[Juno Bean] El llameante cielo azul

Ese brillo cegador. La luz azul inundando todo el campo de visión. Mi propia mente.


Y después nada. Mis retinas quemadas. Meses de terapias y ceguera. Con mi alma rota por el miedo y mis ojos ciegos hasta que los reemplazaron.


No fue un fallo mio. Es lo que dije en el informe. Es lo que quiero creer. Aunque albergue dudas sobre lo ocurrido.


Todo ocurrió en la academia de la federación de pilotos. Mi carrera era buena. Está mal que lo diga yo. Muy buena si me permites la falta de modestia.


La infancia no había sido muy fácil. Mi madre me dejó al cargo de instituciones cuando ella partió al espacio profundo. Si no eres colono no te permiten viajar tan joven en su flota. Solo eres un estorbo. Así que tuve que aceptar esa vida de gente desconocida diciéndome que tengo que hacer. Algo a lo que no llegas a acostumbrarme. La adolescencia fue bastante peor, te lo puedo asegurar.
¿Mi padre? Permíteme que le haga esa pregunta a mi madre si algún día la veo.


Me preparaba a vivir una anodina vida en la corteza de mi planeta natal. Atada a la gravedad de por vida, como tantos millones de almas habitan la burbuja de la humanidad. Tenía siempre la esperanza de escapar, pero en el fondo sabía que era un sueño imposible.


Salvo por el pequeño detalle, casi imperceptible, que las madres son siempre madres y velan por nosotros aunque nos separen las estrellas del firmamento. Si bien no pudo acunarme en la infancia, consolarme en la juventud. Al menos pudo procurarme un futuro entre las estrellas. Hasta que la cagué...


El permiso para entrar en la academia de la federación de pilotos vino por sorpresa. A veces no hace falta las facultades para entrar solamente. Necesitas financiación para los estudios, los seguros. Yo tenía la habilidad, la cabeza. Vamos, eso creo. No es que me esté echando flores. Pero estaba sola en este maldito mundo. Como mucho aspiraba a ser una maldita controladora de espacio puerto. Tal vez con suerte, ser esa voz que te da la entrada a la estación. ¿Pero volar? Ni de coña.


Hasta que llegó esa beca por parte de la federación. Por los servicios cumplidos por la comandante Verónica Bean. Mi madre cuidaba de mi más allá de las estrellas.


Me esforcé más que nunca. Di lo máximo de mi para conseguir deshacerme de la gravedad de mi hogar. Por mi madre. Pero sobre todo por mis sueños. La libertad es algo por lo que vale la pena pelear.


No fui la primera de mi promoción ni por asomo. Eso se lo dejo a los cerebritos de mi promoción. A mi me bastaba con el título. Que luego me dieran la chatarra que quisieran o pudiera permitirme. Qué más daba con tal de volar. Al final lo que cuenta es el resultado.


La verdad es que los años fueron muy duros. Mucha competencia. Y para alguien que no tiene padrinos, ni es un as ni un genio, solo le queda la constancia. Y creo que no lo hice tan mal.


Hasta el día que me mandaron un vuelo de tutelado a aquella baliza. Recuerdo entrar en el sistema y encontrar esa estrella azulada ocupando todo el firmamento. La pequeña dolphin que nos transportaba era como una insignificante nada incluso a esa distancia. En aquel momento me dejaron los mandos de vuelo. Mi instructor fue directo. “Ve a la baliza cerca de Algol A y baja de supercrucero”


Conforme me acercaba, esa inmensa llama azul ocupaba toda la vista. Incluso le pregunté a mi instructor si era posible que se hubiera salido de su curso inicial. Así era y por eso con el tiempo había crecido el interés en esa ruta. Con los años se hallaba tan cerca de la estrella que se convertía en un reclamo y en un dolor para los filtros de luz de las naves.


Cuando salimos de supercrucero. Paramos cerca de la señal y mi comandante se dispuso a ir con la tripulación a disfrutar de las vistas y los cócteles.


Me quedé sola en esa cabina. Cavilando. Pensé “Ya está. Ya seré comandante. Un par de test y todo...”


