[Relato] Pasado, presente y futuro.

Destellos en la oscuridad. Ráfagas láser dividiendo el cosmos durante milisegundos. Órdenes distorsionadas por la estática de la radio de la nave. Explosiones iluminando la oscuridad y, finalmente, un despertar amargo. El hombre se incorporó en la cama envuelto en sudor, sus ropajes empapados. Miró a su alrededor, comprobando que, efectivamente, su pequeña habitación estaba en calma, al igual que desordenada. La intensa luz de los focos del exterior se colaba a través de la ventana, provocando que de vez en cuando haces de luz fantasmagóricos iluminaran toda la estancia.

Tras parpadear varias veces y masajearse el puente de la nariz miró en dirección al despertador que hacía a las veces de calendario holográfico, aun faltaban tres horas para que sonara. Pese a que ese día libraba, seguía manteniendo el despertador a la misma hora de siempre para no romper sus difíciles ciclos de sueño. En aquella luna sin vida, el ciclo de día y noche era más largo de lo habitual y en esos días del mes, era casi siempre de noche. Suspiró, hastiado y se pasó las manos por la cara, para luego repeinarse instintivamente hacia atrás. Finalmente, entre leves gruñidos, se levantó de la cama.

— Luces. — Pronunció con la voz pastosa y rasgada. La circulación de aire a través del complejo planetario siempre provocaba que se despertara con dolor de garganta.

Un segundo después un par de lámparas se encendieron, aunque una parpadeó varias veces de forma errática antes de hacerlo. El hombre decidió echar una ojeada por el cristal de la ventana, aunque sucio como estaba por el polvo lunar no pudo ver mucho. Aun así pudo apreciar las figuras de varios scarabs ir y venir del complejo minero hacia las inmensas llanuras lunares, a los puntos de excavación planetarios. Esa era una actividad que no tenía fin. Los trabajadores del complejo tenían unos turnos que permitían a la empresa local no dejar la minería parada en ningún momento. El hombre iba a apartar la mirada cuando observó uno de los scarabs volver a la base, su conducción era errática fruto de la inexperiencia, pero no le dio más importancia. "Otro novato", pensó.

Dejó el ventanal y se dirigió al lavabo, nada más entrar una luz enfermiza se encendió de forma automática. Se apoyó en el lavamanos y contempló el espejo que tenía ante sí. Vio lo que llevaba viendo durante más de un año: un hombre joven, pero a la vez viejo. Su piel estaba curtida, algunas arrugas asomaban bajo sus ojos debido al cansancio acumulado, su pelo, tintado, era gris, lo que hacía aumentar la sensación de edad en el hombre. Aunque había algo que resaltaba por encima de lo demás, su ojo derecho era de color nácar, no tenía visión en él. Una cicatriz lo cruzaba desde la frente hasta la mejilla. Se miró a sí mismo durante largos instantes, quizá recordando, quizá evaluándose. Finalmente encendió el grifo, tomó agua y se lavó a conciencia.

Veinte minutos después el hombre salió de su habitación ya vestido, su ropa era oscura, desgastada, aunque cómoda para ese entorno. Era su día libre, así que sus pasos le guiaron hasta la cantina local, donde los trabajadores mataban el tiempo en sus ratos libres. Algunos jugaban a las cartas, otros al billar, él decidió pasar de eso y permitirse un capricho: un buen whisky. Se sentó en al barra, introdujo la mano derecha en el interior de su desgastada chaqueta de piloto y extrajo un paquete de tabaco y un encendedor, los cuales dejó encima de la misma. Alzó una mano hacia el camarero.

— Hey, Tom. Ponme un whisky.— alzó un dedo, sonriendo levemente en confianza con Tom— Pero nada de eso que vendes a los demás. Quiero ese que guardas para ti, el que tienes bajo la barra.
— Tú siempre tan atento, Larso. Me pregunto de dónde has sacado esa percepción tuya.
— Si te lo contara... tendría que matarte.— Alzó las cejas, bromista, aunque con una levísma mueca en el rostro, como si ciertamente tuviera que hacerlo.

Tom sacudió la cabeza, negando mientras sonreía y procedió a extraer la mencionada botella oculta, sirvió un vaso a Larso mientras el piloto extraía un cigarrillo y lo prendía con el encendedor. Larso guiñó un ojo a Tom con el cigarro en la boca y le lanzó una pequeña tarjeta de créditos, la cual tomó. Mientras el camarero volvía a sus quehaceres, Larso acomodó los codos en la barra y empezó a saborear el whisky poco a poco. "Como en los viejos tiempos", pensó, "parece que ha pasado una eternidad". Sin embargo, poco le iba a durar su momento de relajación. Al cabo de un par de minutos, un griterío asomó en la puerta de la cantina, en el pasillo exterior, después de ello, un golpe acolchado. Una pelea.

