pasó inadvertida, valga la redundancia, de que habían perdido rastros calóricos en sus radares de nuestra nave. Lógico. Nos cocinábamos por dentro para ser ‘invisibles.’

—Tren de aterrizaje. —anunció Caterina.

El estruendo de las patas amortiguadas de la nave resonó desde la bahía de carga. Aterrizaje ligeramente forzoso.

—Comandante, tenemos 35 minutos antes de la rotación del ciclo de poder. —avisó Caterina—. Podemos hacerlo, pero no podemos tardar.

Estuve de acuerdo. Teníamos 35 minutos para vaciar nuestras bodegas con las entregas, volver a Synteini, recoger los contratos y volar hasta el sistema en expansión antes del fin del ciclo. Descargamos a prisa y pedimos permiso para despegar.

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Landing gear retracted. —Post-quemador al máximo, seguimos en ruta, evitando exitosamente dos interdicciones en el camino.



Localización: Sowiio D 3, estación Reeves Prospect
Hora: 06:28:49 del 02 Ene 3303.


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Descendiendo por lado oscuro del planeta, teníamos Reeves Prospect en la mira. La visibilidad era pésima así que navegábamos exclusivamente por señal de radar. Estábamos casi a punto de terminar nuestras entregas. En la etapa del planeo, durante el descenso de órbita, Caterina se levantó de su asiento para preparar la carga para ser entregada.

—Comandante, voy a la bodega de carga. Según aterrice, me encargaré de depositar la carga tan pronto como sea posible para poder continuar. Dejo el resto en sus manos.

Asentí sin mirarla.

Comencé el descenso apurado, transfiriendo el poder a los post-quemadores, sin redistribuirlo a sistemas, cosa que dejaba la nave relativamente desprotegida en favor de más fuerza a los motores.

—Gutamaya Sierra November Oscar, this is an Imperial station... —‘Blablabla,’ cacareó la torre de control.

—Permission to land, Control. —pedí.

—Granted, please land on pad 10. Commander, please reduce your speed immediately.

—Negative control. Can’t-co’. We are on urgent, Imperial business. —expliqué, enfocada en más volar y en menos hablar. No estaba como para bajar la velocidad, con tan poco tiempo restante.

Modo silencioso, escudos apagados de nuevo para evitar que pudiésemos ser rastreadas durante el aterrizaje.

Apliqué los propulsores frontales e inferiores para reducir la velocidad.

—... Voy demasiado rápido.

Intenté inútilmente redistribuir poder a motores e intenté activar el post-quemador para elevarme.

—¡Caterina, prepárate para el impacto! —grité lo más alto que pude, pero no creo que pudiese oírme.

Al virar, nos estrellamos contra una nave imperial y luego contra una estructura, perdiendo instantáneamente el escudo y más del 50% de la coraza.

Menos de un segundo después, un brillo titilante e intenso inundó la cabina y sacudió brutalmente la nave.

En un parpadeo, estaba siendo empacada por el sistema automático de la nave en la cápsula de escape.

. . .

Ahora descubro que el accidente contra la nave imperial fue automáticamente registrado como un gesto de agresión en una zona de fuego restringido, lo cual provocó la respuesta automatizada del sistema de defensa de la estación y de todas las naves policiales cercanas, en todo su furor. Fui informada de que la otra cápsula, destinada para Caterina, estaba vacía y no había rastro de ella. No había estado en su asiento a tiempo.

Silver Memory
y todo lo que había en su interior ahora eran poco más que una pila de chatarra ardiente. Con favores imperiales, parece que podré reemplazarla. La nave. Sólo la nave…

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Esa es la historia. No es una buena historia; la detesto y aborrezco el final, pero esa es.

Fin de la transmisión.
 
Last edited:
Sector: Inner Orion Spur
Cuadrante: 60 : -77 : 30
Sistema: Kikua
Localización: Supercrucero
Hora: 0:35:29 del 09 Ene 3304.
Cambio.


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Alcé mi vista sobre mi hombro para observar al mayor Frost en la silla de copiloto, calibrando las herramientas de los caza y preparándose para el combate. Sin importar su increíblemente bajo rango como ‘inofensivo’ bajo los estándares de la Federación de pilotos, era un natural en los controles y… bueno, su apellido iba perfectamente con la temática de la nave. Temo admitir que fue lo primero que captó mi atención. La comandante Snowsturm y el mayor Frost. Bien, bien… De cualquier forma, no puedo decir que haya seleccionado a la ligera. Recientemente, he diseñado una serie de ejercicios que examinan los reflejos y el carácter de una persona, y qué tan lista está para hacer lo impensable sin cuestionarme. La subteniente Kirk tenía una capacidad adecuada de seguir órdenes pero no era una natural para seguirlas sin preguntar… No volveré a cometer el mismo error que cometí con Caterina. No necesitaba amigos, necesitaba subordinados. Necesitaba a alguien a quién presionar sin que pudiese quejarse.
Cada vez que aterrizaba en alguna estación o me acoplaba en alguna ciudad, lo primero que hacía era desmontarme de la nave e ir a dar un vistazo a la sala de tripulación, sin molestarme en removerme el maquillaje de guerra ni sin anunciarme previamente. Me encantaba tomar a mis candidatos imprevistos y ver cómo reaccionaban. Entre lanzar preguntas terriblemente difíciles como 'cuál es el precio de una vida para usted' o 'por cuánto me vendería a los federales,' podía deshacerme de los débiles y simplones. De todos los candidatos, el mayor Frost fue el único que se mantuvo imperturbable durante toda la charla; hágase notar que jamás le informé el propósito de mi visita y simplemente decidí entablar una conversación con él, que fue más o menos así.
—Damas y caballeros, soy del comité local de protección a la ciudadanía de Sowiio y me han enviado a informarles que hay una amenaza de una bomba en esta sección de la ciudad. —pronuncié en el tono más grave y tenso que pude dar. Aterrados, huyeron despavoridos naturalmente. De los potenciales reclutas quedó sólo uno en la sala, que no podía ser inmutado más allá de la molestia de tener que colocarse los calcetines de nuevo. 'Hay esperanza,' pensé y tomé asiento en el sofá a su lado, fijándome qué veía en la holovisión.
—¿No hay amenaza, verdad? —murmuró, haciéndome un gesto para que le alcanzase una cerveza. Alcancé dos.
—¿Tan obvio era? Siempre me comentan de lo valerosos que son los aspirantes a tripulantes y no puedo evitar pensar que dejan mucho qué desear.
—Son buenos tras un timón, y muchos de ellos tienen calibre y callos, pero no tienen carácter.
Nos sentamos un rato, observando a una reportera hablar de un terrible accidente en el sistema local, con una nave Imperial Cutter hace una semana, que reportó una fatalidad. Cerré los ojos intentando no recordar los días en detención, y negué para mí misma con la cabeza, quedándome en silencio. Sobre eso, bueno. Al escuchar sobre mi horrible accidente a mano de sus propias fuerzas, la misma senadora Torval, o alguien que hablaba por ella, prometió enmendarlo durante mi estadía en prisión.
En una llamada con un representante imperial mientras que estaba en ese centro de detención, esa persona corroboró mi ubicación y confirmó mi información personal. Sin darme más explicaciones, la comunicación se cortó. Un poco menos de dos horas más tarde, se me informó que todos los cargos contra mí habían sido levantados y podía irme, pero no antes de pasarme por el hangar debido a que un representante del gobierno imperial estaba esperándome. Cuál fue mi sorpresa al encontrarme a un escudo de Torval con una Cutter nueva tras ella. Sin darme más explicaciones, ella extendió el contrato finalizado de la nave, pagada en su totalidad, y susurró bajo—: You owe us.
A lo cual naturalmente le respondí, irritada—: I'm one of you. Duchess Snowsturm, which I’ve said, by now, a thousand times, in case you don't bloody recognize me. Either give me the damn thing with no strings, or let me rot in jail in peace. So, off. Anda a que te den, cachorrita. —No estaba como para sus juegos de mafia, ni estupideces similares. Si Torval quería sacarme de prisión y volverme a poner en la fuerza, me parecía perfecto, pero no iba a tomar un insulto de alguien con un rango inferior al mío. Al final, ninguna de las dos agregó nada más, y se me permitió partir sin gran revuelo, ni tener que rendir mi identidad a la oficina de la procuraduría local; tal vez con más razón: probablemente todo esto era debido al hecho que no desearían informar a la prensa que una duquesa imperial había estado detenida en su prisión luego de haber sido asaltada por las fuerzas locales durante un accidente y haber asesinado a su copiloto.
Dejando esa historia de mano, tomé un respiro profundo, cambiando de canal, sentada aún en el sofá al lado de este extraño. Al menos los reporteros no tenían mi identidad, cosa que ayudaba enormemente. Un canal de carreras intergalácticas. Eso prometía. Seguimos bebiendo en silencio.
—¿Debería llamar a la guardia imperial y reportarla por falsa alarma? —preguntó Frost, en un tono de 'si pudiese importarme menos, me asombraría.'
—Adelante, podría ser interesante. —sorbí de mi cerveza, sin agitarme.
—No creo que me paguen por ello. —concluyó y lo dejó de lado—. Mayor Frost, un placer. —masculló sin voltearme a ver, extendiéndome su diestra sin el mayor esfuerzo.
—Comandante Snowsturm. —decidí darle la oportunidad—. Un gusto. —Con mi zurda, le di el estrechón de mano más extraño y perezoso que hubiese tenido en años.
—¿Comandante? ¿Qué nave vuela? —preguntó él con algo más de interés, pero menos que el que le tenía al holovisión—. Es la segunda vez que Charles Putt califica para los cuartos de final, pero jamás logra pasar de ahí. Volé con él en el '17 y desde entonces he seguido su carrera profesional, pero es una ilusión fallida, digo yo.
—Vuelo una que tiene máquina de hacer hot-dogs en el compartimiento cercano al motor de distorsión. Saben algo extraño luego de entrar al hiperespacio; flácidos diría yo. —me alcé de hombros, intencionalmente evadiendo la pregunta antes de tomar otro sorbo de la cerveza—. ¿Y usted, Frost, qué maneja?
—Tengo una Eagle en la que trabajo en mi tiempo libre. No vuela desde el '27 pero tengo algo de cariño por el cacharro. Ya volaré de nuevo con él. —También era mecánico. Sonaba bastante adecuado.
—Si es una Eagle imperial, puede que tenga a alguien que sepa una cosa o dos sobre naves imperiales. ¿Le apetece ir a verle? —Me levanté, cerveza aún en mano, y agarré otra para el camino. Cerveza fría y gratis es la mejor clase de cerveza.
—Venga, por qué no. No ha hecho hoy nadie una cita para reclutar tripulación, y luego de tu pequeña hazaña no creo que venga nadie hoy nadie tampoco, así que da bastante igual. —Se puso de pie y estiró. Descubrí que Frost era un hombre de torso amplio, ojos marrones, con barbas y pelos cobrizos, cortos pero no del todo bien cortados, y de buen talante. Me daba muy buena espina.
Ascendimos al hangar y nos desplazamos por los caminadores automáticos internos hasta la plataforma de aterrizaje número 12. Al abrirse la puerta, Silver Memory se mostró en todo su esplendor frente a nosotros, recién terminada de rearmar y pintar, con sus anclajes desplegados. Con un silbido de admiración, Frost llevó sus puños a sus caderas y alzó su rostro para contemplarla.

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—Pero qué guapura. Vaya ejemplar que es. El modelo nuevo, encima. Juuuuu, con lo que gano no creo que, ni con la mayor suerte, pueda ni alcanzar a barrer una de estas en el futuro. Verla de cerca ya es un privilegio así que gracias, comandante. Siempre es un todo un espectáculo ver semejante nave en persona. —Asintió más para sí mismo mientras que iba deambulando y observándola por debajo.
La nave medía unos asombrosos 192.6 metros de largo, 111.1 metros de ala-a-ala, y 33.4 metros de alto, sin contar alerones, pesando sin módulos adicionales ni carga un total de 1.100 toneladas. Podía llegar a cargar un máximo de 794 toneladas en su interior y alcanzaba la velocidad de 372 metros por segundo salida de fábrica, sin contar ninguna de las modificaciones adicionales que le había yo hecho. Era todo un ejemplar monstruoso. Los técnicos aún estaban finalizando los ajustes finales de los anclajes, por lo cual Frost pudo deleitarse aún más al poder contemplar el enorme anclaje tipo cuatro justo sobre su cabeza: una gigantesca ametralladora con cañones mucho más grandes que el cuerpo de un ser humano. La emoción en sus ojos fue lo que me convenció. Tenía pasión por volar y sabía que en sus manos, sin importar cuán faltas de callos, Silver Memory y yo estaríamos seguras.
—¿Y bien, le apetece verla por dentro?
Si alguien hubiese dejado caer una aguja en la plataforma, podríamos haberla escuchado.
—¿A qué se refiere? —preguntó, comenzando a sumar dos más dos.
—Comandante Snowsturm, —le extendí la mano de nuevo— duquesa imperial y escudo de Torval, dueña de la Imperial Cutter Silver Memory. Felicitaciones, mayor. —Sonreí observando al pobre hombre, a quien parecía que le habían arrebatado el tapete bajo sus pies.
—Eso significa que usted… su… esta nave… yo… ¿yo? ¡Pero si sólo soy un rango 'inofensivo'! ¡Un Donnadie! ¡Hay montones de pilotos con más estrellas en sus hombros que yo! —clamó sincero y estupefacto.
—Poder de fuego tengo más que suficiente. —Apunté con mi pulgar detrás de mí a la enorme metralleta de cuatro cañones—. Necesito a alguien que sepa tomar la decisión correcta en el momento correcto sin perder la calma, y a quien pueda soportar por días a bordo si es necesario. Si no le interesa la invitación puede… —comencé a decir mientras que retraía mi mano, a lo cuál él saltó y la apretó con ambas suyas desesperadamente, como un hombre sediento y moribundo que encuentra su oasis.
—¡Mayor Frost listo para su servicio! ¡Será todo un honor, todo un placer, todo un honor… digo… sí, trabajar con… para usted, comandante! —rugió escandalizado y enérgico.
Sonreí divertida. —Vaya por sus cosas, lo espero a bordo, zarpamos en dos horas. Estamos a la espera de un último grupo de prisioneros políticos para volver a central. —declaré, poniendo su resolución a prueba por última vez.
—¡Sí, señor… señora! ¡Iré por mis efectos personales y a despedirme de mi madre antes de zarpar! ¡Necesito contarle las buenas nuevas! —Se mostró inquieto ante mis ojos. No tenía problema que concluyera sus asuntos personales antes de partir; de hecho lo prefería—. Estaré de vuelta a bordo del… —pausó un momento, observando la enorme figura de la nave por un instante— ¿cómo dijo que se llamaba esta preciosura de nuevo? —Me agrada, me agrada.
Silver Memory. Voy a estarlo esperando. Tome cuanto le sea necesario, no tenemos apuro. Prefiero que deje sus asuntos locales finalizados antes de tomar rumbo. Sabe dónde encontrarme. Y, sobre su paga, comenzaremos con la taza regular para alguien de su rango. A medida que vaya progresando, también lo hará su porcentaje.
El mayor Frost salió despedido como alma en pena, como si tuviese miedo de que alguien más fuese a quitarle su puesto. Sonreí viéndolo partir cruzada de brazos, contenta de tener a alguien a bordo legítimamente interesado en Silver Memory y en el negocio.
Bueno, ya. Me desvié bastante de los hechos de hoy, un par de veces para ser exacta. Como decía, de vuelta al ahora. Volando, espacio, mirando al mayor a bordo de Silver Memory. Yupi. Hoy, nuestra misión, era darle una mano de nuevo al comandante HakaBlack con un trabajo algo más desafiante de lo normal para él. Sentados frente al tablero de trabajos, lo animé a tomar un par de misiones de cacería de piratas, asegurándole que cubriría sus seis. Armado para iniciar una interdicción, se adelantó frente a mí, en búsqueda del villano.

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—Comandante, nave se acerca a sus ocho en punto, ascendiendo. Tenga cuidado. —le advertí a través del comunicador de voz.
—Ah… permítame un momento. —balbuceó, intentando acostumbrarse a los controladores para rotar en búsqueda de objetivos—. ¡Es él, es él!
Su objetivo, un John Troiani montado en una nave de combate, la popular Fer-de-Lance, estaba justo a tiempo, tal como la inteligencia había dicho; sin embargo, para nuestra mutua sorpresa, fue Troiani quien inició interdicción a nuestro inexperimentado comandante.
—Mayday, mayday, estoy siendo interdictado. Por favor. —acudió, con urgencia en su voz.
—Sométase. Baje la velocidad, comandante, por el bien de su nave, y confíe en mí. Asegúrese de acelerar una vez caiga de supercrucero para ganar espacio entre ustedes. —le instruí con cuidado y claridad.
El comandante siguió presto las direcciones y ambas señales desaparecieron en el radar para ser reemplazadas con una estela que me señalaba su salida.
—¡Estoy bajo fuego, iniciando maniobras evasivas! —exclamó el comandante desde su pequeña nave, una Adder, un modelo barato y común entre aquellos que realizan pequeños viajes comerciales un par de veces al año de estación a estación. De no llegar a tiempo le harían papilla espacial.
Con un poderoso estallido, caímos de supercrucero y el mayor Frost estaba listo para desplegarse.
—Knock, knock, motherf… —apunté fijo a la Fer-de-Lance—. Mayor, fuego a discreción.
—Entendido, comandante. Armas listas.
En una elegante elipsis, el comandante se alzó en una curva cerrada, deslizándose por el punto ciego de la Fer-de-Lance evadiendo todos sus tiros, ganando más tiempo mientras que la preparábamos para mi asalto. Para tener tan poco tiempo tras el timón, Frost se movía bastante bien. Lo poco que le había enseñado había pelechado con una fuerza increíble, incluso en una nave tan sencilla como es un caza.
Una poderosa descarga de fuego de las tres naves tomó muy de sorpresa al pirata, royendo sus escudos en sólo unos segundos, por lo que intentó prepararse para saltar. Celeste, mi COVAS, la inteligencia artificial a bordo, advirtió que intentaba iniciar su motor de distorsión.
—Not on my watch. —le dije por el canal directo, acercándome lo suficiente como para generar un bloqueo de masa con el enorme tonelaje de mi nave, que impedía que su motor de distorsión crease el efecto de disrupción espacio-tiempo necesario para llevarlo a velocidad de supercrucero. Atrapado, no tuvo ni tiempo de poder rogar por su vida. El comandante, el mayor, y yo nos encargamos de no dárselo.
—Muere. —me escuché decir crudamente por el canal abierto, propinando los tiros finales sin misericordia y fulminando hasta el último rastro de él. Una extraña y oscura sensación de satisfacción envolvió mi cuerpo y se deslizó por mis brazos hasta la punta de mis dedos sobre el gatillo. El poder de decidir sobre una vida.
—Vuelva a bordo, mayor. Procedimiento de acoplamiento iniciado.
—Afirmativo.
Contento con el botín, el comandante Hakablack siguió al frente en la cacería de criminales y exterminación de pestes locales y así continuamos por el resto del día. Luego de la muerte de Caterina, en el fondo de mí, ese día en el momento que apreté el gatillo por última vez, descubrí algo sombrío. En mi interior había una gran oscuridad, que comenzaba escurrirse, emergiendo muy lentamente…

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Fin de la transmisión.
 