En aquel momento sentí la onda de espacio tiempo hacer temblar toda la nave. Mas tarde el impacto físico. Cuando me quise dar cuenta, nuestra dolphin estaba partida en dos y todo el mundo giraba vertiginosamente en la cabina. Sin control.


El haber variado de rumbo hacia la estrella había hecho que se dañaran muchos componentes de la baliza. Lo que más que un punto seguro de bajada, la convertía en una trampa mortal. Bastaba el azar de los dados para que dos naves confluyeran en el tiempo. Y así esa orca que apareció de la nada nos embistió. Nos partió por la mitad como una rama seca.


Todos los paneles se iluminaban con la energía de emergencia. Los localizadores de signos vitales de la tripulación pitando con los muertos detectados. Todos 22 tripulantes y mi comandante. Todos menos yo. Pero no tenía tiempo de ver eso. La integridad del casco de la cabina saltó por los aires segundos después. Me vi arrojada al vacío. Me vi arrojada a las fauces de Algol A.


No se que ocurrió después. El sistema de filtro de luminosidad de mi traje, falló. Aquel cielo azul brillante, llameante es lo último que he visto en mi vida. Con mis verdaderos ojos quiero decir. Fueron fracciones insignificantes de segundo. Lo suficiente para que no quemaran mi cuerpo pero mi vista acabara ahí. No recuerdo nada más de ese momento. Salvo el terror y luego la inconsciencia.


Sobreviví, claro está. La orca rescató a los cuerpos que flotaban alrededor de los restos de mi nave. A mi entre ellos.




Un tiempo después estaba preparada para recibir las consecuencias. O eso creía. Había muertos por el medio y la investigación iba a ser dura. La federación, iba a ser implacable sobre esto. Sin contar con los daños materiales. Si resultaba responsable no iba a ser fácil.


Y así fue. Con el impacto parte de mi nave golpeó a la baliza. Y desapareció en dirección a la estrella. No era posible saber si me encontraba tan cerca de la entrada de naves por fallo de la baliza o si era responsabilidad compartida con el otro navegante. El otro piloto envidentemente no iba a declarar en contra suya. Un piloto con el permiso de la federación de pilotos frente al testimonio de un cadete, único superviviente de la otra nave.


Me cayó todo el peso de la justicia. Imprudencia. Responsabilidad de muertes. Mi carrera estaba sentenciada si no mi vida. Podía acabar en una colonia penal.


El tema económico por suerte se zanjó con el seguro de la federación de pilotos. Pero estaba claro que no iba a pilotar una nave en mi vida. Jamás.
 
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[Juno Bean] Renacimiento

Desde el muelle de carga de la estación, el sonido de las articulaciones electromecánica de los drones de carga era la sinfonía predominante en aquel paraje de cajas y plataformas de transporte.
Sus habitantes, los estribadores, controlaban que todo estuviera en orden y nada parara.


Juno revisaba el panel una y otra vez. Había llegado con la carga desde la t-9 en un pequeño remolcador, el único vehículo para el que tenía permiso de vuelo, después de ser expulsada de la academia de la federación de vuelo. Siempre que tomaba los mandos imaginaba como sería tener un magnífico motor de salto y poder escapar de esa angosta realidad.


Había saltado, sí. Como pasajero de empresa en una t-6 sin vista al exterior. Pero desde los tiempo de la academia nada. Sus validaciones como piloto cualificada era datos caducados en un mar de informes y sentencias judiciales.


Este era su mundo desde entonces. Los muelles de una estación orbital. Por suerte tenía aun permiso para vuelos suborbitales y paraestacionales. Pocas personas tenían esa cualificación y por lo tanto no tenía problemas de trabajo.


Un estimulante trabajo bajando y subiendo cajas. Durante un tiempo buscó alguna otra salida. Ampliando conocimientos técnicos de ingeniería naval. Incluso mandó alguno curriculums a ingenieros famosos como Farseer. Pero, o al menos creía ella, su historial la perseguía como una sombra.




“¿Juno Bean? ¿Es usted Juno?”. No conocía esa voz que se dirigía a ella por detrás de su hombro. Pero cuando se giró y vio a un hombre de ropa de negocios con un datapd en la mano se temió lo peor. “¿Con quien tengo el placer de hablar?¿Alguna demanda perdida de una familia destrozada en Algol A?”.