Larso apuró el vaso de golpe, privándose de disfrutarlo debidamente, sacudió la cabeza, exhaló la fuerza del licor y se encaminó hacia el pasillo. Al llegar se encontró un par de pilotos de scarab que tenían acorralado contra la pared a un joven. Uno le mantenía pegado al muro con su mano enguantada cubriéndole el cuello, presionándolo.

— Has destrozado tu vehículo, maldito novato de tres al cuarto.— le acusaba el apresador.
— ¡No ha sido culpa mía, los estabilizadores horizontales estaban averiados ya antes de...!— no pudo terminar la frase, un puñetazo en el estómago. El muchacho escupió sangre.
— ¿Qué pasa aquí?— Larso se posicionó detrás de los dos pilotos que amenazaban al joven. Sus manos reposaban en su cinturón en una pose provocadora. Mantenía la ceja derecha alzada, lo que permitía que su ojo ciego resaltara aun más.
— Lárgate Larso, esto no te incumbe.

En un movimiento extremadamente rápido y letal, Larso extrajo una pistola con la cual apuntó a los abusones.

— Podéis morir aquí, a manos de mi vieja amiga... —alzó la pistola, asintiendo— o podéis volver con el jefe ahora mismo y contarle que aquí no ha pasado nada, que el scarab funcionaba mal. ¡Malditos mecánicos! — fingió el tono, teatral— Quizá deberíais hacerles una visita a ellos. ¿No os parece?

Los dos pilotos se miraban, atónitos, no sabían que Larso llevara una pistola encima. El que tenía agarrado al joven lo soltó y alzó las manos, ahora sí, más conciliador.

— Conmigo, chico. — Cabeceó hacia la cantina. El muchacho no se lo pensó dos veces y se metió en el local casi de un salto.— Tengan un buen día, caballeros.

Larso enfundó la pistola y volvió sobre sus pasos hacia la cantina. En la entrada encontró al muchacho, el cual agarró del cuello de su chaqueta, lo llevó a rastras hasta la barra.

— Tom, otro whisky. Ponle un refresco al chaval.
— ¡Eh, no soy ningún chaval y no quiero un refresco!
— Que sí, que sí...— Larso sonrió aun con el cigarro en la boca y le metió una colleja.— ¿Qué ha pasado con tu scarab? Sé sincero, o te devolveré con tus "amigos".

El muchacho parecía reticente ante la pregunta, aunque finalmente habló, percatándose de que aquél hombre quizá era el único "amigo" que de verdad tuviera.

— Volvía de la zona de excavación del hemisferio sur cuando choqué contra una piedra. Los estabilizadores se averiaron y... aquí estoy. Gracias por esto.
— Eres sincero, menos mal. Y no me des las gracias, creo que no he hecho más que aumentar tus problemas. Y de paso, los míos.

Tom pasó por delante de ambos y sirvió un whisky a Larso y un refresco al muchacho.

— ¿Cómo te llamas, chico?
— Arric Vandrel.
— Un placer, Arric.— tendió una mano al muchacho, la cual aceptó— yo soy Doren Larso. Dime... ¿Qué narices hace un jovenzuelo inexperto como tú en un lugar de miseria como este? No pareces acostumbrado a pilotar scarabs, mucho menos a la minería.— Bebió un trago del whisky, ahora sí, saboreándolo con calma.
— Huí del Imperio. Yo... yo...—tragó saliva— fui esclavo. Tenía que pagar deudas, pero no soporté la esclavitud.
— Menuda ironía. Un esclavo huido que aterriza en un sitio donde prácticamente somos esclavos.
— Pero esto es una empresa minera. Nos pagan, tenemos alojamiento...
— ¿Es que aun no te has dado cuenta de cómo funciona esto, Arric? El Imperio, las corporaciones de la Federación... todo es lo mismo. Unas palabras, otras, una idea, otras. Al final los que lo perdemos todo siempre somos nosotros, la gente, no los de arriba.
— Es posible. Yo no conozco la galaxia, me crié en las grandes metrópolis blancas del Imperio. —dijo apesadumbrado.

Larso miró al muchacho y se compadeció del chico. Él había visto mucho de la galaxia, quizá no tanto como otros pero sí lo suficiente como para conocerla, para saber dónde se metía. En cambio, ese chico parecía que era su primera vez en una luna minera. Mientras Larso cavilaba entorno al muchacho, empezó a sonar una alarma aguda y molesta por todas las instalaciones. Larso arrugó el ceño, eso no era bueno. Al instante, se encendieron un par de pantallas holográficas en la barra y otra en la pared, mostraba su propio rostro y el del joven Arric. Larso miró rápidamente a Tom, el cual también le miraba a él. Sin mediar palabra, el camarero cabeceó hacia la salida, dándole a entender que era el momento de irse. Larso apuró de nuevo el whisky, enfadado y tomó por la chaqueta a un aterrado Arric, conduciéndole hacia la salida. Empezaron a pasearse por pasillos interminables mientras las alarmas sonaban, pronto habría guardias por doquier.