Last edited:
Genial... sigue así, que quedé con ganas de más

Y sí, el café tiene que ser como una despedida en la noche (negro y amargo) :p
 
Genial... sigue así, que quedé con ganas de más

Y sí, el café tiene que ser como una despedida en la noche (negro y amargo) :p


¡Muchas gracias! Lo que más me agrada del personaje que estoy tejiendo es lo única y cruda que puede llegar a ser, y al leer relatos como los suyos y los de Maya Fey, crean un contraste tan fuerte... Me fascina. Creo que la próxima intentaré hacerla más oscura, para solidificar esa característica mucho más. Gracias por leer.
 
Como pueden fijarse en las fechas de las publicaciones, estoy con un poco de atraso en mis escritos, y tengo bastante pendiente qué relatar. Espero que disfruten al menos lo que llevo revisado... de hace dos años. Qué vergüenza.

Sector: Inner Orion Spur
Cuadrante: -20 : -64 : 30
Sistema: Upsilon Aquarii, estación Allen Hub
Hora: 22:23:56 del 18 Feb 3304.
Cambio.


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Qué decir. Mientras cargaban en la cabina económica de pasajeros, instalada temporalmente en Silver Memory, a los cabecillas de la revolución, presos y empacados en cápsulas, decidí actualizar un poco los recientes desarrollos a mi alrededor. Han sido unas semanas bastante interesantes, en toda sinceridad. Así que vamos a ir lo más en orden posible. No considero que tenga los minutos exactos para ninguna de estas cosas, ya que me he estado moviendo con mucha frecuencia y recuerdo muy pocos datos exactos de los lugares en los cuales ciertas cosas ocurrieron; mas haré noción lo más lealmente posible a la manera en la cual los hechos se desenvolvieron.

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Primero lo primero. Ataques Thargoides. O atacan, o investigan. Para aquellos que viven bajo una roca, los Thargoides son una raza alienígena sensible y racional, que han logrado viaje espacial y tecnología que permite disrupción del espacio-tiempo, y las relaciones con ellos son mayormente hostiles, sin canales existentes de comunicación entre las dos razas. Inicialmente, bandos de séquitos en pro de los no-humanos hablaban de paz y relaciones amistosas con los Thargoides, inclusive con toda la fangosa historia que hay tras del tema. Ahora… bueno, ahora las cosas han cambiado a un tono bastante diferente. Si el lector ha encendido el holovisión en los últimos días, o visto los encabezados recientemente, comprenderá de qué hablo: ataques en masa a estaciones humanas, de forma indiscriminada y agresiva, acercándose más y más al corazón de la burbuja de civilización en la galaxia. Los ataques han sido mayormente devastadores, con cientos de miles de vidas perdidas.

He estado charlando al respecto con otros comandantes que los han visto muchísimo más de cerca que yo y cada uno tiene una hipótesis diferente sobre ellos. Algunos dicen que están en búsqueda de algo en particular, si es que ‘búsqueda’ es la palabra correcta; de lo contrario habrían acabado completamente con las estaciones que han atacado anteriormente y asaltarían sin piedad a las naves que hiperdictan. Sí, por si no faltara más, cuentan con la tecnología para interrumpir el tránsito por el hiperespacio de una nave humana entre sistema y sistema. El único lugar en el que algunos dicen sentirse seguros, en los instantes en los cuales transitan por ese túnel interestelar que no está en este mundo; ya no es tan seguro.

También escuché que son una raza agresiva por naturaleza y simplemente su instinto es el buscar dominar, controlar, expandirse y asentar su fuerza y poder desde los primeros contactos. Eso último, la verdad me deja pensando un poco. En comparación con varios de los reportes del comandante Gangrol y lo que él reclama que es su descubrimiento de una forma de comunicación bilateral con un ser bastante particular llamado Rocky, sobre el cual no iré en detalle para proteger su identidad o para convencerme a mí misma que no han sido meras alucinaciones suyas de explorador durante su tiempo lejos de la civilización, es factible que una raza sí sea bélica por genética.

Poniéndolo de forma sencilla, comprendo el concepto de comportamientos por naturaleza codificados en nuestro material genético, una hipótesis que ha estado el centro de atención de casi todo estudio evolutivo desde el siglo XX, y que es probable que exista un rasgo intrínseco de violencia en una raza, o en la raza en cuestión para no darse más vueltas, pero… a mi parecer no es por naturaleza, mas por su desarrollo y entorno. No tengo evidencia para sustentar esa declaración pero, bueno, supongo que algo de naturaleza habrá, pero no al nivel de llevar a una raza a arrasar estaciones y masacrar gentes por deslices de ira. Muchos sabemos que la humanidad no es inocente de transgresiones contra los Thargoides en este conflicto. Con lo que hemos visto de los Guardianes, otra raza alienígena sensible, y ahora extinta, y los Thargoides, es más o menos seguro decir que los Thargoides tienen una historia tanto o más bélica que nosotros, pero han decidido estudiarnos de a pocos para un fin potencialmente nefasto; por lo cual, creo que la reacción de la raza humana es la más adecuada, y me veo en obligación de aplaudir a compañías como Aegis por sus nuevos progresos en tecnología anti-Thargoide, que vaya que nos va a hacer falta para borrarlos con prejuicio extremo. Belicismo, de donde se mire.

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Habiendo sido parte de la fuerza de rescate en el sistema HIP 17694 con más de 5.000 supervivientes a mi nombre, extraídos de la estación Hudson Observatory, una de las más recientes víctimas de los ataques Thargoides, decidí recaudar más fuerzas para ayudar a contrarrestar las catástrofes posteriores a los ataques Thargoides y procedí al sistema Atlas, a Cyllene Orbital. No me queda más que darle las gracias a cierto personaje. Valerosamente, el comandante HakaBlack ofreció sus escasos recursos al explicarle la situación de las Pléyades, ignorando completamente los peligros, y sin preguntar sobre las recompensas. Llámenme lo que deseen, pero no arriesgaría mi vida por un extraño sin saber que hay algo valioso con mi nombre de por medio. Y bien, pareceré de talante poco solidario mas no lanzaré mi pellejo a la muerte de gratis. Me rehúso a morir porque sí. Eran… eran otros tiempos en los que era mejor persona. En los que era mejor. Ya perdí ese brillo ignaro que llenaba todo de generosidad, todo de esa magia desorientadora y abrasadora, y es un error que no volveré a cometer. Jamás. Puagh. Me queda una cruda memoria reciente para recordármelo.

Ahora bien, si lo que ofrecían las pobres almas en Hudson era lamentable, en Cyllene era patético. Con el mayor Frost decidimos, o más bien le ordené, que no dejase pasar a nadie a bordo que no cubriese al menos los 10.000 créditos por cabeza. Soy muy consciente de que 10.000 créditos no es un dinero que el común de la gente pueda producir durante una emergencia, pero lo mencioné, mi labor no es gratuita. Descubrí que Frost era demasiado amable, la verdad; no tuve remedio, y me vi forzada a enseñarle cómo educar a un sucio indigente quien quería escabullirse como rata a bordo. A patadas, a patadas fuera de la nave—. Ahí y ahí hay dos llamaradas creciendo. Haga algo productivo por todos los que pagaron su debida cuota y láncese a ellas. —eduqué al mugriento indigente sin dejar de enseñarle el barril de mi pistola láser. Con esta gente hay que tratarlos así. “Oh, por favor comandante, bla bla bla, sólo tenemos estos repuestos que pudimos sacar de nuestra humilde fábrica, bla bla bla, todo lo que teníamos se ha quemado, bla bla bla, estoy seguro que las grandes facciones locales estarán muy agradecidas.” Pff—. Lástima que no logró encontrar un trabajo de verdad como el resto de nosotros; le habría servido para salvarle el pellejo ahora, ¿no? —La gente cree que de misericordia se vive, pero no. Que mi nave no me salió en una caja de cereales ni los módulos en un astro rocoso que genera módulos de máximo calibre esporádicamente. Pff. A timar a otra. 10.000 por cabeza, o no hay pasaje.

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—Y los políticos corruptos, ¿esos tienen prioridad por tener dinero? —intentó convencerme el comandante HakaBlack.

—La gente de esa calaña conlleva un rol muy importante en la sociedad. Éticamente hablando, no son seres que puedan dignarse al título de modelo a seguir, pero su influencia para mover capital no es nada de qué avergonzarse. Son personas así las que fomentan la expansión y la economía, y las que repotencian el instinto evolutivo de nosotros, la humanidad, para morder a través del dolor y seguir adelante. Y no morir. Son los que en un futuro podrán salvar esta pobre excusa de raza e inspirar progreso. —Y sí. Porque de humildad parecemos alimentarnos esperando que algún día, algún ser mitológico entre las fuerzas universales pueda salvarnos. En fin.

Hay una memoria en particular que no puedo olvidar, y la considero más privada pero tal vez alguien pueda interpretarla algo mejor que yo. Una niña, de tal vez seis, vino a mí. Iluminada por las llamas del garaje que comenzaba a arder por las aristas y cantos, su rostro polvoriento me miró, en llanto mientras que yo pulía mi pistola láser, ansiosa por salir cuanto antes. El hangar parecía a punto de colapsar.

—¿Nos puede llevar, señora capitana? Su nave es muy, muy grande. Por favor, por favor.

—Comandante. Co-man-dan-te. Deberías decirle a tus papás que la señora comandante les manda a decir que traigan 10.000 créditos por cada uno, a menos que puedan compactarse y ocupar un cajón los tres, y así les llevaré con descuento. Porcentaje por cabeza, claro.

—No sé dónde están. Me dijeron que siga adelante, que no los esperara… que me van a alcanzar, y… una señora me agarró mi brazo y me trajo hasta aquí. ¿Me lleva? Quiero ver a mi papá y mi mamá. No quiero quedarme aquí, tengo miedo.

—Oh, pobrecilla. ¿8.000 créditos? Seguro que puedo empacarte con algún otro mocoso.

La niña miró al suelo y con sus pequeñas e inútiles manos temblorosas, me extendió una horrenda muñeca de trapo.

—Puedes quedarte con Ela. Ela es mi amiga, pero puede ser tu amiga. —Me ofreció su muñeca como pago. Alcé la vista para mirar al mayor Frost pero había ya ascendido a la nave.



Fuimos acreditados con más de 8.000 supervivientes de la estación Cyllene Orbital por parte del transbordador de rescate que recibía todas nuestras entregas de pasajeros, y habiendo excedido nuestra cuota planeada originalmente, Hakablack y Silver Memory decidieron tomar rumbos separados. Despedidas, partición de botines, y ‘demases,’ siempre incómodos. Con combustible a tope, y Frost ocupado por órdenes mías en realizar cuenta de las ganancias, nos dispusimos a trazar ruta para dar vuelta en regreso a la burbuja. En ese instante, recibí un comunicado urgente de las fuerzas de Zemina Torval: los Escudos de Torval. Al parecer, la potencia había entrado en un estado de alboroto y desorden debido a la terrible gerencia de los ciclos recientes por parte de los comandantes más novatos delegados a la junta y sus votos prescindibles, por lo cual se realizó un comunicado a todos los pilotos activos en la fuerza de Torval, particularmente los de alto rango.

Con 5 zonas en peligro de ser socavadas por otras potencias, y con déficit a nombre de la potencia en este ciclo y predicho al próximo, decidí intervenir en ello de lleno. Tengo que admitir que nuestros balances crediticios recibieron un impacto considerable ya que no había otra manera de forzar a esas alturas a que los locales rindieran a esclavitud a sus líderes políticos poco transparentes, sin sobornarles. La relación entre los líderes políticos y la potencia yace en cómo se fortalece la senadora. Creo que no necesito explicar más. En viajes de más de 775 prisioneros políticos a bordo, nos movíamos en silencio por el espacio, esforzándonos por no llamar la atención y moviéndonos tan rápido como permitían nuestros motores, trabajando sin descanso. Ni el mayor Frost ni yo emitíamos palabra más de la necesaria. Cada carga era un golpe contundente que Torval acertaba en cada localidad. Una vez los locales de la estación descubrieron nuestro interés en erradicar la corrupción y pagar por ello, las celdas en el hangar de carga estaban ya llenas de políticos… mayormente corruptos listos para ser vendidos a nuestra causa. Su sacrificio era por una causa importante, sea cual quiera que fuese su situación personal. 10.000 créditos por cabeza. ‘Justicia poética,’ pensé divertida y pagué el precio sin pensármelo dos veces. Al terminar el ciclo, se calculó que un total aproximado de 9.700 prisioneros políticos habían sido facturados por Silver Memory, al mando de la duquesa imperial y gestión de carga por parte del mayor Frost, en menos de 8 horas solares, detalle por el cual recibimos una mención honoraria en los tabloides imperiales y una invitación de la mismísima senadora para convenir con ella a tomar un té. Frost no podría creérselo. Al leer el correo, su boca quedó colgando. Yo, bueno, tengo que aceptar que me costó un poco también. La gran Torval. Una figura al mando de billones, y billones de vidas, cientos de sistemas estelares, con una visión dorada y un puño de hierro. Uno de los nombres más conocidos en toda la galaxia y ciertamente una de las figuras más poderosas a nivel galáctico de la era actual. Encantada, acepté. Suspiré para mí misma, despegando la mirada del holograma de mi buzón de entrada, para consultar sobre la invitación con la muñeca de trapo que reposaba sentada cómoda sobre el tablero de navegación.

Una dama encantadora de mente abierta. Supongo que ahora les debo un poco más que eso sobre el encuentro con semejante personaje. Así que bien.

Cuadrante: 60 : -75 : 30
Sistema: Synteini, nave capital, tipo Interdictor Torval, clase Majestuosa
Hora: 12:58:11 del 12 Feb 3304.
Cambio.


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—Calma, mayor, es sólo una persona regular. —murmuré entretenida, observando al mayor Frost ajustando y reajustando su traje, dándose vueltas y puliendo las arrugas de las mangas de su jubón con sus palmas frenéticamente. Perlas de sudor comenzaban a formarse sobre su frente.

—¿Regular? ¿Qué tiene de regular Zemina Torval? Senadora al Imperio, aliada de la mismísima emperatriz imperial, y dirigente de su propia potencia galáctica con su propio ejército, lo suficientemente potente como para borrar miles de sistemas del mapa. ¿Qué tiene la senadora de regular, comandante? —berreó frustrado, a lo cual me eché a reír.

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—Duquesa. No lo olvide. En términos del Imperio, y en especial aquí, frente a la senadora, llámeme por mi rango imperial. —sonreí holgada sobre la silla de caoba y algodón en la antesala de Torval.

Me torné para observar por la ventana. El espacio exterior. Muy, muy al fondo se divisaba la estación Lagerkvist Gateway, un cuboctaedro de sobre dos kilómetros de diámetro girando, girando perezosa e incesantemente, y detrás… el amanecer. La estrella brillaba briosa tras el planeta Synteini A 2, cuartel principal de la civilización al mando de Torval. Luego de que cientos de miles de astros fuesen descubiertos por la humanidad, se decidió adoptar un sistema alfanumérico para denominar a todos los cuerpos estelares con base en la estrella principal alrededor de la cual rotaban, mas estoy segura que los locales les otorgarían nombres afectivos a sus astros madre. Las luces nocturnas iluminaban el planeta, vistiéndolo en el más elegante atuendo de todo el sistema. El Interdictor Torval de Clase Majestuosa flotaba perezosamente en órbita al mismo planeta, como un gigante dormido a la espera de ser despertado; su gran furia sosegada.

Miré sobre mi hombro, a mi izquierda. Dos guardias imperiales vigilaban las puertas marfiles, contorneadas por un cordel dorado, insensibles a nuestra charla. En disciplina practicada, guardaban silencio absoluto; ni un movimiento. Atenta, contemplé como en una curiosa sincronía, ambos centinelas llevaron su índice a su oreja, atentos seguramente a alguna transmisión importante. Más silencio.

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—La senadora los está esperando. Adelante, duquesa, mayor. —dictó uno de los guardias, dándose vuelta para permitirnos el paso.

Me alcé de hombros y a través de un breve gesto con mi cabeza, apunté hacia la puerta, ordenando al mayor a que prosiguiese, sin agregar palabra. Pálido, tomó la delantera. Los guardias abrieron las puertas de par en par para nosotros y revelaron una decadente oficina clásica decorada a la moda inglesa del siglo XXV. Compuesta por una exquisita selección de muebles de caoba y tapices de terciopelo, podría decirse que la oficina transportaba a todo cuanto traspasaba el umbral y se adentraba a este espacio, a otro siglo. Una extraordinaria selección de fotografías enmarcadas (sí, fotos, no hologramas) de expediciones, paisajes interestelares y escenas de importantes encuentros políticos decoraban la oficina a lo largo de los muros, y una cantidad de dispositivos exóticos sobre divanes y mesones daban una atmósfera impresionante, tal como brújulas y barómetros estelares según pude notar, que relataban otro tiempo de mayor gracia para la humanidad, un tiempo en el cual nos aventurábamos, tal como hoy, en la búsqueda de nuevos mundos. En lugar de un segundo piso, contaba con una entreplanta en forma de balcón que rodeaba las tres paredes opuestas a la puerta, lo cual le daba más altura al cuarto, formando un pasillo superior con barandal en forma de U que permitía acceso a una colección de libracos y textos. Me encantaría pensar que los textos eran meramente decorativos, porque por mi parte no logro recordar cuándo fue la última vez que tomé un libro físico, pero noté que algunos de ellos reposaban en un mesón al lado de un diván dispuesto para la lectura.

La oficina era verdaderamente una ventana a la persona que era la senadora. Y, por supuesto, al fondo, en el centro de esta magnífica oficina, estaba frente a nosotros una figura sumida en su oficio, tras un robusto escritorio de caoba oscura y más de ocho pantallas holográficas arqueadas a su alrededor; sus manos alzándose, descendiendo, trazando y pulsando cientos de figuras holográficas que reclamaban su atención, de pantalla a pantalla, tal como si dirigiese una orquesta inmensa, encargándose de docenas de menesteres y obligaciones al mismo tiempo. Despegué mis ojos de ella por un momento, tornándome para apreciar de nuevo la oficina, y me pareció que, mientras contemplaba la forma en la que estaba organizado el espacio, la oficina parecía tener una especie de flujo nucleico, de forma que todas las cosas en esta habitación aparentaban desplegarse por un vector, como si todo objeto y superficie fuese no un producto del proceso de decoración que dio luz a la atmósfera de la habitación; más bien, todo era como una consecuencia directa de su residente, existiendo específicamente por sus órdenes y caprichos, emergiendo específicamente desde ella, muy similar al espectáculo que es una fuente de chorro emanando de una poderosa estrella de neutrones.