“No señorita. Posiblemente tiene el placer de hablar con quien le va a sacar de este agujero. Soy Albert Jodorosqui, representante del gabinete de abogados de Sol de Guuguyni”.


“¿Donde demonios está Guuguyni? ¿Que más da? Si me va a ofrecer un nuevo contrato para salir de esta estación lo acepto. No pueden ser peores las condiciones que las de de esta estación. No he visto recicladores de aire con un olor a huevos podridos como los de aquí”.


De un salto y desprendiéndose del anclaje magnético de sus botas se acercó lentamente hasta la plataforma perpendicular sobre la que se amarraba aquel “salvador” con traje caro.


Le encantaba danzar en la gravedad 0 de aquellos recintos orbitales. Era la pequeña ventaja que tenía sobre las estaciones con gravedad simulada. Eso y la soledad.


“Como dice, señorita Bean, que más da de donde venga. Un hombre con mucho dinero e influencia nos ha pedido que le ayudemos a limpiar su historial”.


“No hay nada que limpiar”, Respondió Juno con semblante serio. La rabia le revolvía el corazón cada vez que recordaba como había sido juzgada y sentenciada como una vulgar rata. Suspiró. Enfadarse y enrocarse en lo injusta que había sido la vida no iba a sacarla de allí. “En fin. Si está aquí es que sabe mucho mas de mi que yo de..., mi supuesto salvador”.


“Prefiere no mencionar su nombre si no le importa. Sí, he estudiado su caso y no es sencillo. Destrucción de una nave de transporte de pasajeros, una baliza de navegación y daños a otra nave. Sin contar los muertos, claro está. Los eso siempre condiciona los informes”.


“La cuestión es que mi cliente quiere que le salve el culo, señorita, si quiere que sea franco. Nuentro gabinete de abogados ya está analizando tanto la sentencia como todos los informes alegados. Estamos buscando algún resquicio que nos permita que la federación revise el caso y pueda, con algún incentivo revocar la sentencia.”


“¿Quiere decir que pueda volver a tener mi licencia de comandante?” Durante décimas de segundo se permitió un leve asomo de esperanza. Si sus ojos implantados brillaron levemente ante hipersecreción de los lacrimales.


“Primero hay que estudiar el caso. Pero es una posibilidad. Al menos que se le vuelva a admitir en una academia de vuelo que le permita acreditar su capacidad de vuelo. Los muertos son difíciles de borrar en un historial, le recuerdo”.


“Ya. Entiendo”. Una posibilidad. Titubeó un poco al decir “Gracias... tan solo trata de ayudarme y estoy siendo tan agresiva como uno de esos goids que salen en Galnet últimamente”.


“No se preocupe. Es normal que no le tenga cariño a los burócratas como yo”.


“Señor Albert, puedo preguntarle algo de mi supuesto benefactor”.


“Prefiere permanecer en el anonimato. De todas formas sabe que preguntaría por el. Me ha autorizado a decirle que lo hace por un favor a su madre. La conoció hace tiempo e imaginó que era una buena manera de honrarla”.


“¡¿La conoció? ¿Como demonios?! Ni siquiera he tenido noticias de ella desde hace muchos años. Pensé que me odiaría después de haber desperdiciado mi entrada en la academia”. Dijo más para si que para su interlocutor.


El hombre posó su mano en el hombro de Juno. Sus ojos eran también sintéticos aunque desconcertantemente desiguales (con una cicatriz cuzando uno de ellos). Le dijo con un tono consolador. “Me pidió que le dijera que su madre nunca quiso abandonarla”.


“¿Pero donde...?”


“En colonia. Ella no quiso volver” Le respondió. “Permitame arreglar todos los detalles y tendrá noticias mías. Del resultado de su permiso de vuelo y de un pequeño préstamo para comprar una pequeña nave.”


“En colonia...” Pensaba ella. “¿Una pequeña nave?” Cayó de repente en la cuenta. Pero el hombre ya había marchado.


Comandante Juno aun seguía sonando muy bien, al fin y al cabo.
 
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Las reglas del juego han cambiado.

Casi un año después de comenzar en los mandos de una sidewinder, Estaba en el puente de su preciada adquisición.


