Cuaderno de bitácora, Comandante Niberobey.
Día: 01. Mes: Septiembre. Año: 3310
La Keelback se desempeña bien para ser una nave de “carga”. Me gusta, maniobrable, razonablemente rápida, y lo suficientemente armada como para hacer huir a los menos intrépidos con unos pocos disparos de laser. En mi paseo estelar di con unos cuantos lugares interesantes cargados de materiales y algunas mercancias sin dueño, sin dueño vivo claro. Aprochecar cada oportunidad es la suerte de los desdichados sin suerte, o eso decía mi padre.
La T9 me hizo volver. Ese leviatán roto, abandonado y desgajado me dió escalofríos. La pintura tenia un avanzado estado de descascarillado, una nave vieja con mucho trote de un viejo lobo espacial, o de un joven cachorro que expolió sus ahorros en busca de una mejor vida. La cabina tenía el cristal roto justo delante del asiento del piloto. Un sudor frio recorrió mi espalda al ver que no había rastro de cápsula de escape y pensar en esa pobre alma saliendo disparada por el cristal justo cuando corría a por su capsula de escape. Con suerte, si pudo salir y ahora es moneda de cambio en el comercio de esclavos.
Cargué la bodegas hasta los topes y salí de allí a toda prisa buscando un mercado negro donde soltar el lastre, justo en el sistema de al lado de Teno. Lejos de la anarquía de piratas crueles y psicópatas desquiciados. No conseguí mal precio, teniendo en cuenta que mis dotes de negociador son no disparar primero y no caldear el ambiente. Si recibí un par de miradas raras, no suelo acercarme por estos mercados, soy más asiduo de las puertas de las autoridades a cobrar recompensas, pero tampoco es tan raro que un forajido haga un poco de ambas.
Nave vacía, bolsillos llenos, 0 reparaciones; podría acostumbrarme a esto, si no sintiera la llamada de la adrenalina claro. El siguiente punto de ruta fué recoger la vulture que acababa de ingenierizar: Laser de ráfaga de impacto cinético. Fallan en tener la misma precisión que mear con al verga dura, pero para usarlos cerquita como me he acostumbro a hacer son sencillamente perfectos. No hace falta apuntar a los módulos, sólo aprieta el gatillo y espera a ver aparecer la cantidad que te van a pagar por ese alma desdichada. Es hipnótico ver como va mermando escudos y desgranando el casco, Láser confusos y poco precisos, esos haces groseros sin forma definida, potencia descontrolada, la furia como potencia de fuego. Mi alma hecha arma. Una carcasa plácida, obnubilada y afable como contenedor de un ente informe, tosco, imperfecto y lleno de rabia adquirida. ¿Qué mejor forma que descargar esa rabia contra criminales? No para hacer del mundo un lugar mejor, ni por venganza, si no como forma de no perder la cordura. De sacar de mi cabeza todo lo que me hace apretar los dientes y descargarlo como forma de vida.
Es curioso. Somos la sombra de lo que fuimos. Somos la proyección de un niño y sus andares. Somos lo que hacemos con las cosas malas que nos atacan. Somos, polvo estelar jugando a ser soles.
Día: 01. Mes: Septiembre. Año: 3310
La Keelback se desempeña bien para ser una nave de “carga”. Me gusta, maniobrable, razonablemente rápida, y lo suficientemente armada como para hacer huir a los menos intrépidos con unos pocos disparos de laser. En mi paseo estelar di con unos cuantos lugares interesantes cargados de materiales y algunas mercancias sin dueño, sin dueño vivo claro. Aprochecar cada oportunidad es la suerte de los desdichados sin suerte, o eso decía mi padre.
La T9 me hizo volver. Ese leviatán roto, abandonado y desgajado me dió escalofríos. La pintura tenia un avanzado estado de descascarillado, una nave vieja con mucho trote de un viejo lobo espacial, o de un joven cachorro que expolió sus ahorros en busca de una mejor vida. La cabina tenía el cristal roto justo delante del asiento del piloto. Un sudor frio recorrió mi espalda al ver que no había rastro de cápsula de escape y pensar en esa pobre alma saliendo disparada por el cristal justo cuando corría a por su capsula de escape. Con suerte, si pudo salir y ahora es moneda de cambio en el comercio de esclavos.
Cargué la bodegas hasta los topes y salí de allí a toda prisa buscando un mercado negro donde soltar el lastre, justo en el sistema de al lado de Teno. Lejos de la anarquía de piratas crueles y psicópatas desquiciados. No conseguí mal precio, teniendo en cuenta que mis dotes de negociador son no disparar primero y no caldear el ambiente. Si recibí un par de miradas raras, no suelo acercarme por estos mercados, soy más asiduo de las puertas de las autoridades a cobrar recompensas, pero tampoco es tan raro que un forajido haga un poco de ambas.
Nave vacía, bolsillos llenos, 0 reparaciones; podría acostumbrarme a esto, si no sintiera la llamada de la adrenalina claro. El siguiente punto de ruta fué recoger la vulture que acababa de ingenierizar: Laser de ráfaga de impacto cinético. Fallan en tener la misma precisión que mear con al verga dura, pero para usarlos cerquita como me he acostumbro a hacer son sencillamente perfectos. No hace falta apuntar a los módulos, sólo aprieta el gatillo y espera a ver aparecer la cantidad que te van a pagar por ese alma desdichada. Es hipnótico ver como va mermando escudos y desgranando el casco, Láser confusos y poco precisos, esos haces groseros sin forma definida, potencia descontrolada, la furia como potencia de fuego. Mi alma hecha arma. Una carcasa plácida, obnubilada y afable como contenedor de un ente informe, tosco, imperfecto y lleno de rabia adquirida. ¿Qué mejor forma que descargar esa rabia contra criminales? No para hacer del mundo un lugar mejor, ni por venganza, si no como forma de no perder la cordura. De sacar de mi cabeza todo lo que me hace apretar los dientes y descargarlo como forma de vida.
Es curioso. Somos la sombra de lo que fuimos. Somos la proyección de un niño y sus andares. Somos lo que hacemos con las cosas malas que nos atacan. Somos, polvo estelar jugando a ser soles.
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