Habiéndome adentrado un poco para detallar los artefactos y pinturas, caí en cuenta que el mayor había tomado sólo unos pasos al interior de la habitación antes de petrificarse por los nervios. Volteándome, me cubrí los labios, riendo bajo y con un gesto de la cabeza, le indiqué que tomase asiento. En su defensa, puede que le haya sido algo extraño estar ahí sin saber qué hacer, a la espera de un saludo o una bienvenida; por mi parte, asumí que la senadora se dirigiría a nosotros una vez estuviese lista. A regañadientes, el mayor tomó asiento, con ambas manos entrecruzadas para intentar reprimir los nervios en su pecho. Divertida, continué observando con detalle los curiosos instrumentos de navegación que tenía expuestos Torval. Mi asombro estaba por las nubes; estaba impresionada por la antigüedad y perfecta preservación de algunos de ellos. Acerqué mi rostro a uno en particular. Un… ¿barómetro? Labrado en madera con un detalle impresionante, el dispositivo leía “London” en una placa metálica y luego, a lo largo de un medidor vertical numérico, una serie de condiciones atmosféricas, “muy seco”, “seco”, “templado”, “lluvioso”, “tormentoso”. ¡Qué maravilla!

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—Duquesa. —invitó tras de mí una voz madura llena de resolución.

Irguiéndome, me di la vuelta para observarla justo a tiempo y ver cómo, abriendo sus brazos, partía sus pantallas holográficas para desplazarlas a ambos lados de su escritorio, emergiendo frente a nosotros. Colocando una mano sobre la otra sobre su regazo, sentó sus ojos en mí luego de asentir brevemente en dirección de Frost, reconociendo la presencia del mayor. Asentí y tomé asiento al lado del pobre hombre.

—Gracias por su espera, duquesa, mayor, —comenzó, sin disculparse—, es todo un placer finalmente conocerla. —Sonrió ella con un encanto funesto a lo cual no pude evitar y responder con una sonrisa aún más amplia.

—El placer es todo nuestro, se lo aseguro, senadora. —respondí encantada por la mujer frente a mí—. Es todo un honor ser invitados personalmente por usted.

Ella negó con su cabeza—. Disparates, duquesa. No dude en comportarse acorde a su rango. No sólo es un activo indispensable para nuestra potencia galáctica gracias a sus méritos, mas es una agente de alto rango de la Armada Imperial. Está usted en casa. —declaró de una forma tan natural que me quedé en ese instante sin palabras. Ella sonrió, complacida con mi reacción—. Un té, ¿duquesa?, ¿mayor? —preguntó luego de ya haber realizado un gesto visual a uno de sus guardias, así que negarse probablemente no sería una buena opción. Igual, me apetecía bastante un té.

—Sí. Por favor. Gracias. —respondió el nervioso Frost, a lo cual no pude evitar y responder con una risa baja.

—Encantada. ¿Qué selección lleva a bordo, senadora? —respondí con algo más de naturalidad.

—¡Ah, sí! La colección de esta semana proviene del sistema Kappa Fornacis. Es una desgracia que el sistema esté actualmente bajo tantos ojos mezquinos que quieren tomarlo de nosotros. —negó con una nota de tristeza que parecía preparada.

—Pasé por allí hace dos días para la fortificación y recoger… compañía, y…

—Prisioneros. —se interpuso ella, corrigiéndome con su voz y su mirada.

—Prisioneros, correcto. —respondí con algo de sorpresa.

—Nuestra potencia apoya la venta y compra de prisioneros y esclavos. Específicamente esclavos imperiales, duquesa. Son mercadería éticamente correcta, tal como cualquier otra en el mercado, no tenga miedo de referirse a ellos como tal. El Imperio asegura un límite al término de dicha esclavitud, luego de que el acuerdo comercial por parte del deudor sea saldado, tal como es estipulado en el contrato de servicio. —exigió con firmeza.

—Entendido.

—Bien, ahora. ¿Decía? —replicó Torval, sus ojos más allá de nosotros, observando a sus centinelas.

—Me… he pasado por la estación Harvestport y me topé con la más exquisita selección de vegetales y legumbres de este lado de la galaxia. Tuvimos una cena inolvidable ese día. —asentí aún pudiéndome acordar del maravilloso sabor.

Los párpados de la senadora se estrecharon. Su vista seguía tras de nosotros y parecía fastidiada.

—¿Todo en orden, senadora? —pregunté intrigada.

Sin responder, ella gesticuló con su índice y dedo medio para que su guardia se acercara. Empujando el carrito de té más minuciosamente labrado que haya visto en toda mi vida, la figura se acercó y se postró a la siniestra de la mesa.

—En el menú de hoy, tenemos té negro, de oolong, blanco, de especias y dos variedades de té verde, sin y con menta. —detalló el oficial en un resumen preparado.

—Oolong. —exclamó la senadora sin agregar más.

—Té verde con menta, por favor y gracias. —solicitó educadamente Frost.

—Especias para mí. —repliqué, siguiendo el ejemplo de la senadora.

—La próxima vez que vuelva a tardarse, será la última. —amonestó en un tono bajo y salpicado por una furia serena.

—Sí, senadora. No volverá a suceder. —se excusó el oficial, sirviendo el té con un ligero temblor en sus muñecas que intentaba disimular.

—¿De veras? —volvió Torval, observándome a mí de nuevo—. No puedo decir que haya disfrutado de una cena en esa estación en particular. Tendré que pasarme por ahí, bajo su recomendación. —La manera en la que decía las cosas era tal que dejaban la sensación de que cada palabra tenía una importancia irregular, y que cada compromiso y opinión cargaban un peso que podría volver para morder en caso de ser falso o incierto—. ¿Qué restaurante me dijo que había sido?

Sin tomar la salida fácil, le seguí la conversación—. Der Helle Stern, senadora. Exquisito, se lo recomiendo si le agradan los platos un poco más fuertes. —asentí segura.

La senadora sonrió. Ahí fue cuando caí en cuenta. No hablábamos de comida. Ni de estaciones, ni de té. Hablábamos de mí, como persona. De mis cualidades y características. Alcé mis ojos y la observé, con un nuevo respeto adquirido hacia ella. Desde el principio había estado estudiándome, desde que entramos a su oficina. Mis reacciones a su silencio, a sus amonestaciones a su oficial, mi selección del té, mi actitud frente a la polémica de los prisioneros y esclavos. Notando mi descubrimiento, ella sonrió con más candidez y yo me alcé de hombros, sencilla.

—Me aseguraré de visitarlo, comandante. —replicó serena, marcando con deleite mi ocupación, como si hubiese descubierto una apreciación nueva hacia mí.

—De seguro. Permítame saber, y encantada iré con usted si así gusta. —Cada vez íbamos reduciendo más y más el volumen de la voz, como si nuestra conversación fuese explícitamente nuestra.

Al terminar el té, Torval se levantó de su asiento y nos acompañó hasta la puerta.

—Mayor.

—Senadora. —Frost realizó una reverencia, más que contento de abandonar este lugar.

—Duquesa. —Torval sonrió y me extendió la mano—. Espero me dé razón para volverla a citar de nuevo.

—Senadora Torval, —extendí la mano y estreché la suya. Su palma era fría y firme como el acero de sus ojos, pero había una calidez filial e inequívoca hacia mí en ella—, estaré de vuelta pronto para otra taza de su maravilloso té, si así lo dispone.

Al cerrarse la puerta tras nosotros, continuamos hacia el fondo del pasillo.

—Cuando envejezca, quiero ser como ella, murmuré más para mí misma que para Frost, contenta.

—Ni hablar, mejor empiezo a buscar otra nave, comandante, —replicó Frost en broma, con un grave alivio en su voz; todo el color de su rostro drenado por los nervios.

Cuadrante: 60 : -75 : 30
Sistema: Sowiio, Sowiio ABC 9 F, estación terrestre Geesi Keep
Hora: 02:18:22 del 14 Feb 3304.
Cambio.


—¡Pilotos! ¡Motores listos! —anunció la voz a través de los transmisores al interior de cada VRS. Una cacofonía de agresivos ronroneos empezó a llenar el entorno. Múltiples diminutas luces empezaron a dispararse desde las torres: espectadores tomando fotos.

“Un día con la senadora y al siguiente atendiendo a una carrera…,” pensé, entretenida, sumándome a la asonancia de motores.

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—¡Tres!

—¡Dos!

—¡Uno!

¡Biiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip!

Los vehículos de exploración comenzaron a arremeterse a toda velocidad por la larga pista de metal. Debido a mi falta de tiempo para invertir en práctica con el circuito, mi tiempo de clasificación para la posición de arranque se vio afectado… en términos más sencillos, comencé de última. A toda potencia en los motores, íbamos a máxima velocidad en la primera recta, devorándonos el camino afanosamente. La vibración del grueso caucho de las ruedas sobre el chasis amortiguado del vehículo era de ensueño para la adrenalina, tal como el empedernido ronroneo del pequeño motor forzado hasta su máximo rendimiento. El evento era más que nada una exhibición del nuevo modelo de vehículo de exploración Escabarajo que revelaba un conjunto moderno de iluminación externa de alta gama para planetas súper-oscuros auspiciado por los empresarios de exploración basados en Sowiio. Las marquesinas y hologramas coloreaban el gigantesco muro exterior de la ciudadela, pintando la noche eterna con los colores de las tantas compañías intergalácticas, y eran sellados con la honra del matiz imperial. Con una sonrisa enorme, continué la particular carrera, sin ningún afán de ganar, pero sin la más mínima intención de perder. Los anuncios de la ciudadela de Geesi Keep pasaron como ávido polvo de estrella en una noche donde pude sentirme viva.

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(Continuación).

Cuadrante: 60 : -75 : 30
Sistema: Synteini, estación Lagerkvist Gateway
Hora: 17:28:06 del 15 Ene 3304.
Cambio.


Si hay una cosa que no puedo aguantar, es la soberbia. Puedo pasar por alto un error. Puedo incluso ignorar un gesto brusco dada la situación. Pero la soberbia y el despotismo se castigan.

Luego de pedir permiso de atranque en la estación, se me informó que el tráfico era pesado y debería entrar con cuidado. Y bien, claro, volando una nave tan grande como lo es la Imperial Cutter que es Silver Memory, es indispensable ser un poco más cuidadosa. Esperando turno, me ajusté a tres kilómetros de la entrada, dándole paso a las cargueras T9 y T10 que regresaban repletas de materiales valiosos luego de viajes comerciales. Una vez estuvo despejado, ascendí velocidad a 50 km/h y acorté la distancia con la estación para marcar mi entrada y, de pronto, una mentecata Beluga Liner, una nave de transporte de pasajeros y mercancía de lujo, descendió agresivamente frente a mí, forzándome a realizar maniobras de emergencia, hundiendo mi proa y estampando todo el grosor de la nave contra la reja protectora de la entrada. Al roce con la Beluga, recibí una advertencia por parte de control aéreo y una pequeña multa en forma de reprimenda sin importar mis reproches. Al alzar los ojos, la maldita nave siguió campante, haciéndose la desentendida.

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Bien. No pasa nada.

Escaneando nave…



Una vez aparcada Silver Memory, corrí de inmediato a buscar al muy cretino para que diese la cara; sin embargo, el comandante en cuestión se había escurrido casi de inmediato luego de bajar a sus pasajeros, quienes igualmente campantes, se sonreían entretenidos sobre la impertinencia que acababan de atestiguar, como si fuese la cosa más graciosa a lo largo y ancho de la galaxia. Como si nada pudiese afectarles. Con ese talante en sus ojos que decía, ‘¿Y qué vas a hacer sobre ello? Somos superiores.’ Tras una breve búsqueda en los archivos imperiales accesibles a través de mi dispositivo personal, entendí que el comandante de la Beluga ocupaba alguna posición gubernamental local y era foco de varios reportes de posible corrupción y malversación de fondos públicos. Parecía creer que era intocable, y operaba su limosina espacial para su círculo de ricachones igualmente intocables.

Tss…

—¡Guardia! —exclamé, muy consciente de la afiliación política de la base.

—¡Sí, duquesa! ¿En qué le puedo servir? —respondió un centinela cercano reconociéndome instantáneamente. Realizó un saludo militar, postrado en atención.

—Los pasajeros recién bajados de esa nave son sospechosos ser prófugos al servicio de esclavitud imperial. Han falsificado credenciales en lugar de honorables ciudadanos imperiales, y han sido pasados como contrabando al interior de la estación. No los deje escapar. —apunté firmemente con el dedo.

—¡Sí, duquesa! —exclamó sin saludar y dándose a la persecución, a la vez que vociferaba en su radio para pedir refuerzos.

Plácida, me senté a observar la horda de unidades armadas que apresaron a los arrogantes pasajeros bruscamente.

—¡Duquesa! ¡Hemos apresado a los sospechosos! Vamos a escoltarlos para procesarlos adecuadamente.

Por un momento, me detuve, preguntándome si tenía la autoridad como para condenar a unos infelices que simplemente se mofaron de un incidente, a años de esclavitud. Y luego recordé que no estaba en términos de poder, sino de querer.

—Adelante. Y, por cierto. El contrabandista, el comandante dueño de esa nave…

—¿Desea que lo detengamos, duquesa?

Una horripilante idea se formó en mi cabeza y no pude contener una sádica sonrisa para mí misma.

—No. Decomisen todos sus anclajes de armas y ordénenle que deje la estación de inmediato. Yo le seguiré al espacio profundo y me encargaré de él. No queremos ensuciar el digno nombre de Lagerkvist Gateway, ¿no es así?

—¡Como ordene! —saludó de nuevo el oficial y se retiró presto.

Sonreí de nuevo para mí misma y activé el transmisor. —Mayor, compre e incluya de inmediato un escáner de estela y un interdictor a bordo de la nave. Apúrese, no hay tiempo para explicaciones. —Frost cortó la comunicación sin respuesta, y asumí que se había puesto manos a la obra. Una vez fuera de la estación, aparcamos bajo la reja del portón de la estación, esperando la salida del navío.

—Frost. Mantenga ruta tras esta Beluga hasta que pase por un sistema anárquico o entre en supercrucero en otro sistema. —Apunté al punto específico del que hablaba en el radar—. Esa nave no va a volver a aterrizar jamás en otra estación.

—Nada personal, ¿verdad comandante?

—Oh, no, Frost. Se equivoca. Esto es muy, muy personal. —murmuré contenta al ver la afanada nave en cuestión zarpando fuera de la estación, mientras que me observaba silenciosa. Ela, la muñeca de trapo, me observaba contenta, reposando a gusto en el tablero de la nave.

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Fin de la transmisión.

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Sector: Sanguineous Rim
Cuadrante: 340 : 562 : -1450
Sistema: HIP 36601
HIP 36601 C 5 A
-50.06°, 169.28°
Hora: 21:51:50 del 28 Mar 3306.
Cambio.


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El espacio exterior es... inmenso. Inmensurable y vasto. Es increíble pensar en cuanto, como raza, hemos descubierto; en la magnitud de las implicaciones de una raza sensible, ahora extinta, y en la gravedad del conocimiento de una raza consciente a la cual hemos castigado intencionalmente con un genocidio... No que me moleste mucho, claro. Jamás se han fastidiado en mediar encuentros pacíficos con la humanidad, fuera de sus hiperdicciones forzadas para estudiarnos como alimañas de pecera, así que con más satisfacción opino que podrían disfrutar plenamente de otro par de bombas de fisión como regalo a sus legendarias naves Mega Colmenas. Insoportables floripondios, gérmenes desagradables. Brr. Ya les había visto unas cuantas de veces muy, muy de cerca, y sobreviví para contarlo.

Un céfiro resoplaba a lo largo de la cabina de Stellar Compass, soplando amablemente sobre mis hombros. Me estremecí de repente.

–Air conditioner, off–, comandé para detener la brisa. Con un murmullo electrónico, el dispositivo pareció explayarse hasta agregar al silencio de la cabina.

El Mayor Frost no se encontraba a bordo. De hecho, hace bastante tiempo que no le veía. Hay bastante que he fallado en relatar en el trayecto de los últimos dos años, y esta es una de esas nimiedades. Descubrí que todo copiloto, fuera de adueñarse de un porcentaje de mis ganancias, volasen conmigo o no, el Código de la Federación de Pilotos instruye que un porcentaje del rango de combate otorgado a nivel galáctico por la misma Federación de Pilotos debe compartirse con cada miembro de la tripulación contratado. Bah. Qué porquería. Por supuesto, eso me tenía tan rezagada. Podrían introducirse sus estatutos por…


18.10°, 4.14°
Hora: 22:16:34 del 28 Mar 3306.
Cambio.


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Una de las razones por la cual vuelo sola ahora es por el silencio. No hay música, no hay noticias. Sólo disfruto el silencio. Me hace falta. Al menos me ha hecho falta durante las últimas semanas. O meses. Más bien meses.

Low gravity warning.

Ignoré la advertencia rutinaria, y luego de que la nave desenganchara el Escarabajo, di media vuelta y me dispuse a explorar un poco a cuatro llantas. Estaba en este satélite decrépito en la mitad de la nada, como de costumbre, en busca de unas formaciones cristalinas reportadas en esta zona que contenían materiales de alta rareza muy necesarios en los procesos de desarrollo e ingeniería avanzados para los módulos de naves espaciales. El problema de todo esto es que no había dónde comprarlos. Ninguno de estos materiales eran precisamente costosos, mas no es que hubiese un negocio específico que les minase o extrajese de la tierra, ya que su demanda era increíblemente baja; así que bien, la que quiere, busca, y la que busca, encuentra. Encima, la cantidad que requería era tan mínima que el picar trocillos de los cristales con láseres me era más que suficiente para el propósito que les tenía destinado.

–Al menos el terreno es más homogéneo y parejo aquí–, mascullé ausente. La verdad que el conducir en terreno abrupto era todo un dolor de cabeza, y más aún con baja gravedad. Fórmula rápida y segura para llenar una bolsa con lo que fuese que hubiese comido de almuerzo.

Incoming message.