¿Para que quería una nave de combate? Había tenido que contestar muchas veces a esa pregunta mientras rellenaba los interminables documentos y permisos. En realidad, inconfesablemente, lo que necesitaba es una nave ágil que pudiera entrar discretamente en la mayoría de puertos.


Debido a la paranoia generalizada que habían provocado los múltiples ataques thargoides las preguntas sobre la compra de una Chieftain no se alargaban demasiado. Un piloto más dispuesto a defenderlos de horror alienígena, debían pensar.


Además. Nunca se sabe que podría encontrar entre los saltos de hiperluz. En algunas estaciones ya había podido experimentar que clase de pesadillas puede arrojar el hiperespacio. Tal vez esa nave comercial que había llevado hasta ahora podría haber sido su tumba. Las reglas del juego habían cambiado en la burbuja.



“Tal vez sea hora de volver a hablar con esos contactos de Eurybia”. Se dijo a si misma.
 
Conozco al amigo de un amigo, de un amigo...

La nave en silencio. Sobrecalentandose por dentro. Con todas las emisiones cortadas para evitar miradas indiscretas. Cruzando velozmente la puerta de atraque de la estación.


Había concertado una cita con los hombres de negocios grises del lugar. En su bodega una pequeña carga preparada para el menudeo ilegal de la estación. Narcóticos cultivados en un sistema granja cercano. Todos se llevarían un extra para hacer sus vidas más fáciles. Lo que Juno buscaba era información.


“Un amigo de un amigo, de un amigo”. Pensaba Juno mientras paró en seco volteando los retropropulsores de su Chieftain. La nave se quejó en toda su estructura por la deceleración brusca y la piloto hubiera salido despedida al cristal de la cabina, de no estar firmemente anclada a la silla.
Abrió la ventilación para que la nave pudiera respirar. A escasos metros de la zona de amarre.


Llevaba días siguiendo la pista de aquel ingeniero. De negocios turbios pero de mente brillante. Y muy escurridizo. Le había estado siguiendo la pista contactando con todos los mercados negros a través de la burbuja.


Pero si la información era viable. Aquí encontraría las respuestas. Aqui encontraría a aquel “habitante” de los bajos fondos que tanto buscaba.


¿Pero lo buscaba? Solo para dar el siguiente paso. Ni siquiera era el final. Solo un peón más hasta el último al que buscaba.


De todas formas le vendría bien para algunas reformas en la Pequod que tenía pensadas. Si quería dejarse encontrar, claro está.


Apagó los motores de su nave y la dejó en espera y mantenimiento. Como había acordado con los hombres de negocios grises del lugar.
 
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La Chieftain. El mayor criterio de elección es que me gustaba mucho su forma y no me puedo permitir una Krait II
 
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Seguramente alguien podrá darte motivos técnicos con números y todo, desde mi emotivo punto de vista: tiene buena visibilidad, buena maniobra, es tocha, aguanta mucho, su velocidad es correcta y tiene el encanto de las Lakon. Piloté mi chifi una temporada y me pareció todo eso, pero no me dijo su nombre.
 
Abre cuaderno:

Quinto conjunto de ruinas explorados. La recolección de datos, según la descodificación ideada por Ram Tah, está siendo un éxito. Los retazos de información arrancados de dos millones de años de silencio son sumamente interesantes. Nunca pensé verme tan atraida hacia estras estructuras. Mi primera aproximación fue meramente instrumental, pero ahora no sabría si mi curiosidad por el destino de esta especia se sobrepusiera a mis intereses más inmediatos. Y que demonios, Ram paga muy bien la información.

El destino de esta especia bien pudiera ser una premonición al nuestro. Puesto que parece que no necesitaron ningún actor externo para desaparecer. Bien lo hicieron solos. Bien pudieramos hacerlo nosotros también.

 
Tesoros ocultos

Sus dos pupilas mecánicas se adaptaron a la luz de un nuevo amanecer, cuando el sol emergió, radiante, por el horizonte curvo al que orbitaba la estación minera.


Se trataba de un gran asteroide que había caído en la órbita de aquel gigante gaseoso incontables cientos de miles de años. Vaciado por aquella especie que había coloniczado ese rincón de la galaxia como un germen. Y puesto en una órbita estable para servir de hogar a incontables y descarriadas almas.