— Bueno, jovencito, parece que mi ayuda está teniendo un precio. Ni aquí puedo estar tranquilo.— iba diciendo Larso a medida que conducía y guiaba a Arric.
— ¡No es cul...!
— Sí, ya me sé ese cuento, no es culpa tuya. ¿Sabes qué? Aprovecharé esto, debe de ser una señal. Y tú vendrás conmigo, ahora tienes una deuda conmigo. ¿De acuerdo?
— ¿Aprovechar el qué exactamente, Larso? ¡Nos buscan! ¿E ir contigo? ¡¿A dónde?!— se llevó las manos a la cabeza— salgo del fuego para caer en las brasas.

Finalmente llegaron hasta el piso de Larso, cerrando la puerta tras ellos. El hombre empezó a abrir armarios, a sacar viejos chatarros, ropa y utensilios varios, ahí había multitud de cosas que Arric no había visto nunca. Había un cajón solitario entre muchos de lo que Larso estaba abriendo, uno que poseía un símbolo ya desgastado por el paso de los años, era el símbolo estrellado de la Federación. Arric, aprovechando que Larso estaba inmerso en hacer el equipaje, abrió el cajón. Había un uniforme negro y azul. Levantó la chaqueta del mismo hacia arriba. Arric no sabía nada de rangos militares, aunque se percató de que el pecho de la chaqueta lucía varias condecoraciones, aunque no sabía a qué se debían. Junto a las condecoraciones había algo inscrito, un rango y un nombre:

"Almirante Vandrus."

Arric abrió los ojos de repente. Unos cinco años atrás había oído historias sobre Vandrus. Él y su flota habían combatido con fiereza contra la Flota Imperial, derrotándola con éxito. Esa guerra fue cruel, despiadada, como todas las que vinieron después. Arric no se percató de que Larso estaba detrás de él, observándole.

— Puedes dejarlo ahí, o quemarlo, pero nos vamos ya.

Larso salió por la puerta cargado con varias cajas y utensilios. Arric por su parte no dejó eso ahí, tampoco lo quemó, si no que dobló el uniforme y se lo llevó consigo junto a dos cajas que había en el suelo. Rápidamente salió también por la puerta, las alarmas aun sonaban y a lo lejos ya se podía oír el griterío de los guardias al acercarse. Arric alcanzó a Larso tras una breve carrera.

— ¿A dónde se supone que vamos?
— A las estrellas, chico.

Arric arrugó el ceño pero no dijo nada. Ambos echaron a correr por los pasillos de las instalaciones mineras. Giraron a izquierda y derecha muchas veces, descendieron muchos niveles hasta que alcanzaron una zona de viejos hangares espaciales en desuso, o eso parecía. Larso se posicionó en la entrada del mismo y introdujo un código numérico en el panel de la pared. Al instante la gran puerta del hangar se abrió y el interior se iluminó, dejando ante ellos la visión de...

— ¡Un pedazo de chatarra! ¿De verdad piensas salir de aquí con eso?
— Si quieres quedarte aquí eres libre de hacerlo. Yo desde luego que no lo haré.

Larso entró en el hangar, Arric hizo lo propio. Tras entrar la puerta se cerró, dejándoles a solas con la nave. Se trataba de un viejo modelo de Cobra Mk III, pero su aspecto dejaba bastante que desear. Sin apenas pintura, parecía un pedazo de chatarra oxidado con poca o ninguna posibilidad de alzar el vuelo. A pesar de ello, Arric siguió a Larso al interior de la nave. Para su sorpresa, a pesar del aspecto, todo parecía en su sitio. Ambos se sentaron en cada uno de los asientos de la cabina, Larso empezó a teclear la secuencia de arranque.

— Faulcon DeLacy siempre ha hecho buenos trastos. Encontré a esta preciosidad hará cosa de tres meses, y créeme, su aspecto era mucho peor. La he bautizado como Lazarus. Ahora debería poder volar.
— ¿Debería, Larso?
— Debería.

Tras el arranque de los sistemas primarios, la cabina quedó iluminada por el parpadeo y luego estabilización de las pantallas holográficas de mando. Arric miró a Larso maravillado y feliz, este le correspondió con otra sonrisa y un asentimiento. Larso introdujo un código en la consola y la puerta exterior del hangar se abrió, dejando apreciar el paisaje lunar en todo su máximo esplendor.

— Que empiece la fiesta.

Larso replegó el tren de aterrizaje e impulsó el acelerador al máximo. Los motores de la Cobra crepitaron llenos de energía, la nave salió disparada del hangar. A medida que la nave empezaba a ganar altura, un cañón de defensa antiaérea que se solía utilizar contra ataques pirata abrió fuego sobre ellos, pero ya se encontraban lejos de su alcance. A medida que se alzaban más y más y el espacio se volvía una realidad, ambos sonrieron mirando hacia el vacío abisal lleno de estrellas. Era el inicio de una gran aventura.
 
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