Fruncí el ceño. –Otro imbécil del mercadeo de alguna facción que quiere mis servicios, seguro, ¡pero si estoy a más de mil setecientos años luz de…!–. Pausé, extrañada. –Comandante, ¿quién? ¿Ni-be-ro-bey? ¿Qué tipo de nombre es ese?–, negué con la cabeza, cruzándome de brazos luego de guiar el vehículo a una parada completa. –Es un mensaje bastante estándar… Reunirse conmigo, ¿eh? Será otro rarito… Vamos a ver–, negué de nuevo, guiada por mi mentón, y me retiré parte del flequillo del rostro al mirar la pantalla a mi diestra. –Computer, please conduct full queries on criminal history, wants, warrants, and personal identifiable records on Commander Niberobey–, ordené a mi terminal luego de introducir mis credenciales imperiales. Una populosa lista de fechas, cargos, jurisdicciones, y disposiciones de juicios efectuados in absentia inundó mi pantalla. Al mirar con detalle, no pude evitar una carcajada dentro del pequeño róver de plexiglás. Este vil personaje era bien conocido, y detestado, entre los federales, y buscado en varias de sus jurisdicciones, sin extradición. Así que, a menos que cada botín se cobrase individualmente en la soberanía de cada comarca de incumbencia específica, cosa que tomaría tiempo y gasolina, no sería de gran ganancia al cobrarse con pérdida con defecto frente a un representante de Factores Interestelares, lo cual explicaría por qué seguía vivo y merodeando.

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–Podría llegar a agradarme este sujeto–, musité, cerrando la ventana holográfica y le proseguí a atinarle cuatro tiros láser a otro cristal, quebrando una bifurcación delgada. Mentalmente fui rumiando qué responderle precisamente. –Delincuente, pero listo–, me sonreí divertida.

Cargo hold at maximum capacity.

Una vez de vuelta a la nave, róver recogido por los ganchos frontales y asegurado al interior del hangar de vehículo, me encontré sentada de vuelta en mi silla y abrí el panel de comunicaciones. El cursor pulsante me interrogaba para que le alimentase con palabras.

‘Saludos Comandante.

Me encantaría …’ Fruncí el ceño. No. Demasiado cursi.

‘¿Qué quieres, subnormal, o es que te encanta ir por ahí mandando mensajes como cupido forrado en plomo?’ No. Bueno. Tal vez.

Fruncí el ceño de nuevo y arrugué el labio, mostrando dientes de lateral.

–Detesto escribir mensajes–, musité descontenta y me desinflé en mi silla. Cerré los ojos por un instante y pensé en casa. Vance Station. Pensé en el amplio pastizal frente a mi cabaña, en los árboles, en el olor a pino y a roble. En los parques y en el vino en las horas de la tarde. Suspiré a gusto.

Parpadeé. –No suena mal–. Parpadeé de nuevo. –No suena nada mal–. Sonreí.

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Send.

–Listo, satisfactorio–, me alcé de hombros y arrugué los labios, encendiendo motores para despegue y trazando ruta hacia el siguiente sitio de extracción.

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Cuaderno de Bitácora.
Día: Sigue siendo 31. Mes: Marzo por algunas horas. Año: 3306 si no he caído en una hibernación involuntaria.

Odio la Fer De Lance. Diría que no es personal pero lo es. No es que la considere una mala inversión, pero no es para mi. Las naves precisas, ágiles y veloces son duras de pilotar. No es como volar un ataúd acorazado, es algo más complicado de explicar. Por dar una explicación sencilla, es una nave que requiere de tener un plan de vuelo trazado que cambia constantemente. Hay que tenerlo planeado e ir adaptandose a las circunstancias; un error y puedes quedarte fuera de juego.

La Vulture es otra cosa. Es pequeña y ágil. No sólo por capacidad de maniobra, que está a la par de la Fer De Lance, pero te permite sobrecompensar errores tirando de la palanca. La Fer es una nave para buenos pilotos, para estrategas, para tiradores precisos. La Vulture es para holgazanes como yo, que buscan adrenalina y vuelan por instinto pensando en que tipo de cerveza beber esa noche.

Otra decisión son las armas. Una bastante fácil cuando sólo tienes dos anclajes. Con más de dos se complica la cosa. Hasta ahora disfrutaba soltando plomo con cañones de fragmentación. Ver el casco de un enemigo agujereado por centenares de bolas de metralla incadescente que dejan esos agujeros brillantes en el blindaje es hermosamente grotesco. Soy peleador de corto alcance, de disfrutar al ser salpicado por la sangre propia y la ajena, oír el chasquido de tendones al desgarrarse por la presión, sentir cómo crujen huesos al romperse sometidos a los golpes. Dicen, yo no lo se, que se me ilumina la cara. Que disfruto con ello. Berserker me llamaba el sensei, un animal que se mueve por instinto. “Beerseker” más bien diría yo.
Los aceleradores de plasmas son más prácticos que divertidos, para que engañarnos, pero te obligan a mantenerte cerca y centrado. Una cosa que disfruto y otra que necesito. Y necesito estar más centrado que nunca.

Me pierdo demasiado en los detalles, como siempre. Tengo una Fer. No la odio, no del todo. Es práctica para hacer “black ops”. El trabajo sucio que hay que hacer pero que si te pillan haciendo negarán toda implicación. Tengo algún millón pesando sobre mis hombros y nunca está demás salir lejos y ver mundo, así que es tan buen momento como cualquier otro para hacer nuevos amigos. Por aquello de dejar enfriarse las cosas antes de saldar cuentas con la justicia. No es lo mismo pagar una multa que pisar el centro de detención. Además el carcelero de Ross 640 me la tiene jurada y estoy seguro de que disfruta con la inspección de cavidades corporales.

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Concertaré una reunión con esa Imperial pomposa, al menos no es una “yo soy la rectitud y la ley y todo es blanco o negro y si no estás conmigo estás contra mi porque la federación es la única respuesta viable a esta galaxia convulsa”. Sólo espero que no sea peor. Es pomposa pero no tiene miedo de ensuciarse las manos. Aunque eso de tener títulos nunca lo entenderé. No es lo mismo el mote de un camarada de trinchera a un título reconocido como “Escudo de Torval”. O sea, un escudo de Torval es lo que protege a Torval. ¿Porque es una superficie plana y dura o porqué exactamente?

Tendré que escribirle algo acorde para concertar una reunión. ¿Cómo te diriges a un comandante pomposo con un título rimbombante y rococó? Y para cuando la cito... Espera ¿Qué día es hoy? Me cag*enlap*ta... necesito una copa.

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Me encanta, ¡fantástico! Mañana de hecho estaré disponible a esas horas, de seguro. También estoy organizando mis publicaciones anteriores un poco, agregándoles detalles vitales que se me habían pasado y volviendo a poner las imágenes que están todas caídas. Para cualquier cosa, mi Discord es Kazuki#5797 y estoy allí disponible siempre. No sé qué tendrá en mente para mañana, pero me encanta escuchar que habrá algo de posibilidad de rol.
"Beerserker." Pfff. :ROFLMAO:
 
Sector: Inner Orion Spur
Cuadrante: -30 : 20 : -130
Sistema: Benapus, estación Phillips Hub
Hora: 06:05:18 del 07 Mar 3304.
Cambio.


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En la última bitácora olvidé mencionar algo particularmente importante. Ahora pertenezco a una facción menor, cosa que también me resulta ligeramente asombrosa a mí. Soy parte de uno de los múltiples partidos políticos que se disputan control local en cada sistema. Para aquellos que no están muy al tanto de lo que es política galáctica, cada sistema es disputado por un promedio de 6 a 8 facciones, las cuales promulgan diferentes ideales sobre morales, religión, ley, economía y, por sobre todo, gobierno, desde anarquía hasta dictadura. Una vez que una facción logra acaparar un porcentaje substancial de influencia local, es que puede codearse su camino hasta la cima de control en ese sistema, ya sea por medios democráticos o bélicos. Ahora, una vez que gocen de un renombre superior a todas las otras facciones en ese mismo sistema galáctico, cuentan con la opción de rebasar esa influencia y expandirse a otro sistema. En sí, es muy similar al funcionamiento básico de los partidos políticos a nivel planetario en un micro-contexto, y de las colosales potencias galácticas, como lo es la de la senadora Torval, en un macro-contexto.

Creo que necesito empezar desde el principio con todo esto. Luego de la acreditación por mi apoyo al movimiento político de la senadora en ciclos pasados, por parte de los Escudos de Torval, caí en cuenta de que aunque tuviese su aprobación, no contaba con su apoyo directo. Me había ya hallado en situaciones bastante engorrosas de las cuales pudiese haberme zafado con mayor facilidad de haber contado con alguien a quien pudiese cobrarle un favor o exprimirle para que fuese al frente. Así que, ¡decidí buscar compañeros!

La mayor cantidad de facciones fuertes que controlaban una cantidad agradable de sistemas apoyaban a los pútridos federales. Esas estaban fuera de mi lista por razones bastante obvias. Fruncí el ceño, examinando listados en línea en mi dispositivo portátil, proyectando la pantalla holográfica sobre mi rostro mientras que reposaba tumbada con mis piernas en el alto del espaldar de un diván en mi pequeña habitación de hotel. Muchas otras eran idealistas. Paz, amor, cariño, anti-esclavismo, pro-Thargoide. Utopistas como Pranav Antal y toda su banda de pacifistas podían urgirse en las profundidades del agujero negro de Sagitario. Sus ideologías eran un cáncer para el progreso de la humanidad. A menos de que pudiesen demostrar un modelo satisfactorio de la utopía que tomase en cuenta la maldad natural del hombre, era todo meros sueños rosas. De ahí me topé en uno de los tantos foros de reclutamiento con una facción con un nombre un poco ostentoso: Corsarios de Heimdal.

“Nada qué perder,” pensé frustrada. La información para ponerse en contacto con los dirigentes de su frente político no fue precisamente difícil de encontrar, lo cual llegó a extrañarme un poco. Me di la vuelta en la silla, reposando sobre mi estómago ahora, ojeando el tablero y las marquesinas de su facción perezosamente, divagando en pensamientos.

—¿Qué tipo de facción deja tan al descubierto el contacto con su alto mando? —medité de brazos cruzados. Solicité una audiencia con uno de sus representantes a través de la plataforma y, para mi sorpresa, fui atendida casi de inmediato.

Rápidamente comprendí por qué esta facción era tan asequible: en un tiempo pasado, marcialmente fuerte y formidable, mas ahora quedaban sólo unos miembros atrás para cantar las glorias de lo que había sido y mantenerlos firmes a ojos ajenos con intenciones de moverse sobre sus soberanías establecidas. Seguían siendo formidables a nivel de gobierno, jactándose de presencia en múltiples sistemas galácticos, pero no poseían el poder de fuego de antaño como para empujar más lejos. Tuve la fortuna de ser entrevistada por el comandante David CB. Jamás pregunté qué significaban las siglas en su nombre, ya que no era de mi incumbencia, y probablemente sea ya muy incómodamente tarde para hacerlo. El comandante David y yo tuvimos una charla bastante amena, holo-compartiendo unos tragos y charlando sobre historia: me relató sobre legendarias cruzadas, aventuras casi idealizadas, y de unos cuantos relatos personales. A través de los días, aunque jamás decidí unirme a su facción debido a su sincera recomendación contra ello a raíz de su poca actividad para comandantes, nos volvimos muy buenos amigos y volamos juntos en varias escapadas, incluso ambos a bordo de Silver Memory.

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Tengo una agradable sospecha de que el comandante David CB y yo seguiremos viéndonos las caras en muchas más misiones por venir. El volar con él me crea una sensación de tranquilidad, similar a la paz que se disfruta tomando el brillo de una estrella en horas de reposo y no hay exigencias de parte de ninguno de los dos. Más allá de todo esto, sin importar el apego que David le tenía a su facción, Corsarios de Heimdall, tal como lo demostraba por su esmero diario en personalmente supervisar todos los sistemas en los cuales tenían presencia, David supo sinceramente advertirme con sobre la situación disminuida en la que sus fuerzas se encontraban. A mis ojos, él era la voz más fuerte de Corsarios. Me ofreció de todas formas una cálida entrada, pero decidió apuntarme en dirección a otro bien conocido aliado de Corsarios: Caballeros de Sión, una facción mercenaria, democrática, y no afiliada a ninguna potencia galáctica. Aunque hubiese preferido que estuviesen del lado del Imperio, no me disgustó la posibilidad de pertenecer a una facción independiente así que bajo la recomendación de David, proseguí a revisar su página en la red virtual de Inara. De encabezado, frente a una fotografía de una agrupación de naves de guerra, estipulaban una firme definición de su misión, la cual resumía en términos claros quiénes eran como facción.

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“Caballeros del Sillón,” pensé entretenida haciendo una mueca, desparramada en mi silla. “¡Qué nombres más refinados.” Me rasqué el mentón. “¿Por qué no?” Les envié una solicitud con datos básicos sobre mí, nada demasiado llamativo, y decidí investigarlos un poco más. Para mi sorpresa, en el foro de Frontier Developments, el foro público más conocido para comandantes espaciales, encontré una sorpresa. El foro de Frontier contenía todo tipo de herramientas, investigaciones y noticias de eventos a nivel galáctico. En la sección de bitácoras de comandantes, tuve la suerte de encontrarme con los escritos personales de su mismísimo líder de escuadrón, el almirante Arikm Taylor, quien narraba con lujo de detalles sobre su más reciente enfrentamiento contra una facción federal quienes ostentaban una poderosa nave capital de su lado. Observando las imágenes capturadas en su encuentro, casi se me hacía la boca agua de las ansias de volar con alguien a mis 3, al asalto de una potente nave de ese tamaño. Era una hazaña a la cual no me atrevería sola jamás; era lo mismo que cometer suicidio.

Cuál sería mi asombro cuando el mismo almirante, Taylor, se pone en contacto conmigo para una breve entrevista. Esta misma terminó siendo más una charla amistosa que cualquier otra cosa. Parece que, según lo que encontraron sobre mí, habían ya tomado una decisión sobre mi aplicación. Aunque llevaba todos los colores y botones a su cargo, Taylor hablaba como uno más de la tripulación, tal como le hablaría a un maquinista o a un cocinero dentro de una meganave, tomándolos por sorpresa con su actitud casual. No obstante, me fue imposible no notar que sus palabras afables llevaban un tono de seguridad que muy seguramente hacía que todos a su alrededor lo observaran como guía: un factor que ciertamente le daba fuerza a Caballeros de Sión como facción. “Por qué no,” acepté la proposición, al final.

Decidí relocalizarme aquí, a su centro de operaciones, en el sistema Benapus, en la estación Phillips Hub, una estación enfocada en la industria agricultora, tipo Orbis, o sea una terminal construida en forma de cilindro rotatorio de casi 6 kilómetros de largo y anillado con unos enormes aros de 4 kilómetros de diámetro con praderas y planicies. En otras estaciones, los anillos llegan a variar en cantidad y tamaños de 2 y 4 kilómetros. El modelo Orbis es más barato de construir que el Coriolis, y ciertamente un poco más pequeño, con propiedades a veces un poco más costosas debido a tener un espacio ligeramente más limitado. Renté una pequeña propiedad a bordo, y en la última semana he llegado a descubrir que tengo más facilidad legislativa para continuar mis tareas como duquesa desde un sistema no imperial, pero menos apoyo, el cual se vio prontamente sustituido por la asistencia de los demás pilotos de Sión.

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Sistema: Benapus, estación Phillips Hub
Hora: 14:25:30 del 12 Mar 3304.
Cambio.


Pues cómo poner esto. Será más o menos rápido ya que es una historia que llega a su fin, al menos por el futuro previsto. Tengo la fortuna de poder escribir esto desde mi nuevo despacho, en Phillips Hub. No es grande, ni lujoso, pero tiene un escritorio, una terminal y una agradable calefacción. El precio por tener vista es bastante más elevado y no estoy buscando algo permanente. Tiene también una habitación con dos catres, para Frost y para mí, y un baño. Con lo mucho que nos estamos moviendo, llegaría a ser desperdicio conseguir algo más grande. Creo que mi departamento completo llegaría a caber unas 12 veces (como mínimo) dentro de mi nave, que tiene 8 pisos en total. Una barbaridad. La única razón de conseguir el departamento es el poder experimentar cómodamente de cuándo en cuándo una gravedad de al menos 1 unidad de gravedad terrestre. Con los años, el estar la mayoría del tiempo afuera, en el espacio, llega a debilitar los huesos y crear osteoporosis, así que todo piloto debe llevar una dieta especial e intentar alternar tiempo bajo la influencia de un poco mayor gravedad que la que crean las naves. Mientras más grande la nave, mejor, así que por fortuna nuestra situación es relativamente buena. Y bueno, ¿por qué no simplemente dormir en la nave mientras que estamos atracados en la estación? Por ver unas cuatro paredes diferentes de cuando en cuando. Ya. Me desvío de la historia.

En los últimos meses, he ido descubriendo con gusto cómo el comandante Hakablack se aplicaba al arte del vuelo espacial, rápidamente cosechando sus facultades como piloto, comerciante, y hasta explorador. Sin tener en cuenta las recomendaciones de las grandes marquesinas en las estaciones y los tabloides de publicidad, pude disfrutar viendo cómo desechaba el cacharro de su nave Adder, por una elección mejor y muy poco común, la Dolphin, una nave de pasajeros, que armó para combate.

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Viéndose con algo más de potencia, a medida que pasaron los días, logró hacerse una pequeño y rápido capital cazando botines de peces menores en sistemas locales asaltados por piratas; así, optó por aplicarse en favor de la Federación, a pesar de mis protestas y recomendaciones en contra de ello, para ganar acceso a la Federal Dropship, una línea exclusiva de Core Dynamics diseñada para los federales.

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Tengo que admitirlo, pero las naves federales, aunque no son tan agradables a la vista como las imperiales, son igualmente efectivas pero necesitan configurarse algo diferente para alcanzar un rendimiento respetable. Así que bien. Contento con su Core Dynamics Dropship, me convidó en una tarde a cazar piratas. Eso habrá sido… hace dos días. Tomamos rumbo a un sistema local bajo el control de Caballeros de Sión, Wathiparian, que se ve constantemente agredido por oleadas de piratas y bandidos espaciales atraídos por el fuerte comercio de la zona y quienes se esconden en cinturones de asteroides. Los cinturones y anillos de cuerpos estelares menores son poco patrullados por autoridades debido a la dificultad que conllevan para acarrear señales de radar claramente. Estos lugares también traen un bono adicional para los piratas: como llegan a ser ricos en minerales preciosos, hurtan naves mineras desprotegidas, que van cargadas hasta las orejas con botines fáciles.

Durante nuestra cacería de piratas, una nave… una… una… ni hablar. No logro recordarla. Bah. Voy a servirme un café.



Durante la cacería, el comandante Hakablack fue tomando más impulso y sintiéndose más seguro con su forma de vuelo y empezó a tomar algo de distancia, atacando peces un poco más gordos por su cuenta. Uno de estos peces gordos, un pirata con un alto precio en su cabeza, tomó insulto muy personal con el ataque de Hakablack y, ya con armas desplegadas, comenzó a barrerlo a tiros con una furia incesante. En ese momento, yo me hallaba recogiendo chatarra espacial al borde del campo de asteroides, intentando buscar una serie de componentes algo más escasos que me hacían bastante falta, a 15 kilómetros de distancia de él.