Su nuevo hogar. Blackmount orbital. En medio de todo el caos provocado en el encuentro con la primera razas inteligente. Aun en ese estado de paranoia permanente, la gente tenía que ganarse la vida.


Juno había estado explorando la región hace unos días. Revisando sistemas cercanos en busca de buenos filones. Comercios donde poder vender y comprar. Preparándose para hacerse un nombre en aquel lugar.


En cierta manera le gustaba aquel ambiente de frontera que se respiraba. Sin tanto control de las grandes potencias sobre sus habitantes. Todo era posible allí. Incluso desaparecer sin dejar rastro.


No es mala manera de ganarse la vida. Tal vez incluso de asociarse. De prosperar. Ser la dueña de tu propia vida.


La Boreal esperaba en el hangar. Preparada ya para otro pequeño viaje a algún cinturón de asteroides. Su amplia cabina ya ansiaba mostrar otro horizonte de anillos brillantes. De diamantes escondidos. Y de tesoros remotos.
 
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Me gustan tus pequeños relatos, son muy interesantes, escribes muy bien. Describes de manera muy amena hechos que nos suelen ocurrir a todos en este mundillo.

Una duda: en un relato anterior detecté que usabas la palabra "especia" en vez de "especie" y supuse que era un pequeño error de transcripción. Pero en esta última historia vuelves a hacer lo mismo. ¿Hay alguna razón que se me escapa? Esto de la "especia" en el espacio me recuerda a Dune, pero no creo que tenga nada que ver, jeje
 
No me había percatado. Es un error. Quería decir "especie". El autocorrector del Writter me la ha estado jugando y no me he dado cuenta. Perdona
 
La nave comenzó su chequeo en modo seguro en el hangar.


El ingeniero fue conectando, vía permiso de voz al ordenador de abordo, todos los sistemas. Uno a uno.


Al fin llegó el turno de las armas. Aquellas extrañas armas. Con la energía del núcleo de la nave pasando a través de ellas, los tres gargantuescos cañones tenían un brillo azul fantasmal. Parecían que aun pertenecían a sus antiguos dueños, ya en la tumba para siempre.


Comenzando el simulacro de carga – Ordeno el ingeniero. La computadora subió poco a poco la potencia a las armas. En un encuentro real sería más rápido. Pero aquí había que tomar precauciones. Y de todas formas no iban a llegar a disparar.


Los cañones tenían cierta similitud con las armas de plasma a las que estaba más habituada. No había tenido una gran carrera militar, pero conocía y había aprendido a usar las armas elementales en la academia de vuelo.


Tan como comenzaron a acumular energía, brotaron chispas, corrientes parásitas, flujos de energía. La Boreal parecía estar sosteniendo tres pequeños soles indefinidamente.


El ingeniero movió la cabeza negativamente – Ya te dije que faltaría energía. Tu motor es bueno, pero no es suficiente - .
Estas armas nuevas son magníficas. Pero casi no las entendemos. Consumen mucha energía. Soprendentemente apenas calientas si las comparas con nuestros cañones de plasma. Y son tan útiles para los bichos como para los humanos.





-No te preocupes por ello. Tiene solución fácil – Contestó Juno.



Lo que no sería tan fácil sería asumir más pérdidas. Llevaba poco tiempo instalada cerca de las Pleiades. Blackmount y otras estaciones eran como pequeñas islas ante el mar de caos que se arremolinaba en aquella región.


Piratas espaciales sin freno de las grandes potencias, locos miesiáticos y toda la calaña. Y esos alienígenas. Sus ataques aleatorios habían sesgado la vida de muchos comerciantes y mineros. E incluso de estaciones enteras.


En aquel lugar tan peligroso se formaban extrañas, pero muchas veces sólidas, asociaciones. Amistades incluso.


Dan había sido una de ellas. Y ahora no estaba. Se lo habían arrebatado esos malditos Tharg. No pudieron ni rescatar su cuerpo, disuelto ya en aquellos gases verdes que emanaban de sus inhumanas naves.


“Hemos de cuidarnos por nosotros mismos”. Pensó. Y eso significaba armarse para acabar con ellos. No se llevarían a más amigos suyos, juró.
 
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La Hecatonquiro prácticamente ocupaba todo el volumen del hangar de carga. Era una gigantesca mole negra, donde cualquier elemento, una compuerta, una bahía de armas, un módulo auxiliar, se veía perdido y diminuto en su oscuro casco.

Estaba preparada para soportar un fuerte castigo. Juno había llegado a la ineludible conclusión que en aquella montaña de plastiacero no había evasión posible. Así que estaba diseñada para aguantar todo aquello que viniera mientas un salto o una andanada de proyectiles solucionara cualquier crisis inminente.

Se trataba de otra filosofía de vuelo.

Hacía ya unos meses que andaba detrás de una de ellas. Había abandonado Pleiades y todo aquel caos alienígena. Se había cansado de luchar contra lo imposible. Ella no era una guerrera y no disfrutaba con ello.

Kamocan estaba lejos de aquella linea de frente. En realidad estaba al otro lado de la civilización humana. Allí encontró un poco de paz. Entre aquellos pintorescos habitantes del Imperio. Y pudo prosperar.

Estaba preparando otro embarque de material. Un contrato de una gran carga de mercancía que tendría a la Hecantonquiro realizando varios viajes. El dinero no era gran cosa. Pero se ganaba el favor de los poderes locales y alguna que otra rara mercancía en especia.

Por primera vez en mucho tiempo se encontraba bien. Casi feliz, diría.

La carga casi estaba embarcada y su socia y copiloto, Aspen, ya estaba preparando la nave para el siguiente viaje.

Juno desapareció, diminuta, por aquella puerta de embarque. Como Jonás en el vientre de la ballena maldita. Para dirigirse a los negros mares del espacio profundo.
 
Fuego en el vacío

En breves instantes, todos los controles de la cabina de la Hecatónquiro comenzaron a aullar. Los escudos habían desaparecido y todas las naves, incluidas las supuestas fuerzas de la ley, aparecían como hostiles.
Una emboscada. La maldita corrupción había llegado a la seguridad del sistema. El plan era perfecto. Esperaban una llamada de auxilio y entonces acababan con la nave que estuviera en pie aun y con la carga. Fuera el pirata o no.
Un último impacto acabó con la integridad del gran mosaico de paneles de plexiglas que componían la cabina de la nave. Entre ellos, salieron despedidos trozos del puente de mando y lo que quedaba de Ariya. Pobre. Tan solo quería borrar su pasado y estos necios habían convertido este anillo helado en su tumba.
Era hora de abandonar la nave. Como fuera. Una capsula de escape no parecía muy buena opción. Si habían tenido la sangre fría de urdir un plan así, no les importaría lo más mínimo no dejar ningún testigo que les impidiera seguir haciendo lo que tantos beneficios les reportaría.
Así que Juno optó algo a la desesperada. Los cazas. Se controlan de manera remota en condiciones normales. Pero siguen teniendo un asiento y una pequeña reserva de aire. Sería mejor opción que convertirse en un sarcófago viviente (durante no mucho tiempo, sospechaba ella).
Así que preparó uno mientras la nave se descomponía a la deriva. Saldría con toda una carga de drones, para despitar sus escáneres. Con los sitemas apagados mientras, con suerte saldría despedida a los asteroides, donde podría refugiarse.
Cuando la enorme T-9 comenzó a vomitar toneladas de drones, nadie se percató que un pequeño caza de la Alianza, plegado, salió despedido hacia el cinturón cercano. Los diamantes aun permanecían en la nave con una pequeña sorpresa. Las cargas de detonación de superficie.
Juno no estaba dispuesta a que se salieran con la suya. Y mucho menos si después estaban en condiciones de darle caza. Así que armó las cargas sísmicas y las hizo detonar mientras se alejaba de la nave.
Al menos una de las naves de las fuerzas de la ley quedó destruida. Las otras dos quedaron lo suficientemente dañadas como para no pensar en buscar entre los restos de la onda expansiva los depósitos de diamantes y otros minerales.
Juno estaba a salvo de momento. Aun tenía que pensar como iba a conseguir salir de esta (dentro de un pequeño caza sin capacidad de salto y con una pequeña reserva de energía). Pero al menos estaba viva. Lo que estaba segura era que la Hecatónquiro era historia. Era hora de comenzar de nuevo.
 