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—¡Ayuda! ¡Mayday, mayday! ¡Necesito ayuda, escudos al 15%! —escuché por la comunicación de voz entre ambos.

De inmediato, cerré la escotilla del recogedor de carga y, atribuyendo la máxima cantidad de energía posible a motores, zarpé con urgencia en su dirección. Mi nave era pesada y se movía como el mastodonte que aparenta ser, tomándose más tiempo que una nave de menor tamaño para alcanzar velocidad óptima.

—Frost, ¡adelántese, fuego a discreción! —recuerdo haberle ordenado con urgencia al mayor, quien volaba el caza, una unidad Gu-97, patrullando en la cercanía. —Haka, ¡venga hacia mí, elévese en mi dirección y salga a supercrucero! —exclamé, sabiendo que jamás lograría salir a supercrucero antes alcanzarme.

Es importante recordar, como mencioné anteriormente, que el motor de distorsión que coloca a la nave en velocidades superiores a la de la luz sólo puede realizar dicha labor si no es bloqueado por una masa mayor, tal como lo era el campo de asteroides en este caso. Hakablack tendría que alejarse al menos unos 7 u 8 kilómetros más allá del espeso del campo antes de siquiera pensar en cargar el salto a supercrucero. Otro factor desafortunado en este caso era, una vez más, el gigantesco tamaño de mi nave, la cual tenía yo que virar entre asteroides, algunos con más de un kilómetro de diámetro, para evitar estamparme contra uno de narices.



En resumen, el pirata ganó ese encuentro, reduciendo la Federal Dropship a un poco menos que chatarra espacial adicional. Afortunadamente, entre dicha chatarra, logré encontrar la cápsula de escape del comandante, y traerlo de vuelta a bordo. ¿Y del pirata? Bueno, como es de esperarse, fue otro voluntario para agregar a la chatarra espacial, luego de que lo embistiese a casi 500 kilómetros por hora con el ímpetu brutal de más de 1.100 toneladas, estampándolo contra una roca. Cualquier rastro o cápsula que quedase de él fue aplastado por ráfagas de láseres y balas entre el mayor y yo. Hakablack emergió en la bodega de carga blanco como papel ante un mayor y una comandante aliviados.

Y bien. Por fortuna, la compañía de seguro que le recomendé al comandante contratar, porque todo buen piloto contrata un seguro para cada una de sus naves (y a veces seguro de vida), ofreció la reconstrucción de su nave por una tasa muy módica. Sin embargo, Hakablack ha decidido, al menos por el futuro inmediato y previsible, no volver a volar. La experiencia parece haberlo marcado. Supongo que no puedo culparlo. Ni modo.

Fin de la transmisión.
 
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Sector: Inner Orion Spur
Cuadrante: -20 : -64 : 30
Sistema: Upsilon Aquarii, estación Allen Hub
Hora: 12:23:56 del 09 May 3304.
Cambio.


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—¿Dinero? —fruncí el ceño al escuchar a Frost—. ¿Cuánto nos quedaría faltando, precisamente? —Estábamos discutiendo el financiar un proyecto que yo había estado maquinando hacía ya algunos meses y que tomaría algo de capital y recursos.
—Alrededor de unos 350 millones de créditos. —Frost arqueó los labios, haciendo una mueca de desagrado al ver la cifra en el campo de resultado de la aplicación de calculadora en su dispositivo holográfico portátil.
Para mejor entender la cifra con respecto a aquellos que no son financieramente educados, basta mirar los índices de la bolsa galáctica justo ahora, y tomar de ejemplo dos productos que no han cambiado muy drásticamente de valor en los últimos 15 o 16 siglos: el tabaco y el café. El tabaco cerró a 5.359 créditos y el café a 1.505 por tonelada métrica, así que haciendo la matemática, el valor de un crédito sería muy similar al valor de un dólar en la antigua Tierra. En comparación, una propiedad modesta con dos cuartos y un baño, en una estación amplia del tipo Coriolis, llegaría a oscilar entre los 250.000 a 350.000 créditos, mínimo. Requeríamos 350’000.000 créditos para nuestro cometido actual, una suma que podría llegar a ser espeluznante para alguien en un trabajo de 9 a 5, con un respetable sueldo ordinario que probablemente se acercaría a la media laboral de 65.000 créditos al año. A veces más, a veces menos. Eso mismo explica por qué muchísimos pilotos aplican para la posición de copiloto, aprovechando la ventaja de volar en compañía de un comandante veterano en una nave costosa y bien protegida. El comprar una nave es un plan increíblemente costoso. Un ejemplo perfecto es la popular Cobra Marca III, manufacturada por Faulcon DeLacy, una nave pequeña, rápida y letal, con un económico precio de 349.720 créditos, salida de fábrica, con módulos tipo E, que son poco más que una burla. El mero hecho de invertir en las mejoras de módulos que la lleven a un desempeño decente antes de cualquier ajuste avanzado tomaría al menos una inversión de unos 12’000.000 adicionales. El común de la gente jamás consideraría invertir esa cantidad estratosférica de dinero en una nave que, al final, no duraría demasiado en combate contra algo más grande. Es un estilo de vida con grandes recompensas, que muy regularmente puede llegar a costar la vida.
—¿Qué tal transportes? —sugirió Frost.
—Hay poca demanda local de mercancía, mayor. La economía anda algo estática gracias a las guerras de tarifas actuales en el sector. No lograríamos hacer gran ganancia de las ventas.
—No mercancía, comandante. Pasajeros. —replicó, con un bostezo a medias—. Todavía tenemos guardadas las bodegas de carga que utilizamos en los rescates de las estaciones que atacaron los Thargoides. —Los ojos los tenía vidriosos de tanto aguantar bostezos.
—No es mala idea, Frost, pero si vamos a recoger pasajeros, los únicos que pagan bien son los de clase alta. Con esas bodegas que empacan gente como salchichas no vamos a atraer al público correcto. Si tomamos esa idea, necesitaríamos bodegas ‘vi-ai-pi,’ —hice una gesto burlón donde me arrojaba una bufanda imaginaria sobre el hombro— una alberca, un sauna, una sala de entretenimiento, un casino, un mirador, una pista de mini-golf, un salón de baile y presentaciones, un holo-cinema, y un auto-restaurante a bordo. Como mínimo. —No pude llegar a creer que lo estuviese considerando de verdad, pero era imposible negar que transportar turistas adinerados era un negocio fructífero.
—¿Algo que pudiese entretener a la misma senadora Zemina Torval, entonces? —Frost alzó una ceja, distraído ahora leyendo revistas de turismo locales en línea.
—Que pueda entretener a la mismísima senadora Torval, efectivamente. —musité con una sonrisa a medias, ojeando las listas de precios para instalar dichos módulos a bordo.
—Pero… —inclinó su brazo y reposó su muñeca sobre su torso, la cual proyectaba la pantalla holográfica que había estado ojeando desde su dispositivo portátil, para poder observarme— ¿Aquí? ¿A bordo de Silver Memory? Tendríamos que mover todo…
Frost tenía razón. Aunque las naves modernas funcionaban por módulos, era bastante tedioso e incómodo reemplazar una gran cantidad de ellos. Los módulos eran piezas enormes que se enchufaban juntas en una serie de monturas de tamaños que variaban de 1 a 8 y se podían substituir a gusto desde que fuesen del mismo o de un menor tamaño que el espacio del sustentáculo. Silver Memory era lo suficientemente grande como para suplir todas las aberturas necesarias de módulos para el proyecto, pero tampoco me dejaba del todo contenta el tener que invitar a cientos de extraños a nuestra nave, nuestro hogar. La razón de todo este proyecto, la razón de recaudar todos estos fondos era exclusivamente para la construcción de otra nave pero… La idea seguía siendo la misma, pero con más pasos de por medio, claramente. El propósito de todo ese el capital era para construir una nave final, especializada en… viajar. Viajar mucho, y muy, muy lejos. Muy lejos. Capaz de cruzar la galaxia entera, un mérito al que pocos aspiraban. En la historia de la humanidad, ha habido dos períodos de grandes descubrimientos: el primero, en donde la humanidad surcó los mares para descubrir su propio mundo y, el segundo, en donde la humanidad está surcando las estrellas para descubrir su propia galaxia. Y yo, estando viva en uno de esos períodos históricos, no iba a dejar pasar la oportunidad de grabar mi nombre para siempre en el paso de las páginas del tiempo.
—¿Y qué tal una nave para ello?
—¿Otra? —respondió con los ojos como platos.
—Tampoco me gusta mucho la idea de convertir a Silver Memory en una madriguera de vacaciones para ricachones —Frost asintió a mi comentario— entonces preferiría una nave aparte para ese propósito exclusivamente.
—Déjeme entender, entonces, comandante. Específicamente, sugiere que construyamos una nave de lujo, multimillonaria, para reunir el capital para ensamblar otra nave multimillonaria. —Luego de que asentí, cruzándome de brazos, Frost se echó a reír—. Obsceno. Todo esto es increíblemente obsceno. Me encanta. Vamos a hacerlo.
De esta forma solicité un préstamo para una iniciativa, de una sucursal bancaria del Imperio, usando mis credenciales reales. Así producimos la más esplendorosa Beluga Liner, fabricada por la compañía Saud Kruger, de pasajeros de lujo. Su nombre una obvia mofa en referencia de lucirse lo suficiente como para llevar a bordo a la misma Zemina Torval. Así dispusimos de Senator’s Nautilus.

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De boca de un comandante conocido nos llegó inteligencia de que, por alguna razón, Upsilon Aquarii era un paradero turístico de miles de visitantes adinerados, dispuestos a pagar sumas inconcebibles por irse de crucero desde allí, así que decidimos aprovechar la oportunidad para probar nuestra nueva inversión. Los sistemas aledaños a Upsilon Aquarii parecían tener muchísimas paradas turísticas y eso lo llevó a convertirse rápidamente en un centro vacacional. Con paciencia y mucha atención entramos triunfales en la estación a bordo de Sentator’s Nautilus, en su vuelo inaugural. La torre de control solicitó que todo el tráfico pausase durante el acceso de mi Beluga al puerto estelar. Semejante nave titánica apenas lograba entrar por la ranura de buzón de la estación. De las astronaves que no entraban en la categoría de capitales o mega-naves, la Saud Kuger Beluga Liner era por excelencia la nave más grande fabricada en la actualidad.
Una vez aterrizados, nos dispusimos hacia la agencia turística local, pasando el umbral del hangar y tomando el elevador. Al abrirse la puerta, nos encontramos con una galería larga, con un piso de latón grueso y templado, desgastado y pulido por los miles de zapatos y carretillas que por él transitaban. En este mega-centro comercial, docenas de personas se movían de aquí para allá, cotilleando en tiendas locales, acarreando enormes cajas de acero, y charlando con algún conocido. Como era costumbre en tantas estaciones, al lado del ascensor se hallaba un mapa interactivo del centro, el cual enseñaba que el bazar había sido diseñado linealmente, en forma de múltiples galerías que corrían paralelas en diferentes pisos, orientadas todas en la misma dirección, a lo largo de la bodega de naves. Un mismo piso se dividía en cuadrillas, conectando un corredor con el vecino, y toda la estructura se enrollaba sobre el cilindro que era la misma barriga de la estación, con su centro hueco para el tránsito de aeronaves, y su superficie interna destinada para el almacenamiento de las mismas.

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—La agencia turística Allens Reisen se encuentra en el piso 6F, línea 35, local 6-35-R21. Si desea direcciones, por favor seleccione la opción ‘Guide me’ en la pantalla.
‘Biiiip.’
Una hilera de luces amarillas titilantes se encendió, bordeando el zócalo diagonal contra el suelo, y nos apuntó de nuevo en dirección al elevador. Un botón holográfico se iluminó, sobrepuesto a los botones en el elevador, indicando el piso ‘6F’. Las luces nos guiaron a través de toda clase de tiendas y puestos con cada tipo de artilugio para la venta. Frost iba husmeando despacio, de aquí para allá, al pasar por una tienda de mecánica o de chatarra de naves. Supuse que mantenía un ojo abierto para las partes que le faltaban en su proyecto personal de reparar la Eagle imperial que me había mencionado anteriormente.
Era medio día en horario de meridiano solar, que servía para regir la galaxia y ayudarnos a todos a coordinar ciclos de actividad y descanso, y el mercado estaba repleto. El ambiente manifestaba una abundancia de voces que regateaban y bromeaban, quejidos de carritos que chirreaban por no ser lubricados hace años, algún martillo que pulía una placa de metal en un taller, el bisbiseo de los dispositivos holográficos que rotaban entre anuncios publicitarios, y el cuchicheo distante de música popular que se reproducía a un volumen casi indistinguible por los parlantes del centro comercial. Mesones externos exponían todo tipo de bienes, tal como piezas de nave que pude reconocer con facilidad como enormes motores de distorsión, cañones, aceleradores de plasma, la mayoría de ellos de segunda mano; otras tiendas, tenían dispositivos para el hogar, como purificadores de aire, humidificadores, máquinas de café, hidratadores de alimentos, kits autómata de reparación de tejidos y primeros auxilios, entre otros. Tiendas de comida, por doquier, los vapores acentuados de las ollas abiertas y el sonido chisporroteante de alguna delicadeza frita llenaban el aire. Tiendas de cachivaches, joyerías, oficinas de seguros, dentisterías, pequeñas librerías… un mercado bastante bien surtido.
Al fin llegamos a la oficina de turismo local. Las lucecillas que nos habían guiado tintinearon una última vez antes de desfallecer, apuntando a una puerta doble automática que leía “Allens Reisen” en amigables letras amarillas y azules superpuesto encima de un isotipo de una nave de crucero sobre una estrella amarilla. Las puertas se abrieron de par en par y nos acarrearon a una antesala de tapete color castaño suave, recién lavado, unas sillas de un color similar con un patrón de cuadrillas cosido con un hilo negro y fino, y un holo-visión sintonizado en el canal de GalNet, repasando los encabezados más destacados de la semana. Más allá había diferentes cubículos erigidos con paneles de madera y vidrio opaco, ocupados por agentes y clientes que negociaban sus próximas vacaciones. En el centro de la antesala, una pequeña consola esférica se alojaba en un podio de madera y al acercarnos al mismo una pequeña Saud Kruger Orca holográfica emergió de la nada y comenzó a sobrevolar la habitación a la par que una voz de mujer leía emocionada una línea promocional sobre unas emocionantes vacaciones a Sol y a Alfa Centauri con estadía en hoteles de veraneo de lujo. Dispersando la publicidad, solicité ser vista por un representante a través de la consola luego de llenar un formulario breve. Frost y yo tomamos asiento. Desde mi dispositivo personal, cambié el canal del holo-visión hasta encontrar la más reciente transmisión del ÉliteCast. Fruncí el ceño. Aunque estaban repitiendo la emisión de la semana pasada nos acomodamos en las sillas, viéndola en silencio para matar el tiempo mientras nos atendían.
—Fräulein, sind Sie bereit? —preguntó educadamente un hombre de poco cabello, una nariz larga, de tabique fino y base bulbosa, un bigote afeitado deprisa, y gafas grandes y cuadradas de bordes delgados.
—Ja, Sir, danke. —Estrechamos manos y me guio a su cubículo. Frost me tocó el hombro con el índice y con un gesto, indicó que iría a dar una vuelta mientras yo acababa aquí.
—Was bringt dich heute hierher? —me preguntó con una brío poco natural y una sonrisa de trabajador minorista de salario mínimo, sobre el propósito de mi visita a la agencia.
Le expliqué con lujo de detalles quién era, enseñándole mis credenciales, y le hablé sobre Senator’s Nautilus. Naturalmente, su compostura cambió de forma abrupta a medida le presenté el tema; su sonrisa se esfumó y sus hombros se hundieron. Ya no era él el vendedor, ahora era el cliente. Me preguntó sobre qué hacía a mi Beluga particular sobre las demás y le mencioné la infinidad de atracciones que habíamos instalado a bordo. Alzó una ceja, interesado. No eran muchas las naves que podían lucir tantas atracciones a bordo.
—Warum habe ich noch nie von dir gehört? —me ojeó incrédulo, sus gafas reposando en el grueso de su nariz, hacia el final del tabique. No podía creerse que hubiese semejante nave, de una comandante nueva en el negocio, atracada ahora mismo en la estación.
Me alcé de hombros. Me miró de reojo una vez más antes de excusarse por un momento. En su ausencia, giré mi muñeca y abrí mi dispositivo para jugarme una partida rápida de Tetris.
—Fräulein Herzogin? —llamó el hombre desde la entrada del cubículo acompañado de una mujer que inspiraba mucha más autoridad: una dama alta, madura, con gafas delgadas de medio borde, cabello negro y de una exótica piel morena oscura.
Me levanté para darle la mano pero ella me indicó que permaneciese sentada, ofreciéndome su mano al tomar asiento tras el escritorio del varón.
—¿Por qué operar crucero turístico, duquesa? —me preguntó en español con un acento marcado que no pude distinguir, con ricos sonidos fricativos y vocales sosegadas.
Me alcé de hombros de nuevo—. Dinero.
Ella me observó por un momento en silencio. Sonrió y me estrechó la mano—. ¿El Nautilus de la senadora? ¿Como la senadora Torval? —me preguntó. Tras una charla amena, le invité a inspeccionar la Beluga.
Ese mismo día cerramos un trato multimillonario que nos propulsó en cuestión de meses a una situación financiera casi ostentosa. Operamos como crucero por una cantidad de tiempo de forma intermitente, lo cual nos permitía atender a otras obligaciones. A lo largo de nuestras operaciones, decidimos dividir la parte frontal de la nave con un espacio habitable para el mayor y para mí, donde teníamos todo lo necesario para subsistir cómodamente durante cada excursión. El servicio de crucero que había sido puesto a nuestra disposición, para labores de limpieza, seguridad, mantenimiento, entretenimiento y servicios de comida, nos traía amablemente alimentos durante el día a nuestra sección y se encargaban del aseo de nuestras recámaras. Lo único que teníamos que hacer Frost y yo era pilotar el gigantezco coloso a través del espacio durante las semanas que estábamos fuera de puerto, así que lo tomábamos tranquilamente por turnos, haciendo uso del asistende del supercrucero cada que llegábamos a un punto de interés, con lo cual podíamos olvidarnos de los controles por al menos medio o un día entero.

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Vivíamos una vida de lujos. De vez en cuando uno de los dos se escabullía al interior de la nave y nos hacíamos pasar por turistas para disfrutar las atracciones con tranquilidad que habíamos instalado, y tomar parte en el ambiente del crucero. Y a veces nos paseábamos de uniforme imperial completo a lo largo de la nave, como celebridades, y nos contábamos anécdotas del día en la privacidad de la cabina, compartiendo una cerveza entre risas. Al final de cada excursión, el mayor Frost se llevaba a casa un jugoso 8% libre de impuestos, de costos de operación, y de contratación, con lo cual pudo comprarle una casa nueva a su madre y guardar para su jubilación. Qué ambicioso.
Nuestras operaciones eran relativamente sencillas. Previos a partir, el personal de limpieza se encargaba de la nave, refrescándola a su elegante condición, y el equipo de mantenimiento se encargaba de cualquier requerimiento que les fuese normalmente incómodo de conducir con pasajeros a bordo, tal como reparación de atracciones, limpieza de filtros de la piscina, retocar el exterior de la nave y otras tareas similares. Mientras eso sucedía, Frost y yo recibíamos el personal nuevo a bordo y desabordábamos aquellos que hubiesen llegado al fin de su contrato, presentándolos a las autoridades inmigratorias. Una vez todos a bordo, y la nave limpia, nos retirábamos a cabina para esperar el abordaje de todos los pasajeros, lo cual era un proceso lento; tenían que pasar por un puesto de seguridad, presentar sus documentos a las autoridades en cargo de emigración, y presentarse al representante de la agencia. Una vez autorizados a subir, había una buena cantidad de puestos antes de la pasarela para comprar cachivaches libres de impuesto, tomarse fotos con la elegante astronave, y un puesto de bar justo antes del puente que servía café y bebidas alcohólicas para que la gente se llevase consigo a bordo.

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Con pasarelas recogidas, se conducía un ejercicio guiado por la tripulación sobre las providencias en caso de emergencia y las mejores rutas de evacuación para llegar a las cápsulas de escape. Entre el mayor y yo, aprovechábamos para pasearnos entre los pasajeros, de ropas casuales encubiertos como turistas regulares, para examinar a los nuevos pasajeros y adquirir una sensación de cómo sería el viaje. Era un truco efectivo que ideamos, ya que para el momento que el ejercicio de seguridad comenzaba a bordo, la mayoría de los buscarruidos y problemáticos ya estaban ebrios. De ahí, era levar trenes y zarpar. El viaje de vuelta era más o menos lo mismo, desembarcar a todos a través del sitio de inspección en la estación, presentar el registro y el manifiesto a las autoridades, pagar las tarifas por nave atracada, y prepararnos para la siguiente ronda. Bastante sencillo, para ser sincera.
En general, una operación lucrativa con muy buenos beneficios que logró llegar y rebasar la marca que tenía en mente para el capital necesario para mi nuevo proyecto. El lado negativo eran... bueno, los pasajeros. Era la parte verdaderamente desgastante del trabajo. Debido a su estatus social, o a su estatus económico, esta gente se creía muy superior y era común tener todo tipo de altercados que nos forzaban a involucrar a las autoridades de aduanas e inmigración en el puerto de llegada. Era bastante común recibirlos a bordo según atracábamos para conducir un arresto o una inspección. Hubo un pasajero en particular del que no me logro olvidar. Indiscutiblemente hay personas que merecen un castigo más personal. Ahora que lo pienso, creo que tengo una publicación que repara algo similar que realicé anteriormente. ¿Tal vez esta es mi manera de procesar este tipo de cosas? Mmm. Bueno. El tema… un político en particular. Un jefe de estado para ser exacta. Por lo que encontré en publicaciones antiguas de la prensa luego del incidente a bordo del Senator’s Nautilus, era un gobernador de una facción autoritaria. Pero este tipejo era de lo peor. Más allá de intentar asaltar física y sexualmente a otros pasajeros a bordo, hacía demandas disparatadas a diario a través del canal privado hacia el comandante en jefe del crucero, o sea, a mí. Que quería que le comprase drogas para divertirse, que parase en este lugar para recoger mercancía, que alterase rumbo para lo otro. Naturalmente, me negué.
Cada que una de sus solicitudes saltaba, yo presionaba esa “X” para quitarla de mi pantalla. Eventualmente, me llegó un mensaje de su parte reclamando que este podría haber sido el peor de todos los peores cruceros de los que hubiese estado y que demandaba que le dejase de inmediato en la estación más cercana. Se rehusaría a pagar. Naturalmente, me negué. ¿Su respuesta? Burló la seguridad contratada a bordo y hurtó una cápsula de escape. Se me alertó por el canal privado de inmediato cuando había eyectado su cápsula. Frost torció el labio, mirándome de brazos cruzados con un gesto agridulce. Sabía que esta nave no llevaba armas.
—No, mayor. Aquí no jugamos a esos juegos. —susurré áspera y corta de genio en un breve arrebato. Tomé los mandos de la Beluga, sacándola del asistente automático de navegación. Paulatinamente hundiendo la proa, arremetí contra la diminuta cápsula a velocidad actual con la bestial masa de la nave, de más de 1.500 toneladas, demoliéndola instantáneamente sin que el más mínimo disturbio se sintiese a bordo.
—Target destroyed. —anunció Celeste con su voz alegre, como siempre.
Al soltar los mandos y reprogramar el asistente, suspiré—. Tómelo como un favor, mayor, uno que le hicimos al resto de la galaxia. Un enfermo menos allá afuera. Frost se alzó de su silla sin decir palabra y regresó con un par de cervezas para los dos.

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Fin de la transmisión.
[Una o más imágenes en esta publicación son cortesía de Frontier Developments. Todos los derechos reservados.]
 
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Ésta es una publicación para retener el espacio cronológico del capítulo 9, si es que no los compacto en uno :p.
 
Sector: Sanguineous Rim
Cuadrante: 340 : 562 : -1450
Sistema: HIP 36601
Localización: HIP 36601 C 5 A, -50.06°, 169.28°
Hora: 21:51:50 del 28 Mar 3306.
Cambio.


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El espacio exterior es... inmenso. Inmensurable y vasto. Es increíble pensar en cuanto, como raza, hemos descubierto; en la magnitud de las implicaciones de una raza sensible, ahora extinta, y en la gravedad del conocimiento de una raza consciente a la cual hemos castigado intencionalmente con un genocidio... No que me moleste mucho, claro. Jamás se han fastidiado en mediar encuentros pacíficos con la humanidad, fuera de sus hiperdicciones forzadas para estudiarnos como alimañas de pecera, así que con más satisfacción opino que podrían disfrutar plenamente de otro par de bombas de fisión como regalo a sus legendarias naves Mega Colmenas. Insoportables floripondios, gérmenes desagradables. Brr. Ya les había visto unas cuantas de veces muy, muy de cerca, y sobreviví para contarlo.

Un céfiro resoplaba a lo largo de la cabina de Stellar Compass, soplando amablemente sobre mis hombros. Me estremecí de repente.

—Air conditioner, off. —comandé para detener la brisa. Con un murmullo electrónico, el dispositivo pareció explayarse hasta agregar al silencio de la cabina.

El Mayor Frost no se encontraba a bordo. De hecho, hace bastante tiempo que no le veía. Hay bastante que he fallado en relatar en el trayecto de los últimos dos años, y esta es una de esas nimiedades. Descubrí que todo copiloto, fuera de adueñarse de un porcentaje de mis ganancias, volasen conmigo o no, el Código de la Federación de Pilotos instruye que un porcentaje del rango de combate otorgado a nivel galáctico por la misma Federación de Pilotos debe compartirse con cada miembro de la tripulación contratado. Bah. Qué porquería. Por supuesto, eso me tenía tan rezagada. Podrían introducirse sus estatutos por…



Localización: HIP 36601 C 5 A, 18.10°, 4.14°
Hora: 22:16:34 del 28 Mar 3306.
Cambio.


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Una de las razones por la cual vuelo sola ahora es por el silencio. No hay música, no hay noticias. Sólo disfruto el silencio. Me hace falta. Al menos me ha hecho falta durante las últimas semanas. O meses. Más bien meses.

—Low gravity warning. —informó Celeste.

Ignoré la advertencia rutinaria, y luego de que la nave desenganchara el Escarabajo, di media vuelta y me dispuse a explorar un poco a cuatro llantas. Estaba en este satélite decrépito en la mitad de la nada, como de costumbre, en busca de unas formaciones cristalinas reportadas en esta zona que contenían materiales de alta rareza muy necesarios en los procesos de desarrollo e ingeniería avanzados para los módulos de naves espaciales. El problema de todo esto es que no había dónde comprarlos. Ninguno de estos materiales eran precisamente costosos, mas no es que hubiese un negocio específico que les minase o extrajese de la tierra, ya que su demanda era increíblemente baja; así que bien, la que quiere, busca, y la que busca, encuentra. Encima, la cantidad que requería era tan mínima que el picar trocillos de los cristales con láseres me era más que suficiente para el propósito que les tenía destinado.

—Al menos el terreno es más homogéneo y parejo aquí. —mascullé ausente. La verdad que el conducir en terreno abrupto era todo un dolor de cabeza, y más aún con baja gravedad. Fórmula rápida y segura para llenar una bolsa con lo que fuese que hubiese comido de almuerzo.

—Incoming message. —Celeste, mi asistente de vuelo artificial, parecía casi feliz de dejarme saber que alguien quería cruzar palabra conmigo.

Fruncí el ceño. —Otro imbécil del mercadeo de alguna facción que quiere mis servicios, seguro, ¡pero si estoy a más de mil setecientos años luz de…! —pausé, extrañada—. Comandante, ¿quién? ¿Ni-be-ro-bey? ¿Qué tipo de nombre es ese? —negué con la cabeza, cruzándome de brazos luego de guiar el vehículo a una parada completa—. Es un mensaje bastante estándar… Reunirse conmigo, ¿eh? Será otro rarito… Vamos a ver —negué de nuevo, guiada por mi mentón, y me retiré parte del flequillo del rostro al mirar la pantalla a mi diestra—, computer, please conduct full queries on criminal history, wants, warrants, and personal identifiable records on Commander Niberobey. —ordené a mi terminal luego de introducir mis credenciales imperiales. Una populosa lista de fechas, cargos, jurisdicciones, y disposiciones de juicios efectuados in absentia inundó mi pantalla. Al mirar con detalle, no pude evitar una carcajada dentro del pequeño róver de plexiglás. Este vil personaje era bien conocido, y detestado, entre los federales, y buscado en varias de sus jurisdicciones, sin extradición. Así que, a menos que cada botín se cobrase individualmente en la soberanía de cada comarca de incumbencia específica, cosa que tomaría tiempo y gasolina, no sería de gran ganancia al cobrarse con pérdida con defecto frente a un representante de Factores Interestelares, lo cual explicaría por qué seguía vivo y merodeando.

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—Podría llegar a agradarme este sujeto. —musité, cerrando la ventana holográfica y le proseguí a atinarle cuatro tiros láser a otra formación cristalina, quebrando una bifurcación delgada. Mentalmente fui rumiando qué responderle precisamente—. Delincuente, pero listo. —me sonreí divertida.

—Cargo hold at maximum capacity.

Una vez de vuelta a la nave, róver recogido por los ganchos frontales y asegurado al interior del hangar de vehículo, me encontré sentada de vuelta en mi silla y abrí el panel de comunicaciones. El cursor pulsante me interrogaba para que le alimentase con palabras.

‘Saludos Comandante.

Me encantaría …’
Fruncí el ceño. No. Demasiado cursi.

‘¿Qué quieres, subnormal, o es que te encanta ir por ahí mandando mensajes como cupido forrado en plomo?’ No. Bueno. Tal vez.

Fruncí el ceño de nuevo y arrugué el labio, mostrando dientes de lateral.

—Detesto escribir mensajes. —musité descontenta y me desinflé en mi silla. Cerré los ojos por un instante y pensé en casa. Vance Terminal. Pensé en el amplio pastizal frente a mi cabaña, en los árboles, en el olor a pino y a roble. En los parques y en el vino en las horas de la tarde. Suspiré a gusto.

Parpadeé—. No suena mal. —parpadeé de nuevo—. No suena nada mal. —sonreí.

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‘Send.’

—Listo, satisfactorio. —me alcé de hombros y fruncí los labios, encendiendo motores para elb despegue y trazando ruta hacia el siguiente sitio de extracción.

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Fin de la transmisión.

Esta es una publicación que ya había hecho en otro hilo, pero tenía que agregarla para que la siguiente tenga sentido. Niberobey, ya tengo lista la otra, sólo la estoy revisando :p ¡Es muy, muy larga! ¡Gracias por la paciencia!
 
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Hola muy buena historia pero no cierras el arco, que quería niberobey? Ese comandante es un Loquillo una vez se apareció en la taberna de koki y armo tremendo follon, muy buena historia espero q algún día podamos colaborar
 
Sector: Inner Orion Spur
Cuadrante: 0 : 19 : -90
Sistema: BD+34 1378
Localización: Vance Terminal
Hora: 18:02:14 del 01 Apr 3306.
Cambio.


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—Knoc, knoc. —apareció en mi tablero de comunicaciones. Ligeramente tarde, pero había llegado. El comandante Niberobey y yo habíamos quedado de reunirnos en Vance Terminal para discutir alguna proposición que él tenía para mí. Los detalles no habían sido muy precisos, pero había instigado mi curiosidad.

Zorgon Peterson, Sierra-November-Oscar, we are glad to have you back at our station, Commander —saludó amablemente la torre de control, reconociendo el identificador de mi nave de inmediato—, access granted, cleared for landing on docking bay four-five.

—Buenos días, caballero —le respondí a Niberobey a medida iba maniobrando para realizar penetración a la zona interna del puerto estelar por la ranura de buzón de entrada—, si es que a algo ya le podemos llamar días. —ahogué una risita—. O tardes.

—Ciclo de sueño lo llamaría yo. —Me respondió impávido.

—Sí, la verdad que suena más adecuado. No recuerdo la última vez que tomé un transbordador a un planeta con atmósfera. Habrán sido más de 10 años ya.

—La atmósfera está sobrevalorada.

Algún otro comandante se quejaba con las patrullas de seguridad en la frecuencia de radio local al ser requisado.

—Bueno, ya a mis huesos les haría bien el poner en marcha un plan de retirarme en el futuro en algún lugar con más gravedad que este anillo. Pero al menos aquí puedo disfrutar de algo de sol desde mi casa.

Approach speed is good, maintain current vector Commander. —advirtió la torre.

—Y yo que esperaba entrar en territorio imperial, rodeado de un séquito de afeminados y eunucos, y me veo en territorio de la Alianza.

—Bueno, no se puede tener todo lo que se desea. Además, vivir en territorios ajenos presta la oportunidad a vivir con menos preocupaciones. Se puede vivir con algo más de libertad y tranquilidad, por así decirlo.

—Espera, espera, espera… ¿libertad? ¿Un Escudo de Torval quiere vivir con libertad y tranquilidad, lejos de preocupaciones?

—Bueno, no puedo quejarme. Es como invertir en propiedades extranjeras. Si se juegan bien las cartas, se tiene un ‘pedazo de torta’ más grande al final. Duquesa del Imperio, embajadora de una facción menor democrática, mercenaria no afiliada volando bajo el estandarte de un corporativo sólo por el interés en sus armas, residiendo en territorio de la Alianza. —Una risa se escuchó a través de la comunicación—. Un buen pedazo de torta.

—Embajadora… eso suena a diplomacia. ¿La diplomacia no es eso que se hace sin disparar? Bueno, vamos al grano, necesito dos cosas: whisky y gresca, primero bebercio, luego negocios. —Una breve estática distorsionó sus últimas palabras ligeramente, pero no tanto así para que me fuese imposible distinguirlas.

—Aaaa… veces —se ríe de nuevo—. Y a veces involucra el disparar sin que le vean. Y bien, lo del whisky me suena fantástico. —respondí a medida que iba acomodando mi astronave de guerra, una elegante Mamba azul, diseñada por la compañía Zorgon Peterson, en la plataforma de aterrizaje—. Lo veo en la antesala de abordaje luego de que estacione su nave, —exclamé moderadamente.

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—Vale, 5 minutos estoy allí —respondió algo afanado—, llamada del alto mando general. Igual llego tarde, tengo una reputación de alimaña que mantener. —Por la transmisión, se escuchó claramente cómo tomaba un par de tragos de su petaca antes de cortar comunicación.

—Touchdown, power down engines. Welcome back, Commander, report to station services for more information. —Llamó la torre por última vez al haber hecho contacto con la plataforma. Me negué con la cabeza, entretenida por semejante personaje, a medida iba introduciendo las órdenes en mi consola para que la nave fuese bajo cubierta y despachando los servicios de mantenimiento necesarios. Me levanté de mi asiento de un breve salto, disponiéndome hacia la puerta. Desde el umbral de la cabina, observé cómo la enorme plataforma de hierro conducía mi nave bajo la superficie hasta el hangar de almacén y cerraba la compuerta superior. Una vez estuvo asegurada y apagada la nave, descendí por la escalerilla frontal y marché rumbo al elevador.

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—Adelante, tómese su tiempo. En eso yo aprovecharé para verificar mi reservación. —murmuré a través del comunicador a la vez que giraba mi muñeca para mostrar la interfaz holográfica completa y revisar mi agenda y el sitio virtual de la taberna que había elegido anteriormente. No era un lugar lo suficientemente concurrido como para necesitar reservación, pero había una mesa en particular que me encantaba, por lo cual siempre la solicitaba con anterioridad por un mensaje privado al gerente del local.

Al entrar al elevador me llevé una grata sorpresa. La comandante Avalon Prime, una mujer alta, con un rostro redondeado, nariz bien perfilada, tez trigueña, ojos azulados, y cabellos ondulados, grisáceos, y con rayos de diferentes opacidades, estaba al fondo del ascensor de carga. Me acerqué a ella y estreché su mano. Era la única persona que conocía personalmente nacida en el planeta Tierra, algo que era poco común para el general de la gente, considerando el volumen de seres humanos que existían hoy en día, los terrícolas representaban un porcentaje de población mínimo. También era raro cruzarse con un terrícola debido a las restricciones de viaje que la Federación había impuesto en Sol. A medida que se iba moviendo el gigantesco elevador de carga de piso a piso, nos actualizamos con las buenas nuevas. Era siempre refrescante hablar con ella, porque fuera de su agradable personalidad, compartía mis sentimientos hacia la Federación debido a su difícil pasado con ellos. Avalon era un as tras la palanca, una comandante que volaba con una ferocidad incalmable, y con una fuente de conocimiento que había compartido conmigo en varias ocasiones, en tardes lentas y sobre una bebida bien helada.

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Al abrirse las puertas del elevador, salimos a un corredor que servía como preludio al hangar. Miré alrededor, evitando chocarme con alguno de los mecánicos que pasaban absortos en sus conversaciones. Fue fácil distinguir a Niberobey. Con una tez ligeramente teñida por el sol, tras unos elegantes lentes de aviador, el comandante nos había estado observando desde que salimos del elevador. Su cabello corto y su bigote de herradura eran de un peculiar verde algo más conservador, y hacían juego con su traje. Todo el conjunto le hacía difícil pasar desapercibido y le daba un toque picaresco que hacía que fuese necesario preguntarse si se podía confiar del todo en él. Al verle, le extendí la mano.