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Cuando la Mars' Spider se posó sobre la meganave de combate La Bastilla, Juno y Aarna se abrazaron instintivamente, felices de haber podido regresar vivas y con éxito de ese infierno de gases causticos y horrores alienígenas. Ese grito, de una bestia agónica, que se pudo escuchar en todas las frecuencias fue una catarsis para Juno. Una muerte dedicada a tantos compañeros muertos en la frontera. En las estaciones. Y a ella misma. Podían caer. No eran invencibles. Se permitió llorar un poco, antes de repasar los daños de la nave.



En el casco eran evidentes los signos de impactos cinéticos y corrosión. Allá donde no habían podido llegar a tiempo los drones descontaminadores, pedazos de casco habían desaparecido en nubes verdes.

El combate había sido caótico. Dificil de seguir una estrategia cuando las distracciones y las alarmas aparecían de todos los lados. Tenían mucho que pulir la técnica. Ni tan siquiera estaba segura de llevar el equipamiento más idoneo. Seguramente tendría que volver a visitar a los xenoingenieros y esas ruinas de los Guardianes. Pero de momento valía como primer encuentro exitoso.



Hace tiempo se había prometido no combatir más con esos xenos. Amargamente había comprobado que no era buena combatiente. Que habrían mejores comandantes que podrían liderar la defensa que ella. Pero solo había que ver un mapa de la burbuja como para saber que era algo ineludible. La infección ya estaba corroyendo las entrañas de la humanidad. Si había una manera pacífica de resolver esto, no podía retrasar la muerte de tantas personas. Tenían que luchar.

Y lucharía. Procuraría unirse a otros comandantes o formar un ala propia. La supervivencia de todos dependía por las decisiones individuales de cada uno.
 
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felicidades comandante Juno, no es facil luchar contra las fuerzas xeno, pero salir con vida de esos combates de por si ya es una gran azaña que la suerte os acompañe
 


¿Alguien ha pensado en mudarse a la nuevo colonia humana?

La nebulosa de la bruja. Nuevas fronteras que explorar y explotar. Con la amenaza Tharg aun presente en el sector.
 
estuve en ese sector, y hay algunos targoides por alli, pero esta algo vacio, jajaja esoo es lo divertido irlo probando
 
Finalmente el caos se desató dentro del espacio de la humanidad. La invasión exo ha llegado a escala estelar. Y aunque parte de la humanidad sigue adormecida a su propio fin, no podemos quedar parados, viendo cómo desaparecemos de la galaxia.
Nunca he sido una gran combatiente y se que mi lugar no está en el frente. Pero podía hacer otras cosas para apoyar nuestra a nuestra civilización.
Estuve hablando largo y tendido con mi socia de cabina, Mariam. No era una decisión difícil. Nada con los thargoides lo es. Era empeñar todo lo que teníamos, incluidas nuestras vidas, a una causa incierta. Pero no vimos otra opción. Ningún lugar de la galaxia sería seguro si se perdía todo.
Nos pusimos manos a la obra y nos dirigimos a los mundos fundación para rehabilitar a la Polaris para esta ardua tarea.
La sede de la federación de pilotos era un hervidero de naves entrando y saliendo. E incluso los grandes hangares y talleres, casi inagotables en cualquier momento, estaban a punto de claudicar y desabastecerse. No éramos las únicas que habíamos tomado esta iniciativa.
Con prisa y con lo disponible preparamos a la Polaris para misiones de EVASAN, transporte de refugiados y mercancías de emergencias. Hablamos con un equipo sanitario para que nos ayudará en el transporte y cuidad de las cápsulas de bacta de los menos afortunados del conflicto. La gran estructura de la anaconda era ideal para esas misiones de gran envergadura. Pero aún así el espacio se estaba quedando pequeño. Había que pensar en la seguridad si queríamos sobrevivir a los asaltos, las hyperdicciones y los aterrizajes en zonas de conflicto. No buscaríamos el combate, pero no nos dejaríamos matar fácilmente.
Con lo puesto nos dirigimos hacia la incertidumbre. Nuestra y de la humanidad.
 
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