—Comandante Snowsturm. Un gusto. —noté que su estrechón de manos era firme y agradable. Él sonrió tras sus lentes, y tomé nota en silencio que portaba una cicatriz muy similar a la mía sobre su ojo.

Él se quitó sus gafas con cuidado para no irlas a dañar, dándome otro vistazo a su cicatriz, y se las acomodó en el cuello—. Niberobey, alimaña profesional. —Con una mano me estrechaba la mía, y con la otra hacía una clase de reverencia en una chistosa combinación de modales. Hablaba como alimaña, pero parecía tener algo de cortesía averiada. O buen sentido del humor.

Me reí entretenida—. Todo un título, de verdad. ¿Sale en su tarjeta profesional? —bromeé con él.

—Esperaba verla en su flamante Cútter imperial. Y no, lo de alimaña no sale en la tarjeta. Es parte de mi encanto personal. —replicó.

—Bueno, mi Cútter está aquí aparcada. Casi siempre la vuelo, pero hoy no es el día. La facción para la cual sirvo de embajadora ha tenido unas riñas con otra facción local, la cual parece ha estado haciendo trabajo encubierto de sabotaje en estaciones pequeñas en otro sistema. Y, ni a la fuerza va a caber ese mastodonte allí. —Me alcé de hombros, siendo vaga en los detalles a propósito.

Súbitamente, un sonido de fuego de láser proveniente del hangar llenó el aire y Niberobey reaccionó como trueno, tanteando su muslo, en el lugar donde normalmente portaría un bláster, con esa práctica ausente de llevarlo siempre encima durante años. Vance Terminal era un poco estricta sobre las armas, siendo una estación turística se consideraban ilegales, y se restringía portarlas a menos de que se tuviese un permiso especial, como yo. Jej.

—Jodidos novatos y piratas suicidas. —comentó irritado.

Es curioso cuánto se puede añorar la falsa sensación de seguridad que da un arma. Me era común oír fuego al interior de la bahía de atraque, ya que la respuesta automática de la estación por violaciones mayores de tráfico aéreo era una respuesta letal. Al fin y al cabo, sería sólo una pérdida para el comandante destruido, quien tendría que pagar por la recompra de su nave y la limpieza de escombros luego de que su cápsula de escape fuese recuperada.

—Vamos, sígame. —le dije sin cuidado.

Ahora, creo que me debe un whisky. —murmuró antes de mirar sobre mi hombro y darse cuenta que Avalon estaba tras de mí—. Si tu amiga quiere unírsenos, no tengo inconveniente.

Me di vuelta para mirar a Avalon de nuevo, quien se negó con un gesto amable antes de retirarse. Explicó brevemente que tenía unos retoques pendientes para su Krait. Luego de una despedida, me volví hacia Niberobey—. Vamos por ese whisky, invito yo, y así podemos discutir bien su propuesta.

A medida que íbamos caminando, comenzó a explicarse, yendo directo al grano—. Estoy reuniendo un grupo. Más que un grupo, recogiendo temerarios para hacer frente a la amenaza Thargoide. No es que me entusiasme la humanidad, pero somos la única raza que destila whisky, y hace cerveza, y las dos veces que lo he intentado solo, no he salido bien parado. —no sabía si hablaba sobre lo de matar alienígenas o lo de hacer licor, lo cual me hizo un poco de gracia.

Yo le sonreí con interés, observándole a los ojos. Advertí que contaba con un implante en uno de sus ojos, detalle muy similar a mi situación. A través del pasillo metálico, pasamos por una sala donde mecánicos y turistas se mezclaban. Vance Terminal, una estación de negocios y arte, traía siempre una cantidad interesante de gente y de mercancía. Así continuamos caminando por pasillos con vidrieras que daban a jardines, de flores y árboles frondosos con maravillosas esencias que se filtraban por las rendijas de ventilación. Pasamos por residencias con balcones repletos de rosas y petunias, y por callecitas coloquiales y muy coloridas, con artistas y bandas a doquier que tocaban melodías suaves y serenatas de antaño. Al fin, llegamos a una estación de taxi automática y al acercarme a la consola, ordené un vehículo.

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—¿Cómo estuvo su viaje?

—El viaje, entretenido. —maldijo entre dientes—. Viajar con esa tartana es un poco latoso, pero entretenido. —Se quedó un momento pensativo antes de dirigirme de nuevo la palabra—. Oye, ¿eso de tener disparos aquí dentro es habitual? De donde yo vengo procuramos que la estación sea un remanso de paz. Ya es bastante tensa la vida de freelancer como para tener ese tipo de problemas por aquí dentro.

El taxi de piloto automático aparcó contra la estación de cristal en la bahía de peatones. Le abrí la puerta y, tomando asiento a su lado en la silla de atrás, introduje la ruta en el monitor del coche. El vehículo comenzó a moverse y las vibraciones del auto llenaron el interior a medida que iba acelerando.

—Y bueno, esta estación tiene un poco de todo. Hasta fuego para el que no sepa mantenerse a raya. Qué puedo decir. Son tiempos extraños, entre paz y guerra. —murmuré frustrada, alzándome de brazos, pensando en otra cosa. Habían sido unas semanas particularmente difíciles como diplomática y si algo había escuchado recientemente, eran tiros.

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El auto descendió de la pista cilíndrica y entró a un túnel al borde del interior cilíndrico del hangar. En la oscuridad del auto, las luces que pasaban apuradas llenaban el interior del vehículo por breves instantes con un amarillo ocre, dándole un aire novelesco a la escena. Al fin, el taxi se acercó a la boca final del túnel que se abrió prontamente para revelar un espectáculo de praderas y pastizales: estabámos ahora en el anillo anterior de la estación. Era como ser transportados a otro mundo. El cielo oscuro saludaba al fondo, tachado por sus mil estrellas, tras los soportes de metal y vidrio, recibido de afable humor por el verdor del pasto que se alzaba hacia el frente hasta donde daba la vista. Sonreí, cómoda.

—Sabe, es la primera vez que paso tanto tiempo con alguien desconocido sin que me apuñale, golpee, dispare, o maldiga. Es agradable. —comentó sin tornarse a verme, parecía sosegado por el verdor de las praderas.

Yo asentí a su comentario, igual admirando tranquilamente el verdor que, aunque lo veía casi a diario, me resultaba siempre reconfortante.

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—Y sobre los tiempos extraños, —dijo, sin darse la vuelta aún—, igual por eso tenéis cucarachas haciendo sucio. Creo que se están mudando peligrosamente cerca del hogar de mi facción. Unas Quebecucarachas creo que son. De hecho, no hace mucho, estuve por el sistema Burr haciendo batidas de ala sin éxito. Son huidizas las puñeteras.

Al escuchar sobre el comentario fuerte sobre facción en cuestión en Burr, fruncí el ceño. Sabía bastante sobre el conflicto por experiencia personal, entonces—. Esos mismos parásitos.

En los últimos dos meses había estado lidiando con un tipo de escoria sin comparación, una facción de comandantes racistas que habían intentado usar el miedo, la xenofobia, y el belicismo para unir a la gente bajo un estandarte contra nosotros, creando aliados bajo hipocresía y farsas políticas, e invadiendo nuestros sistemas. Sus ofertas de paz eran poco más que una mascarada de mentiras, donde demandaban trabajásemos para surtirles méritos en pro de ellos en números exorbitantes, como si fuésemos esclavos. Había sido una guerra sin honor contra oponentes sin honra, a través de la cual me había enfocado en desarmar esas alianzas que habían logrado, revelando la verdad sobre sus protegidos. Su líder, con cuyo nombre no ensuciaré mi bitácora, era un conocido comandante pro-Federal quien había pasado tres años de su vida encarcelado, según reveló por accidente su proclamado segundo al mando, quien parecía no tener ninguna autoridad en su facción. No tengo nada positivo que comentar sobre ellos. Al final logré, por mi propio mérito, forjar un tratado de paz con ellos a través de un mal intermediario, porque jamás fueron lo suficientemente valerosos de dar la cara, y mandaron a uno de sus aliados en su lugar a negociar por ellos. No sobra agregar que el susodicho aliado también falló en transmitir toda la información del tratado. Sin reclamar méritos, seguí trabajando en silencio, pero me consta que gracias a mí, millones de vidas en nuestros sistemas lograron salvarse de su tiranía. Con eso, me es recompensa suficiente.

Suspiré y retomé el tema—. Tengo reportes verificados que me indican que, aunque firmamos la paz con ellos a través de un pacto bilateral, han estado moviendo productos ilegales al mercado negro de nuestros sistemas en enormes cantidades, particularmente en Burr, para intentar desestabilizarlo. De allí venía hoy, y por eso la nave. Estaba de patrulla. —negué con la cabeza—. Parece que nuestro tratado de paz con ellos va a romperse de nuevo al paso que vamos. Creo que este es otro tema que podríamos tratar en bastante más detalle a favor de ambos.

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El taxi dobló a la derecha y se adentró por una placentera senda sombreada por robles a ambos costados. El terreno pedregoso sacudía el auto ligeramente, tal como se sacude una nave bajando de órbita.

Ahora dándose la vuelta para mirarme, parecía intrigado—. ¿A dónde vamos? ¿De picnic al campo?

Proseguí con otro comentario—. Bueno, no vamos de picnic. Si tengo visitas, me gusta ofrecerles un trago grato. —murmuré contenta.

El taxi se detuvo frente a un establecimiento de madera. Una fonda, una taberna bastante rústica que daba toda una sensación de transportar a sus visitantes a otro siglo. Tras un barandal, contaba con un par de mesas en un porche frontal con umbrales de madera. A su interior, era una taberna bastante clásica, de piso entablado, con barra y taburetes, y escaleras que daban a un segundo piso. Las puertas estaban abiertas de par en par y una brisa refrescante corría a través de todo el primer piso del establecimiento. Un agradable olor de carne asada a la plancha emergía del local, que también operaba como restaurante con un menú reducido, pero platos macizos. El establecimiento era toda una reliquia en la mitad del paisaje.

Invité al comandante a seguirme y le indiqué mi mesa favorita, uno de los mesones en el patiecillo de madera frente al barandal—. Tome asiento a gusto, comandante. —Me torné hacia el interior de la taberna—. ¡Mesero! —exclamé, aplaudiendo dos veces, como era costumbre en el local, para atraer su atención—. Ordene a gusto.

Niberobey parecía maravillado, lo cual me dio cierto regocijo interno—. Bonito. Y relajante. —opinó él—. Si la barrica para envejecer whisky se hace con esos robles que he visto, quiero uno. Sin hielo y doble por favor. —pidió antes de sentarse pesadamente. Alcanzando su cuello comprobó la integridad de las gafas que colgaban allí—. Como decía hace rato. También tenemos Queberachas. Contactaron con nuestro responsable de comunicaciones y líder en funciones, pidiendo pasar por uno de nuestros sistemas, alegando que estaba dentro de la burbuja de influencia de Zachary Hudson y que teníamos muchos sistemas. —Era obvio que la arrogancia de esta gente nos sentaba mal a ambos, ya que su expresión se veía bastante similar a como me sentía yo al respecto—. Mi voto fue decirles, y cito textualmente: ‘darles supositorios de plasma sobrecargado hasta que entiendan que no se tienen que acercar a menos de 50 años luz de nuestros sistemas. Por suerte, Xiz es un diplomático capaz y supo traducir eso a lenguaje no agresivo. —consideró, sonriéndose—.

El mesero llegó a nuestra mesa con dos vasos de agua y me ofreció un gesto amable con la cabeza, reconociéndome de inmediato. Le devolví el gesto de igual forma. Niberobey me miró con una sonrisa—. Dicen que puedes saber cómo es una persona por lo que bebe, veamos.

—Cerveza negra, Mikael. La de siempre. Jarra. Y un whisky doble, sin hielo, para el caballero.

Niberobey alzó las cejas, sin poder evitar sonreír. Parecía satisfecho con mi elección.

Ordené con claridad antes de responderle al comandante—. Qué sorpresa, pensé que éramos los únicos con un conflicto similar con estos imbéciles. Ha sido todo un desastre. Ya le contaré en otra oportunidad. Pero, sí le voy a solicitar que me ponga en contacto con el diplomático que me mencionó, Xiz, creo que podríamos sacar buena ventaja de todo esto. —me recosté en la silla, estirando los hombros.

—El comandante Xiz es poco serio pero eficiente, y atiende a todo el mundo. Fue él quien nos instó a venir por Burr a cazar las cucarachas que están ahora tratando de animar a otras facciones menores de la soberanía federal instaladas en nuestros sistemas solo por molestar. Y mientras —agravó su voz en forma de sátira, tomando un tono similar al del presidente de la Federación, Zachary Hudson— ‘el potente y organizado aparato federal lo permita bajo cuerda por el interés federal y humano de…’ gilipolleces propias de un dinosaurio. Y aquí estamos… —pausó por un momento al llegar el mesero con las bebidas y tras asentir agradecido alzó la suya— y aquí estamos una alimaña y una duquesa compartiendo alcohol.

Me reí de nuevo, de muy buen humor—. ¿Qué cosas, eh? De Thargoides a guerras, de guerras a bebidas. Salud, de cualquier forma. ¿Por qué deberíamos brindar? —alcé mi jarra de madera bruñida, a la par que él alzó su vaso corto lleno de licor amarillo y brillante. El sol daba plácidamente en ciclos rotatorios lentos y parsimoniosos, calentando la piel y la madera con una pereza de tarde de domingo.

—Brindemos por tener un motivo para despertar cada mañana, ya sea exterminar cucarachas, lidiar con Thargoides, o con una resaca. —Chocamos vasos, esperando un ‘chin chin’ que obviamente no se oiría—. Brindemos por una buena cogorza y una buena gresca. Y hablando de gresca, en breve debería volver a nuestros dominios a seguir ‘trabajando.’ —comentó con un jocoso sarcasmo.

—Me suena bien. Y bueno, si se nos hace el tiempo corto, vamos a hablar de la propuesta original que lo trae aquí. Cuénteme más sobre los Thargoides. ¿Qué idea tiene al respecto, qué le gustaría hacer?

—La mayoría de mis camaradas son camioneros. Transportistas con habilidad para tirar del gatillo pero poco más. Los Thargoides obligan a tener algo más que implicación. No me entienda mal, son habilidosos pero preparar una nave para combatir Thargoides requiere mucho esfuerzo y poca recompensa. Es un trabajo sucio, ingrato y peligroso, justo el tipo de trabajo que yo rehuiría en condiciones normales. —Íbamos tomando despacio, y él se elaboraba con una fluidez agradable y una casualidad refrescante—. Al principio, fue el fetiche de derribar algo diferente —su mirada absorta en el vaso parecía turbada por algo, como si recordase algo terrible en su pasado— pero esto se torna serio. Y sé que no puedo solo. Hay algún que otro comandante que sé que de buena gana se alistaría sin pensarlo, pero no somos los suficientes, ya tiene experiencia con esos bichos, ¿no, duquesa?

Sentí que el ambiente ganaba sobriedad y mi expresión lo reflejó. Tomé otro sorbo de mi bebida, una cerveza con un sabor robusto, espumosa y fría, mientras lo escuchaba atenta.

—No podría decir que tengo una nave lista para ello actualmente —respondí, reposando el envase en la mesa de madera, lo cual emitió un ‘tac’ orondo al golpear la superficie suavemente, gracias al sonido de la jarra de madera con líquido— ni que mi experiencia sea la más prominente pero detesto a las malditas cosas. Comprendo que su actividad reciente es meramente una respuesta al asalto del difunto Jameson, pero han pasado ya bastantes años, y su fuerza de asalto comienza a incrementar. Creo que de insectos hablando, tenemos más de un enemigo en común. Manténgame informada, pero con lo que concierne, puede contar conmigo en operaciones organizadas. Con bastante más gusto me encantaría derribar a las malditas cosas. —le sonreí sin mirarlo. Tras una breve pausa y un silencio, resumí—. Dígame, comandante, ¿qué tipo de nave le haría falta en esa flota? ¿Un tanque? ¿Asalto? —Alcé mis ojos para observarlo.

Mi comentario pareció hacerle gracia ya que, arrugando su barbilla y frunciendo el ceño, parecía aguantarse la risa—. Verá, faltan todas. No tenemos nada aún. Lo más que he apañado ha sido una Vulture con multi-cañones experimentales, pero hemos hecho los deberes. Llevo, yo al menos, un mes investigando ruinas guardianes, lo cual es una tocada de pelotas de nivel ‘gargantuesco.’ Pero estamos motivados y sedientos de sangre verde; al menos yo.

Como en coordinación, tomamos ambos otro sorbo, mirando al anillo en el que estábamos girar y girar lentamente. Gracias a esa rotación teníamos una cómoda gravedad que nos permitía disfrutar del paisaje a gusto y de placeres menores como sentarnos sin avíos que nos fijasen a una silla, o de disfrutar bebidas en tazas abiertas, sin tapa. Niberobey continuó hablando—. El objetivo es matar tantas de esas cosas como podamos para retrasar su avance o —pausó para tomar otro corto trago de su whisky observando los robles en la distancia con una nueva apreciación en sus ojos por la taberna— ooo al menos empujarlos al territorio que no sea de nuestra influencia. Que si —continuó, haciendo una serie de aspavientos con sus manos, exagerando las muecas— que pelearemos con la misma saña pero —pausó de nuevo, a mitad de frase para echar otro trago, y al tragar regresó con la misma energía— pero no es lo mismo pelear rompiendo tu casa que hacer la guerra lejos de lo poco que te es querido y llamas hogar. A mí, al menos —se reclinó en la silla y abrió los brazos para señalar el paisaje verdoso— no me gustaría ver este espectacular paraje reducido a un charco de moco verdoso corroído por una sucia plaga de ácido viscoso y asqueroso.

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Sin interrumpirlo, escuchando en silencio mientras iba hablando, gesticulé al mesero, elevando dos dedos para ordenar dos de lo mismo que estábamos tomando. A la mención de este lugar, Vance Terminal, no pude evitar fruncir el ceño a la desagradable y muy real imagen que me sugería. Me torné para observar el verdor, el cual se iba cubriendo de penumbra debido a su posición en el giro, de cara opuesta contra la estrella, y sentí como mis pensamientos se reflejaban en mi semblante. Los árboles, las praderas y la taberna comenzaron a teñirse de negro, iluminados por unas lámparas de brillo natural que se mantenían siempre activas, como faros en medio de la oscuridad preparados para los vestigios de una noche intermitente, mostrando el camino.

Él tomó otro sorbo de su bebida, dejando que el peso de sus palabras calara en mí, iluminado tenuemente por una lámpara que colgaba de uno de los postes que sobresalían del barandal, estribando la marquesina del porche—. Y bien, ¿qué me dice? ¿Se une al ‘escuadrón de alimañas’ en pos de matar Thargoides? O elija un mejor nombre, que lo de los nombres no se me da bien.

Luego de un instante de silencio, tomé un último sorbo de mi primera bebida y al colocar el envase de vuelta sobre la mesa con un chasquido hueco, le extendí la mano abierta—. Cuente conmigo, comandante. Sólo dígame qué necesita, y ahí estará, a su disposición.

Niberobey extendió su mano entusiasmado y satisfecho—. Duquesa —hizo una breve reverencia con la cabeza— será un placer contar con su inestimable ayuda. —Estrechó mi mano y volvió a acomodarse en su asiento para apurar lo que le quedaba de bebida antes de que llegara el mesero—. ¿Sabe? —inspeccionó el fondo del vaso mientras hablaba— Creo, si la memoria no me falla, lo cual no me sería raro, jamás he tenido una reunión de este calibre sin romperme los nudillos o algún hueso. —Ambos sonreímos frente a la observación— Lo cual es a la vez agradable y frustrante pero podría acostumbrarme a esto. Dígame, ¿todos los miembros del Imperio son así de pomposos y suaves o es porque es una freelancer? ¿O es que quiere causarme buena impresión? —sonrió mostrando los dientes ampliamente, como si estuviese mordiendo algo.

—Sólo yo. —asentí—. El Imperio ha sido siempre tradicionalista en lo que son modales y costumbres. Podría decirse que casi llevo una doble cara, una para cada necesidad. —murmuré, alzándome de hombros—. Y bueno, si necesite alguien que le ayude a partirse la cara, podríamos organizar eso algún día. —Una sonora carcajada inundó el porche de la taberna. Niberobey se sobresaltó por la risa estrepitosa, pero parecía acostumbrado a ese tipo de bullicio.

—Put… Walker… —murmuró levantando la cabeza, mencionando a quien me imaginé le había recordado mi risa. Al alzar su mentón, la luz artificial de una de las farolas se reflejó de su cicatriz facial.

Suspiré antes de pasar la risa, mirándolo a los ojos con seriedad—. Veo que también le falta un ojo. —Sonreí, discutiendo su implante ocular, y abrí ambos ojos un poco más claramente—. A mí me faltan los dos ojos. —Estaba consiente que mi ojo diestro era de un color blanquecino como la leche, marcado por una profunda cicatriz que corría desde mi frente, a través de mi párpado y parte del mismo orbe, hasta mi mejilla. Era ciega en un ojo. Mi ojo siniestro era también un implante ocular, pero de un modelo un poco más antiguo—. Es curioso ver a alguien con el mismo defecto que yo. —me alcé de hombros apenas, tomando otro sorbo de mi jarra.

El comandante intentó farfullar algo, apurado por responder mientras que paladeaba su trago—. Verá, lo del ojo es una curiosidad. ¿Sabe lo que ocurre cuando le encajan un vaso de chupito en la cuenca del ojo? Ya le adelanto que pierde el globo ocular y no es nada agradable. Lo peor es que ni siquiera fue culpa mía. Así fue como pagué una deuda de juego de mi padre; el desapareció y luego lo hizo mi ojo. La cicatriz me la gané yo. Una rotura de cabina. No me dio tiempo de ponerme el casco. Pero tener un ojo biónico tiene sus ventajas, o eso dicen.

Negué con la cabeza, sorprendida por la coincidencia—. Pero qué cosas. Lo mío también fue con la ruptura del cristal en la cabina. Fui menos afortunada, uno de esos cristales se me incrustó en el ojo derecho y por eso perdí la vista de ese lado permanentemente. Tardé demasiado en atenderme por un profesional, y el daño mató los nervios de ese ojo. Así que, aunque hay un tratamiento experimental para recuperar la vista y reconstruir los nervios, el tratamiento es bastante costoso y la recuperación es larga. Así que lo dejaré como está por ahora. Con mi izquierdo tuve más de suerte, como se imagina, y el daño fue menor, así que logré ponerme este implante que me ayuda a ver algo más periféricamente y volar mejor. Está sincronizado con las cámaras dentro de la nave, así que me otorga un rango de vista completo. —Sé que al hacer esta observación lo animé a que notase que yo inclinaba mi rostro siempre un poco hacia la derecha para poder observarlo con mi buen ojo—. Pero bueno, creo que lo del vaso en la cuenca del ojo tampoco suena peculiarmente emocionante, pero debe ser una historia entretenida. —Tomé otro sorbo de mi cerveza.

Brindamos de nuevo, en silencio. —Duquesa, empiezo a pensar que quiere emborracharme. —me dijo al tomar otro sorbo de su bebida—. He de serle sincero, no es mi primera ni mi segunda copa hoy. Ni siquiera la tercera. Y la verdad, dudo que sea la última. Este paraje es relajante. Podría acostumbrarme a esto pero echaría de menos la taberna de la Paqui.

Me reí con su observación y tomé otro trago. Tras del comandante, Mikael limpiaba una mesa en silencio. Había puesto una música tradicional de la Suramérica terrestre que sabía que me encantaba, un tango particularmente antiguo. Todo sobre este lugar era una ventana al pasado y me fascinaba venir aquí, por lo cual mis propinas eran siempre generosas. Había considerado incluso el comprar el local para conservarlo. Con mis dedos, corrí por la topografía del barandal de madera, sintiendo los brotes y nudos de la madera.

—¿Quién es Paqui? ¿Su pareja? —murmuré alzando las cejas.

Esta vez, fue a él a quien se le escapó una risotada estruendosa, que más que nerviosa era condescendiente—. Paqui, mi pareja. Noooo. Paqui es la que regenta la taberna de Mendez Dock. Es más conocida como La Paqui, la de las tres tetas. No pregunte, será mejor así. Y por favor, tutéeme, al fin y al cabo yo soy una alimaña que apoya a la Alianza por conveniencia y usted una duquesa del Imperio.

—Lo de tutearle, haré el esfuerzo. —mentí—. Pero ya entenderá que luego de años y años de eventos y campañas y negocios, se pega el usted. Esa es la parte de mí que será siempre imperial, supongo. —Me alcé de hombros una vez más, riéndome bajo. La luz del sol comenzaba a regresar progresivamente.

—No se preocupe, si ve un par de millones sobre mi cabeza, no se lo tendré en cuenta, así le costará menos tutearme. Por cierto, lo del ojo… —retomó el tema por su propia volición con un tono más ligero—. Es útil. Veo bien, pero lo más interesante es la conectividad. Tampoco pregunte, yo tampoco sé cómo. —No comprendí muy bien ese comentario, pero me limité a escuchar—. Igual, si me clavaron un chip en la sesera sin que lo supiera, tampoco lo descarto la verdad. Y si siente curiosidad, mi pareja aúna modales imperiales, eficacia federal, libertad de la alianza, y salvajismo independiente. No sé si entiende. —guiñó su ojo natural con picardía—. De hecho, no descartaría que me ella me tuviera monitorizado las 24 horas del ciclo de rotación de la vieja Tierra. —La pródiga luz de la estrella comenzaba a reflejarse en el ojo biónico de Niberobey y parecía que molestaba su ojo natural así que volvió a ponerse sus gafas de sol.

—Suena a todo un personaje. —Le sonreí. Era aparente que tenía especial con ella. Bien por él—. No sé si lo mío es ir a un bar para observarle la cantidad de bustos que lleva una mujer, pero me imagino que si tan expuestos los lleva, dará bastante de qué hablar. —Tomé otro sorbo del líquido oscuro frente a mí, saboreándolo con más remanso esta vez.

—Sí, Paqui da bastante de qué hablar, pero mi pareja no es de esas. Todo lo contrario. Sin embargo, en el Tugurio de la Paqui, hay chicos y chicas exponiéndose al disfrute visual de cualquiera que entre. —Otra acotación suya que no supe cómo interpretar. Él tomó un trago largo para acabar la copa—. Duquesa, ha sido un placer. —Se levantó, no sin dificultad por la cantidad de alcohol en el cuerpo. Yo me comencé a levantar del asiento pero él negó que lo hiciese—. Disculpe, puedo llegar bien, no se preocupe. No se levante. —Carraspeó antes de seguir—. Espero me devuelva la visita; con gusto la guiaré por el antro de perversión más afable que haya conocido. —Y otra observación que no sabía cómo interpretar—. Y si se lo pregunta, en la estación tenemos plataformas grandes para su Cútter. Con suerte podrá conocer a la geóloga la Alianza que me da los chivatazos de zonas de extracción jugosas para cazar recompensas. —Comenzaba a decir disparates. Contuvo una risilla y se puso firme, ofreciéndome un saludo militar. Me recordó, con ese decoro apresurado, a los oficiales que honraban mi llegada cada que desembarcaba en una estación imperial—. Hasta la ‘vista’ —jugó él con la palabra, probablemente luego de todo el tema de perder los ojos—, comandante.

De igual forma, hice caso omiso a su recomendación de no levantarme de mi silla, para despedirle adecuadamente. En vez de responderle con un saludo militar, los cuales estaba tan acostumbrada a recibir, le estiré mi mano para estrechar la suya—. Tendré que pasarme por allí entonces, no puedo perdérmelo. Tengo que pasarme por el famoso Tugurio y ver a la famosa Paqui. Vuele con el mayor cuidado posible, y no se choque con la estatua de salida. —Nos dimos un firme estrechón de manos y, entre risas bajas, asentimos en despedida y lo observé partir.

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Una hora más tarde, con tres cervezas más encima…


Con cara de inmensa irritación, agarré al mensajero de las solapas, zarandeándolo violentamente.

—¿Qué hay dentro del paquete? —rugí sin cuidado. Un mensajerito de tres por cuatro me había estado esperando en el corredor principal anterior al hangar. Una horripilante idea se cruzó por mi mente y, observando en todas direcciones, agucé el oído—. ¿Es una bomba?

El patético mensajero comenzó a lloriquear—. No lo sééééé… Sólo soy un mandado…

—¿Quién lo envía? —gruñí, zarandeándolo de nuevo—. ¿Quién trata de matarme ahora?

El tipejo levantó su holo-pad con una mano temblorosa y logré echarle un vistazo al nombre de la remitente: “Comandante Maya Fey.” Oh. Ups. Solté al pobre hombre, que se desparramó por el suelo y dibujado en su rostro se veía muy claro un ‘no me pagan lo suficiente para esto’ a la par de un ‘ayuda por favor.’ Parecía que iba a llorar. Volteé el rostro y solté una risita discreta sobre la patética imagen. El desarreglado y trastornado mensajero se levantó aún temblando como una abuelita con párkinson, e intentando recomponerse, me tendió el holo-pad para que lo firmara. Ahí. Clic.

Me agaché para recoger el pequeño paquete; era ligero y se sentía acolchonado, como si la remitente se hubiese tomado el trabajo de poner relleno para proteger los contenidos, y al sacudirlo parecía que varios objetos pequeños brincaban en su interior. Alcé la vista para hacerle una pregunta al mensajero, y descubrí que había desaparecido, el sonido de sus pisadas atosigadas en dirección de vuelta a su nave de reparto lo delataron. Ahogué otra risilla divertida mirando en dirección a su huída.

Bajé mi mirada de nuevo para abrir el paquete. Al abrir la caja pude percibir el olor a perfume mezclado con grasa de nave, y al retirar el relleno encontré dentro una bonita caja de bombones y una nota que leía “Felicidades por tu posición de diplomática” con su firma al pie de página. Pasando los dedos por el borde de la tarjeta, sentí el borde recortado con alegres ondulaciones; la misma estaba también rellena de adorables estampitas de corazoncitos, estrellitas y sonrisitas. Sostuve la tarjeta, con los ojos entrecerrados, intentando procesar el obsequio.

El mensajero se había quedado pasmado, escondiéndose detrás de la esquina del pasillo a la izquierda, pero la curiosidad le hizo quedarse, contra sus mejores instintos, para fisgonear desde la distancia sobre los contenidos del paquete. Una profunda y estruendosa risa que emergió de mí fue suficiente para echar al despavorido mensajero a correr de verdad—. ¡Es una bomba! ¡Esa mujer tiene una bomba! —huyó chillando.

Fin de la transmisión.

[Éste ha sido un trabajo de autoría conjunta con los comandantes mencionados en la narrativa. Se extienden los más profusos agradecimientos por sus contribuciones.]
 
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saludos comandante muy buenas historias, me han dejado al borde del asiento, queria pedir su permiso para compartir sus aventuras en mi pagina de facebook llamanda elite dangerous cronicas, a mi tb me gusta escribir y con gusto participar en una colaboracion, puede seguir mis historias en el hilo de la taberna de koki, haz pensando en ponerle audio a tus historias?, tanto lobo estelar como mi persona lo hicimos con un par de historias, sobre todo para la emisora q teniamos y para ivoox, claro como pleyadesradio, pd como no tengo el tiempo suficiente para escribir estoy mas bien modificando canciones, espero una pronta respuesta Quatum Rick OUT
 
saludos comandante muy buenas historias, me han dejado al borde del asiento, queria pedir su permiso para compartir sus aventuras en mi pagina de facebook llamanda elite dangerous cronicas, a mi tb me gusta escribir y con gusto participar en una colaboracion, puede seguir mis historias en el hilo de la taberna de koki, haz pensando en ponerle audio a tus historias?, tanto lobo estelar como mi persona lo hicimos con un par de historias, sobre todo para la emisora q teniamos y para ivoox, claro como pleyadesradio, pd como no tengo el tiempo suficiente para escribir estoy mas bien modificando canciones, espero una pronta respuesta Quatum Rick OUT

¡Saludos, Quantum Rick! Ya anteriormente te había dado la luz verde para usarlas en tu página de Facebook en tu propio hilo, o producirlas con audio desde que hagas referencia de autoría a la fuente. Lo del audio lo he considerado, pero mi voz no encaja con el personaje.

¡Gracias por tu cumplido!
 
Sector: Inner Orion Spur
Cuadrante: -20 : 13 : -90
Sistema: Wathiparian
Localización: Wathiparian 1, estación orbital Kelleam City
Hora: 06:21:13 del 18 Jul 3304.
Cambio.


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Sentada en un diván con mis codos sobre mis muslos, sostenía una taza de café entre mis manos; su calor sembrando espigas de placer, las cuales me costaba discernir, a lo largo de mis palmas a través de la porcelana imperial. Bajo un manto de letargo, observaba bajo párpados pesados la superficie cobriza del planeta que orbitaba esta estación desde el ventanal de mi habitación de hotel.

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Bajo el efecto del sopor matutino, mis sentidos atontados sobrecogían todo en un hálito de desconcierto, llevándome a divagar entre la bruma de mis memorias. Parpadeé lentamente, intentando ahogar una ofuscación que intentaba emerger en enojo. Como hoy, a veces se me hacía más difícil de ignorar el hecho de que no podía ver desde un ojo. Aunque tenía la ventaja de que el otro restante había sido reformado tecnológicamente y me ofrecía algo más de vista periférica, seguía siendo una molestia insondable.

Apoyé la taza en mi regazo, aún nublada por el sueño, y observé mi reflejo en el vidrio reforzado que me separaba del vacío infinito. Allí vi a un par de ojos dispares observándome con un soñoliento desinterés. Uno era de un blanco, nublado como un planeta tormentoso, y denso como el algodón. El otro era negro, como el color de piezas nuevas de fibra de carbono, recién desempacadas, con pequeños vértices, líneas y ángulos que desvelaban su naturaleza artificial. ¿Cuánto tiempo había pasado desde eso? Una breve y lánguida risa palpitó en mi garganta antes de morir de nuevo bajo un sinsabor agrio. La memoria de cómo había perdido mis ojos me turbaba entre el sopor; la forma de los fragmentos de vidrio avecinándose inevitablemente en mi dirección, el ahogo por la falta de oxígeno... Todo sucedió tan rápido. Un combate, casi como cualquier otro, que salió mal. El cristal de la cabina, fracturado por el asalto de armas pesadas, cedió sin aviso en una explosión violenta de miles de pequeñas estelas brillantes. Aunque por ley de inercia todos los fragmentos deberían haber sido expulsados hacia el vacío exterior, algunos rebotaron en mi dirección al chocar contra el labio sellante de los soportes metálicos del parabrisas durante un giro cerrado.

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Cegada por el dolor de las dagas cristalinas incrustadas en mi rostro, alcancé a ponerme el casco afanosamente para no morir asfixiada. Podía sentir la sangre cálida escurriendo entre las cuencas de mis ojos. Con maniobras memorizadas ascendí a velocidad de súper crucero, escapando de mi agresor. El titilar del contador del soporte vital que anunciaba los minutos restantes de oxígeno me obligó a aceptar una dura realidad. Tendría que forzarme a navegar por uso de al menos uno de mis ojos, ya que no contaba con asistente de súper crucero en esta nave. Gemí del dolor por un instante, en la intensidad del negro espacio, iluminada por las alarmas bombillas de emergencia. Con lo poco que entendía de medicina táctica, asumí con severidad que el ojo que eligiese tendría un riesgo mayor de tener complicaciones más delicadas. El intenso dolor en mi ojo derecho me inclinó a suponer que la herida era de mayor gravedad allí.

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A través del más intenso y desquiciante dolor que hubiese sentido hasta la fecha, abrí mi ojo. Para mi horror, como un vórtice horripilante de colores, una vista caleidoscópica tintada en sangre se presentó ante mí. Mareada por el dolor, logré ajustar el curso de mi nave hacia la estación. Sudor frío corría por mi cuello mientras aguantaba la agonía.

...

Suspiré, cerrando los ojos, y tomé otro sorbo del café oscuro para intentar disipar las terroríficas visiones. Fruncí el ceño. No recuerdo cómo aparqué.

...

-Comandante, por favor no ocupe plataformas de aterrizaje no asignadas. -me advirtió el controlador de tráfico aéreo.

Algo musité en un aliento.

-Comandante, ¿copia? Responda por favor.

-No puedo ver... -murmuré al fin desgastada.

Escuché una sirena en alguna parte. Alarmado, me contestó de inmediato-. ¡Asistencia médica va en camino, comandante! ¡Manténgase tranquila!

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Eso es lo último que recuerdo. De ahí, recuerdo divagar en la oscuridad por días. Un mar de sensaciones y sonidos que me mecían en direcciones desconocidas. Algún doctor explicándome posibles implantes y reconstrucción neuronal. Alguien llevándome de la mano hasta el baño. Algún auxiliar dándome de comer. Alguna presencia charlando nerviosamente sobre noticias imperiales irrelevantes. Algún profesional médico con un tono grave, explicándome algo sobre nervios muertos en un ojo. Un espacio en blanco. Un doctor felicitándome porque la operación había sido un éxito.

...

Contemplé en silencio el fondo del pocillo aún cálido entre mis manos. Llevando mi diestra a mi rostro, sentí el relieve de la profunda cicatriz que atravesaba mi ceja y párpado. Al abrirlo, intenté con determinación observar mi mano a medida que empuñaba los dedos, sin ser capaz de verla.

Suspiré.

Me levanté al fin, tambaleando en dirección a la ducha, frotándome los ojos.

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Fin de la transmisión.
 
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